Una niña que el jueves de la semana próxima cumple seis años deberá esperar el regreso de su madre de los tribunales para poder celebrar juntas una fecha que viene contando con los dedos de sus manos. Justo en ese preciso día la Justicia fijó la audiencia de apelación por el sobreseimiento del progenitor, imputado por el abuso sexual de esa niña y sobreseído por segunda vez en un proceso judicial “irregular”, por decirlo de manera suave. Natalia Aldrey, la madre denunciante de los abusos que su hija sufrió en 2017 y que describió en detalle pese a su corta edad en Cámara Gesell frente a peritos de parte y del Cuerpo Médico Forense, volverá a atravesar el jueves los efectos colaterales de un sistema judicial pesadillezco, sin formación en perspectiva de género, misógino y prejuicioso, que saborea el SAP antes que dignificarse en una escucha sincera de las víctimas. Junto con sus compañeras del Frente Popular Darío Santillán (FPDS), del feminismo y organizaciones de derechos humanos, Natalia exigirá Justicia frente a la Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Ciudad, el nombramiento de un nuevo fiscal a cargo de la causa y la profundización de la investigación.
“En el caso de mi hija hay una cuestión perversa: desestimaron su relato en Cámara Gesell. No la protegieron. Creo que estamos ante una Justicia que protege a los abusadores, no escucha a las víctimas y pone el foco en las madres protectoras que denunciamos los abusos, tratándonos de locas y resentidas.” Según datos de Unicef y el Ministerio de Justicia de la Nación, cerca de un 80 por ciento de las víctimas de abuso sexual son niñas y el 95 por ciento de los abusadores son varones: la mayoría viven en el mismo hogar y son familiares directos. Las cifras de la Red Nacional de Visibilización Contra el Abuso Sexual de Niñas, Niños y Adolescentes revelan que 999 de cada mil delitos denunciados de abuso sexual quedan impunes. Sólo se denuncia un 10 por ciento, y se esclarece menos del 0,01 por ciento de los casos.
En mayo de 2017, la pequeña de entonces 3 años le contó a su madre que su progenitor la tocaba. Natalia, docente en un bachillerato popular de la Ciudad, pudo darle sentido al infierno: la enuresis de su hija había empeorado, en los últimos tiempos no quería volver a la casa de ese individuo y se mostraba agresiva. “Estaba desconsolada pero pude pedir ayuda a mi familia y a mis compañeras del FPDS, y contar con el asesoramiento de Mundanas, Agrupación de Mujeres, y lo denuncié en la Justicia civil y penal.”
La causa recayó en la Fiscalía Nacional en lo Criminal de Instrucción N° 25, a cargo de Martín Mainardi, y en el Juzgado Nacional en lo Civil N° 83, que otorgó una medida de restricción. La Justicia confirmó que el relato de la niña era verídico y no fabulaba. En las pericias oficiales sin embargo, una psicóloga del Cuerpo Médico Forense labró un informe polémico sobre la presunta existencia de una “fuerte conflictiva familiar”, descentrándose de los hechos concretos del abuso. “En varias partes de su informe utiliza los argumentos del falso Síndrome de Alienación Parental (SAP)”, advirtió Natalia. Hasta que en febrero de 2018 sobreseyeron al acusado. La medida se apeló y la Sala IV de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional revocó el fallo dictando falta de mérito, la continuidad de la investigación y que se realizara una junta de especialistas. Se volvió a llamar a declarar a las peritos de parte y a las oficiales, se realizaron nuevas pericias al imputado que no tomaron en cuenta las iniciales y los resultados de la junta “fueron nefastos”, recordó Natalia. “Dejaron de existir los indicadores de abuso y tomó relevancia la argumentación de la conflictiva familiar. La Fiscalía no tomó como prueba fundamental la declaración de mi hija. Fueron en contra de todas las convenciones sobre derechos de niños, niñas y adolescentes.”
En diciembre de 2018 el imputado presentó un escrito en el fuero de Familia pidiendo la revinculación con él y su familia, además de que se sancionara a la madre de la niña y se le cobrara una multa por cada día que impidiera el contacto. Si bien el juzgado no hizo a lugar a la petición, dejó claro que la revinculación con la familia del progenitor debía suceder. En abril último el fiscal Mainardi volvió a pedir su sobreseimiento y a fin de ese mes el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 3 lo otorgó. “Esperaremos la audiencia de apelación”, concluyó Natalia. “Este fallo es tan parcial como el anterior. Todas las personas que intervienen no están preparadas para abordar estas problemáticas ni formadas en perspectiva de género, por lo que es muy difícil que puedan poner en eje lo que dice mi hija.”
Su abogado, Juan Maurin, confirmó que la declaración de la niña en Cámara Gesell “fue contundente” y que de entrada se descartó fabulación o animosidad por parte de la madre. “Pero en las pericias no aparecieron los traumas psicológicos de rigor, descartaron cualquier tipo de abuso y se dictó el sobreseimiento. Es un error pericial y de la Justicia seguir buscando tipos de perversión sexual en los imputados de estos delitos, cuando se trata de un paradigma que debemos romper: los abusos son mucho más comunes que lo que creemos. La fiscalía lo puso todo en duda desde un primer momento, nunca aceptó nuestro listado de profesionales reconocidas en la temática para que participaran de la junta médica que dispuso la Cámara y consultó a las mismas peritos del cuerpo médico forense que sólo ratificaron lo anterior. Fue un cumplimiento formal aparente y en el fondo de la cuestión no se le está dando lugar a la palabra de la niña. El SAP traduce todo este tiempo procesal.”
El jueves 23, cuando los abrazos con las compañeras, con otras madres protectoras que la acompañan, con referentes entrañables de derechos humanos y del feminismo organizado se hayan fundido lo suficiente, Natalia volverá a casa para la celebración más querida. Pese al maltrato y el descreimiento de una Justicia que sigue reproduciendo los lineamientos de un sistema hegemónico vetusto. “Si hay algo positivo en todo esto fue la pronta recuperación que atravesó mi hija. Inició un proceso terapéutico en 2017 y a principios de este año su psicóloga le dio de alta. Hoy la define como una niña con muchas herramientas y que cuenta con un entorno que le permite estar bien y sentirse cuidada. Eso es todo lo que importa y por lo que vamos a seguir luchando. Para que siga estando bien y pueda crecer sana y feliz.”