“Dejándole un saludito a la cátedra de Ana Valderrama”, dice el mensaje que circuló por whatsapp, pero también en carteles, pocos días después de la primera elección de decano en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario. La docente, que pertenece al campo nacional y popular –así se define–, es la vicedecana saliente y como consejera directiva se abstuvo en esa votación, aunque es parte de la alianza que gobierna distintas facultades de Rosario, entre el kirchnerismo y vastos sectores radicales. El ataque estaba dirigido a Valderrama y no al decano Adolfo del Río, que en esa asamblea había sido reelecto, con su propio voto de desempate (como indica el reglamento). Las agrupaciones opositoras a Del Río pidieron la nulidad de la Asamblea, el Consejo Superior de la UNR lo aceptó, se hizo otra votación y Del Río fue efectivamente reelecto. Quienes habían perdido la primera votación, irrumpieron (antes de la segunda) con gritos, insultos y golpes en el aula donde Valderrama daba clases, ya que es titular de una cátedra de Introducción a la Arquitectura, Proyecto 1 y Proyecto 2, del ciclo básico. Que sea Valderrama el blanco de los ataques tiene un sesgo sexista que ella no va a dejar pasar.
“Lo más llamativo es que si a alguien se tenían que quejar era hacia el decano, y ni siquiera le pidieron explicaciones por escrito ni nada, la violencia fue directa hacía mí”, consideró la profesional, para quien el objetivo último era forzar a que el kirchnerismo cambiara el sentido de sus tres votos, y en lugar de apoyar a Del Río, se volcara a la alianza entre el Partido Comunista Revolucionario y el Partido Socialista que apoyaba a Rubén Palumbo. Para Valderrama, el ataque en su contra no fue una estudiantina. “Había dos o tres docentes que habían planificado todo, fue una acción planificada, no surgió espontáneamente”, expresó. Les estudiantes que estaban en el aula de Taller se asustaron, y se desconcertaron ante la irrupción a los gritos cerca del aula. Más tarde, Valderrama también se enteró de comentarios realizados por docentes en grupos de whatsapp, en la que decían que los estudiantes se lo merecían “por elegir esa cátedra”.
Tras estas embestidas, una solicitada firmada por Nora de Cortiñas, Adolfo Pérez Esquivel y Ni Una Menos, entre cientos de adhesiones, ponía el acento en la violencia de género que supuso todo el accionar. “Ninguna divergencia político-institucional justifica el uso de la violencia para dirimirla”, dice el comunicado y relata minuciosamente los hechos. “En el día lunes 29 de abril, el Taller Valderrama sufrió un ataque violento de parte de un grupo de docentes y estudiantes de la facultad de entre quienes se encontraban reunides en una asamblea autoconvocada y autodenominada ‘No es un error es fraude’. La asamblea había sido convocada en el marco de la resolución tomada por el Consejo Superior de la UNR que decidiera esa mañana por amplia mayoría (26 votos a favor, 6 en contra y 1 abstención) declarar nula la Sesión Especial llevada adelante el día miércoles 24 de abril y reprogramarla en un tiempo perentorio”, relatan sobre el contexto político. El acto sucedió “durante el cursado de clases cuando personas descontroladas comenzaron a golpear las ventanas, insultar, gritar y pegar carteles de afuera hacia adentro irrumpiendo en las actividades académicas y generando un clima de vulnerabilidad institucional, física y psíquica para estudiantes y docentes que se encontraban trabajando y participando de una clase teórica. Asimismo se intentó romper una instalación artístico–espacial realizada por estudiantes de Introducción a la Arquitectura, que se encontraba expuesta en el hall de la facultad y que ya había sido atacada el día miércoles 24 de abril luego de la Sesión Especial del Consejo Directivo”.
Que sea Ana Valderrama el blanco de estas acciones no sólo se debe a los tres votos (dos docentes y uno estudiantil de la agrupación Dominó) ligados al kirchnerismo. Como vicedecana, Valderrama participó activamente en la conformación del Procedimiento por Violencia de Género, que hoy tiene una responsable en la facultad, y fue también la cara visible de la respuesta institucional a la denuncia pública de alumnas contra docentes acosadores, que en mayo del año pasado derivó en que la Universidad Nacional de Rosario apurara la aprobación del Protocolo de Actuación contra la Violencia de Género. La acción de las estudiantes conminó a la Facultad, y a la UNR, a dar respuestas.
Valderrama no relaciona una cosa con otra, más bien apunta al costado político. “Soy la referente política del espacio nacional y popular en la Facultad, y todo esto es bastante curioso porque somos la fuerza minoritaria, somos los que menos votos tenemos en el Consejo Directivo”, dice la docente, quien considera que toda la acción intimidatoria tenía “como única razón la persecución política para impedir que votemos”. Hilando más fino, cree que la acción desatada “tiene que ver con una especie de bronca de que el campo nacional y popular lidere los procesos más democráticos de nuestra Facultad, porque eso pone en evidencia que somos el sector progresista”. Dejó en claro también que fue “una acción directa para doblegar nuestro voto y lo que lograron fue todo lo contrario”. De hecho, cuando terminó el episodio, uno de los asambleístas fue al aula a explicar sus críticas. “Dijo que era porque nosotros habíamos votado al radicalismo. Nunca sucedió en la Facultad de un hecho tan dirigido y claramente intimidatorio”, afirmó.
El embate no terminó ahí: como algunes estudiantes le pidieron a Valderrama que les explique qué era lo que estaba pasando, la docente trazó un panorama político, en el que eludió cualquier nombre propio. Edgardo Bagnasco, que era candidato a vicedecano de la fórmula vencida, y que forma parte de los espacios que organizaron la asamblea, presentó una carta documento contra la docente por injurias y calumnias y reclama que se le haga un sumario. Además, existen mensajes en las redes sociales de claro sesgo machista, que “demuestran claramente que el acto está teñido de violencia de género, persecución ideológica e intimidación política”, según expresa la solicitada.
“Este tipo de escraches violentos exceden los límites del derecho a la libre expresión y manifestación que no pretendemos restringir, sino que están fundados en intentar doblegar posiciones políticas e ideológicas, y por lo tanto configuran un acto de persecución y discriminación en razón del legítimo ejercicio del derecho a la participación política”, dijeron las cientos de personalidades sumaron su firma en defensa del derecho de Valderrama en tanto mujer y militante política.