No ocurrirá en esta obra el drama que los hechos determinan por la simple voluntad de su contundencia. No será la muerte del padre, más precisamente su suicidio, lo que lleve a la desesperanza o al llanto. Las tres mujeres que miran el mar desde un muelle pequeño que ofrece la oportunidad de volver a cierto estado salvaje, van a pelearse, a reclamar por alguna foto de la infancia y a soportarse. Es difícil ese encuentro que el padre armó como un capítulo de las historias que buscaba escribir sin ser, formalmente un escritor. No alcanza con conocer esa casa donde vivía solo, descubrirla y darse cuenta que otros personajes van a caer en ese magnetismo que la literatura o la tragedia convocan.
Detenidxs durante el fin de semana en que deberán tirar las cenizas de Roberto al mar, como si el alma del muerto les dijera que no tienen otro lugar adonde ir, harán de esa juntada entre colchones tirados en el muelle un inusual cortejo fúnebre.
Ignacio Sánchez Mestre crea una comedia del dolor, una forma desbordada y a veces grotesca, de procesar lo que no se entiende, de tratar de asumir ese hecho inesperado pero también de dejarse ganar por cierto desvío que la ficción propone cuando, al entrar en el relato de una película fantástica, parecen provocar en la escena un llamado a lo sobrenatural. Esa voz hombruna que lxs determina será tan irreal como sincera en la medida en que la muerte es el contacto con todo aquello que no podemos dominar.
La forma de trabajar la ausencia que encuentra Luciano Suardi como el padre muerto que lxs toca y a veces habla por ellxs, le da a esa partida un tono de ilusión, de reflejo final de su inventiva.
Pero es allí, donde tiradas a la furia de algunos perros o empecinadas en saber qué le pasa al propio cuerpo cuando la menstruación no viene, que la sangre empieza a ser una imagen clara y diversa para Romina y Renata. Conquistadas por esa hermandad repentina que ocurre en cuanto ven a Rodrigo, Mariel Fernández y Paula Grinszpan realizan un trabajo armonioso donde el desconcierto se une con una hilaridad mágica. En ellas está lo sensible pero tamizado por esa competencia dócil de hermanas que tiene la astucia de una interpretación entendida como una nueva escritura, como una mirada más allá del texto.
Para partir podría ser un ensayo sobre la condición de ser hermanxs y entonces Mónica Raiola llega para brindar una lucidez de comedia, cierto realismo ácido de la mujer que elige dejar su desgracia a un costado. Porque la dramaturgia de Sánchez Mestre habla de lo diminutxs que somos frente a las fatalidades, de lo difícil que puede ser cumplir con las pautas de un duelo o, tal vez, de lo singulares, rabiosas y extremadamente osadas que son estas etapas. De todo aquello que irrumpe cuando alguien muere y nos deja ese legado invisible que está en ese tiempo incierto donde ocurre la posibilidad de pensarse.
Mara Bestelli compone a su criatura desde una personalidad que rechaza el dolor. En ella está la perplejidad de la muerte pero convertida en una potencia que no quiere tener que vérselas con el pasado.
Porque todas aquí se transforman. Elena ya no parece tan segura y en Romina se despierta algún deseo que la vuelve nueva, Renata no tiene una vida tan perfecta y Susana no es tan insoportable. La bella jovencita, tal vez, no haya sido la última amante de Roberto sino un regalo que él le dejó a una de sus hijas, como esos descubrimientos que ocurren cuando la pena parece ser la única ocupación.
Para partir se presenta de jueves a domingos a las 20.30 en el teatro Sarmiento. Av. Sarmiento 2715. CABA.