La caída no se detiene. ¿Puede un libro de 500 páginas, con una tirada que ya superó los 300 mil ejemplares, salvar la Feria del Libro? Sinceramente, no. Más allá de que muchos digan “el libro de Cristina nos salvó”, especialmente los expositores libreros y el gran grupo editorial que lo editó, Penguin Random House a través del sello Sudamericana, la mayoría declaró un derrumbe en las ventas que oscila entre un 10 y un 20 por ciento, en comparación con el año pasado, y en algunos casos ese descenso se acerca al 30 por ciento o lo supera. María Teresa Carbano, presidenta de la Fundación El Libro, cuando habló durante la apertura, se refirió a la “grave crisis” que está atravesando el sector, “quizá la mayor que se conozca”. El primer trimestre de 2019 –según un informe la CAL (Cámara Argentina del Libro)– fue el peor en producción de ejemplares en cinco años. Se produjo un 50 por ciento menos. Las ventas cayeron casi un 12 por ciento respecto al primer trimestre de 2018. La feria ya no es una burbuja. ¿Alguna vez lo fue? La edición que terminó ayer desmontó este “mito” que celebraba, acaso de manera irresponsable, el hecho de que se pueda estar aislado de la trama de lo real.

 

La 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que tuvo como ciudad invitada a Barcelona, la inauguró el jueves 25 de abril la antropóloga feminista Rita Segato con un discurso tan memorable como excepcional. Durante 19 días presentaron libros o participaron de diálogos y debates, Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Benito Taibo, Alfredo Bryce Echenique, Gaël Faye, Laurence Debray, Rosa Montero, Héctor Lozano, Carlos Zanón y Monique Schwitter, entre otros invitados internacionales, además de Claudia Piñeiro, Samanta Schweblin, Florencia Abbate, Darío Sztajnszrajber, Axel Kicillof, Martín Lousteau y José Luis Espert, entre otros escritores, filósofos y políticos. Nunca explotó en cantidad de personas, fue menos público que el año pasado, un descenso aproximado de un 2 por ciento. Excepto un solo día en que sí explotó, el pasado jueves 9, cuando Cristina Fernández presentó Sinceramente en la sala Borges.

El editor de Fiordo, Salvador Cristofaro, y el editor de Aquilina, el también escritor Ricardo Romero, compartieron stand en Sólidos Platónicos junto a Godot, Gourmet Musical y Sigilo, entre otros. “Nos fue un poco peor –admite Cristofaro–. En Fiordo vendimos bastante bien, pero estamos igual que el año pasado, y aunque fuimos aumentando los precios perdimos con la inflación. Hay algunos sellos que cayeron entre un 30 a 40, como Criatura. Todos los años estamos aterrados y sobrevivimos a la Feria; pero cada año es como una pesadilla más aguda que el anterior”. Romero reconoce que está “mucho más complicado” el panorama, a pesar que “nosotros les vendemos a aquellos que todavía tienen un resto y están pensando en comprar un libro”.

Flavio Sorbellini, de la editorial Prometeo, cuenta que la expectativa era “lúgubre”. “No vendimos más que el año pasado, nos fue ‘bien’ dentro del contexto porque las ventas vienen cayendo desde hace tres años, a un 20 o 25 por ciento por año. Tengo la sensación de que los libros de Rita Segato compensaron esa caída abrupta”, resume Sorbellini. Sebastián Lidijover confirma que en Riverside Agency –que entre otros sellos tiene a Anagrama y todavía a Salamandra, hasta que se efectivice la compra y el traspaso a Penguin Random House– descendieron entre un 8 a un 10 por ciento. “Esta caída es algo que acompaña a la crisis que está viviendo el sector y la economía en general”, subraya Lidijover. Ana María Cabanellas, del grupo Claridad, informa que las ventas disminuyeron un 15 por ciento en ejemplares. 

Nicolás Larroque, de Galerna, apela a tres palabras para definir lo que pasó: “Nos salvó Cristina”. Fabián Narvaja de Colihue advierte que las ventas estuvieron un 25 a 30 por ciento abajo respecto del año pasado. “En la Feria las ventas bajaron, pero es menos si se compara con lo que vienen bajando en librerías: entre un 30 a 35 por ciento -precisa Narvaja-. Nadie puede decir que le fue mejor, excepto Random House por el libro de Cristina”. Carla Baredes de Iamiqué, que compartió stand con Kalandraka, Limonero, Coco Books y Tragaluz, revela que vendieron un poco menos que el año pasado. Santiago Satz, gerente de prensa del grupo Planeta, señala que están un 20 por ciento abajo en unidades y un 36 por ciento arriba en cantidad de pesos, pero por la inflación interanual de casi 50 por ciento, el saldo arroja una caída del 15 por ciento.   

Las librerías están en emergencia nacional. En una conferencia ayer, en el cierre de la Feria del Libro, reclamaron la urgente inclusión en la ley de exención del IVA. “Necesitamos una política de Estado para el sector que revierta la situación. Las librerías constituyen espacios de difusión de la cultura y centros de promoción de lectura, por lo que es importante su permanencia dentro del tejido social de una comunidad”, plantea José Roza, presidente de Falpa (Federación Argentina de Librerías, Papelerías y Afines). “En el interior del país la situación es más crítica aún por el  aumento de los fletes. La concentración del mercado y el crecimiento de las cadenas marginaliza aún más las librerías independientes. Esta situación se ve agravada por los elevados costos de los créditos que hoy asfixian a las pymes”. En la nueva reglamentación de la desgravación del IVA en la que están trabajando las autoridades, las librerías no ingresarían, sí en cambio las editoriales, imprentas y distribuidoras.

Gabriel Waldhuter, editor, distribuidor y librero, traza el cuadro de situación: las ventas aumentaron un 20 por ciento en pesos, pero en cantidad de ejemplares disminuyeron un 35 por ciento. “Con una inflación interanual de un 55 por ciento, estamos un 30 abajo también en pesos. El balance es malo, se siente la crisis. La Feria no es una burbuja, como pensábamos el año pasado, que a pesar de la crisis había sido una buena feria”, dice Waldhuter. “Al sector importador nos afecta que han subido un arancel que se llama estadística, que antes era el 0.50 del valor total de la factura y ahora es de 2,5. Si tengo una factura por 10 mil euros de libros que traigo de España, la aduana me cobra 250 euros por ese envío, que obviamente se traslada al precio del libro. En la aduana los libros van a un depósito, están un día y te cobran 30 mil pesos. Todo esto hace que se encarezca el precio final del libro”, explica el distribuidor y librero. El sector necesita, como lo manifestó Carbano, que se retire la retención del 12 por ciento a la exportación de libros, que se agregó en 2018. La única esperanza está depositada en el INLA (Instituto Nacional del Libro Argentino), el proyecto de ley que presentó el diputado Daniel Filmus y que se comenzará a tratar en la Comisión de Cultura esta semana. “Si hacemos un paralelismo entre el INLA y el Incaa –compara Waldhuter–, si funcionan de la misma manera como con el gobierno anterior la promoción del cine argentino, puede llegar a ser un golazo para la industria editorial”.