En muchas culturas se comprende el universo como una unidad integral. Todos los seres humanos desde nuestro nacimiento somos dependientes de los demás. El líder sudafricano contra el aparheid, Biko, solía decir que no hay mayorías o minorías, sino solo pueblo. Reconocer la igualdad de los seres humanos no debe ocultar las enormes desigualdades que persisten en el mundo. Basta mencionar la cantidad de seres humanos cuyas posibilidades de sobrevivir y llegar a ser personas son muy remotas. El problema se presenta cuando algunos sectores se sienten con más derechos sobre los bienes de la tierra y las personas. La injusticia humana nos acompaña desde tiempos inmemoriales. Realidades desiguales requerirán tratamientos desiguales, si se procurara lograr la igualdad.
¿Cómo enfrentar esta lamentable realidad? Un camino es el de la comunicación, porque los seres humanos hemos sido creados para comunicarnos entre todos y con la creación, porque hace a la esencia de la vida. Pero cuando tratamos de comprender la situación actual, percibimos que nuestro mundo se ha ido moviendo hasta llegar a establecer un modo de vida donde los que se han adueñado de los bienes definen como debe funcionar la vida de la comunidad. El enorme desarrollo tecnológico dominado por una economía liberal de mercado ha permitido acrecentar las brechas entre ricos y pobres. Los conglomerados de comunicación, que se han ido constituyendo, han reforzado los postulados establecidos acrecentando las injusticias, estimulando la promoción del individualismo, cancelando de esta manera toda posibilidad de cambio. De allí que los criterios de la información que promueven se definen en función de la preservación de esos postulados y de la obtención de beneficios para sus dueños. Sus armas son la negación del diálogo como la apertura y la inclusión, con la amenaza constate de la desinformación, por medio de una desvergonzada censura acompañada por la diseminación del odio y la mentira.
Si nos empeñamos en recrear una auténtica democracia, hay que crear espacios para la formación y desarrollo de las capacidades de comunicación, donde nadie se sienta marginado, que permita proteger la cultura local producida por el pueblo y no sea avasallado por los intereses comerciales, o de las grandes potencias. Es el derecho de los individuos y de las comunidades ser sujetos y no objetos de la comunicación, de participar en la producción y distribución de sus mensajes. Hay que sacar a la luz a los invisibilizados y excluidos de la sociedad. Porque no es posible comunicar sin escuchar, no se debería pretender interpretar el sentir y las necesidades de la gente si no se aprende antes a escucharla y comprenderla. La comunicación es un proceso de compartir, de dar y de recibir, de sorprender y ser sorprendido.
La situación política y social actual requiere fortalecer espacios en la esfera pública para que se puedan escuchar las historias y los reclamos del pueblo, a fin de crear un ambiente de convivencia y respeto que permita el impulso de una atmósfera democrática, donde se discuta y planee cómo compartir la vida comunitaria en toda su diversidad.
En un mundo dominado por la concentración del dominio de la información hay que abrir espacios allí donde no los hay por la denuncia y el anuncio a fin de crear nuevos tiempos. Hay un derecho inalienable al acceso a recibir y dar información como elemento esencial para el desarrollo de una comunidad democrática.
* Comunicador social. Ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas.