PáginaI12 en Francia

Desde Cannes

En el Festival de Cannes, si hay algo que nunca faltan son nombres propios, de esos que con su sola mención hacen abrir grandes los ojos. Pero en esta edición que comienza hoy martes –la número 72 de la ya larga historia de la muestra más influyente del calendario cinematográfico internacional– casi se diría que se amontonan. Desde directores con su propia aura de estrellas, como Quentin Tarantino, Werner Herzog y Pedro Almodóvar, hasta divas como la francesa Isabelle Huppert, leyendas como Alain Delon (ver aparte) o casi todo lo que queda del star system de Hollywood    –desde Brad Pitt a Sylvester Stallone– se pasearán a partir de esta noche por la alfombra roja que conduce a la sala mayor del Palais des festivals, el inmenso Grand Théâtre Lumière. Incluso Diego Armando Maradona posará para los fotógrafos de la Croisette. 

Si no fuera porque Cannes siempre se ufanó de ser un imán tanto para los cineastas más reconocidos del mundo como una vidriera para las figuras más populares del espectáculo, se diría que esta vez es casi una demostración de fuerza del festival. El último de los grandes que sigue defendiendo a ultranza la idea del cine en salas, por encima de aquellos otros que no sólo se han rendido ante el poder del streaming sino que se ponen incondicionalmente a sus pies, como sucedió el año pasado con la Mostra de Venecia, que selló una suerte de acuerdo tácito con Netflix, donde comenzó la carrera triunfal de Roma, de Alfonso Cuarón, por poner apenas el ejemplo más notorio. 

Por ahora, el gigante de la N roja parece tener todas las cartas ganadoras, al punto de que aún excluido expresamente de la programación no tarda en adquirir algunas de sus películas más notorias (sucedió el año pasado con la italiana Lazzaro felice y la belga Girl, por ejemplo) bloqueando su estreno en salas en casi todo el mundo. Pero a la manera de los muertos vivos, Cannes se sigue agitando espasmódicamente y se resiste a ser enterrado. Y asoma una y otra vez de la tumba a la que los nuevos modos de exhibición quieren confinarlo. 

¿Será por eso que este año la película de apertura es una comedia de zombies? Claro, no se trata de un producto cualquiera. Estamos hablando de The Dead Don’t Die, la nueva ocurrencia de Jim Jarmusch, que simultáneamente con su première esta noche en Cannes tendrá un estreno masivo en salas de Francia, aprovechando la enorme caja de resonancia que sigue siendo el festival. Elenco no le falta y la mayoría serán iluminados esta noche por los flashes de los paparazzi y los fuegos de artificio de la fiesta inaugural: Adam Driver, Bill Murray, Selena Gomez, Chloë Sevigny, Steve Buscemi, Iggy Pop, Tilda Swinton, Tom Waits, Danny Glover, Caleb Landry Jones, Rosie Perez y Carol Kane.

El director de Paterson es un habitué en Cannes, pero ciertamente no es el único de los amigos fieles del festival que este año regresa al concurso oficial. El Festival de Cannes se esmeró en agradecer el esfuerzo y el compromiso de su súper estrella Quentin Tarantino, que tuvo que correr contra reloj para poder tener a tiempo su flamante opus, Once Upon a Time in… Hollywood, protagonizada por Leonardo DiCaprio, Brad Pitt y Margot Robbie, con apariciones especiales de Al Pacino, Tim Roth y Michael Madesen. Ambientada en 1969 en Los Angeles, la película cuenta la historia del actor de un actor de televisión y su doble intentando hacerse un camino a través de una industria cinematográfica en plena transformación, con la reconfiguración y empequeñecimiento de los grandes estudios. Una transformación de las tantas que sufrió Hollywood y que tiene sus ecos con la que está atravesando ahora en la era del streaming. 

Jarmusch y Tarantino no son los únicos “abonados”, como llama maliciosamente la prensa francesa a los cineastas que el delegado general de Cannes, Thierry Frémaux, convoca una y otra vez a la competencia oficial. Tres históricos ganadores del premio mayor del festival vuelven a competir por la Palma de Oro. Los belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, doblemente premiados en el pasado por Rosetta (1999) y El niño (2005), presentan este año Le Jeune Ahmed, cuyo título preanuncia un film sobre el conflictivo tema de la inmigración musulmana en Europa. Otro doble ganador, el británico Ken Loach, Palme d’Or por El viento que acaricia el prado (2006) y Yo, Daniel Blake (2016), va por el triplete con Sorry We Missed You. Y el estadounidense Terrence Malick, bañado en oro por El árbol de la vida (2011), compite ahora con A Hidden Life, sobre un objetor de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial. “Malick estará con nosotros en Cannes, pero no lo busquen porque no lo van a encontrar”, bromeó Frémaux, en referencia al enigmático cineasta, que se resiste patológicamente a cualquier aparición pública, al punto de que su imagen es casi un misterio. Incorporada a último momento, Mektoub My Love: Intermezzo, devuelve al cineasta franco tunecino Abdellatif Kechiche (ganador de la  Palma 2013 por La vida de Adèle) a la pelea por el premio mayor, que este año será discernido por un jurado presidido por el director mexicano Alejandro González Iñarritu.

Otros eternos reincidentes volverán a participar del concurso oficial. Pedro Almodóvar regresa por sexta vez a Cannes, ahora con Dolor y gloria, ya estrenada en España con críticas ditirámbicas y con la que pretende obtener el único gran premio del cine que todavía se le resiste. El gran cineasta italiano Marco Bellocchio trae Il traditore, el rumano Corneliu Porumboiu hará lo propio con La gomera, el francés Arnaud Desplechin continúa con Roubaix, une lumière su novela familiar, el enfant terrible canadiense Xavier Dolan presenta Matthias et Maxime y el coreano Bong Joon-Ho vuelve a proponer –después de The Host y Okja– otro extraño incidente con Parasite. Un regreso a tener muy en cuenta es el del excelente director palestino Elia Suleiman, con It Must Be Heaven (Esto debe ser el cielo), su primer largometraje en diez años.

Habrá cuatro directoras concursando por el premio mayor: la austríaca Jessica Hausner, la senegalesa Matti Diop y las francesas Céline Sciamma y Justine Triet. El cine latinoamericano, muy escaso en esta edición, estará representado en la competencia oficial solamente por Bacurau, del brasileño Kleber Mendonça, quien volvió a convocar a Sonia Braga, la estrella de su film inmediatamente anterior, Aquarius, también presente aquí en Cannes tres años atrás. Fuera de concurso, en proyecciones especiales, se verá La cordillera de los sueños, del gran documentalista chileno Patricio Guzmán, y habrá dos cortometrajes argentinos concursando por la Palma de Oro en esta sección específica (ver aparte).

A su vez, en la sección Una Cierta Mirada, que también es competitiva y en cada nueva edición gana en visibilidad y reputación, se pueden encontrar también los nuevos films de cineastas notables, como el francés Bruno Dumont, el catalán Albert Serra, el ruso Kantemir Balagov y el brasileño Karin Aïnouz. Por su parte, Diego Maradona visitará por segunda vez el festival como protagonista de un nuevo documental sobre su figura, dirigido por el británico Asif Kapadia, once años después del que le dedicó el serbio Emir Kusturica. Se corre la voz de que es mucho mejor, pero tampoco hacía falta demasiado. Habrá que verlo. Esto recién empieza.