Desde Caracas
El chavismo y la oposición están reunidos en Noruega para un primer acercamiento. La noticia trascendió el lunes por la tarde de manera extraoficial, y generó reacciones en cadena, disparos cruzados, un ruido a lo interno de una derecha que no tiene acuerdos acerca de un punto central de todo conflicto: el diálogo.
Juan Guaidó, autoproclamado presidente y con fuerzas disminuidas, reconoció la reunión en Noruega y afirmó que la misma no modificaba su hoja de ruta que tiene como punto de inicio el cese de la usurpación, es decir la salida de Nicolás Maduro de la presidencia. En contraste con sus declaraciones, Julio Borges, del partido Primero Justicia, quien representa a la oposición en el Grupo de Lima, afirmó haberse enterado de la iniciativa “una vez que era pública” y que no avala “ningún tipo de diálogo con la dictadura”.
Las reacciones a la noticia trascendida mostraron el desacuerdo que existe entre las fracciones de la derecha respecto a cómo avanzar en la estrategia golpista. Las diferencias se centran en algunos puntos centrales: la posibilidad o no de un acuerdo donde Nicolás Maduro permanezca en la presidencia, donde el chavismo pueda ser parte o no de un escenario electoral sin Maduro, y parte o no de un escenario de gobierno transición. Para algunos sectores como el de María Corina Machado, la resolución debe ser sin Maduro, sin el Partido Socialista Unido de Venezuela, y sin ninguna expresión del chavismo. Según esa matriz, expresada también, entre otros, por Borges y parte de la base social, todo diálogo con el gobierno es traición.
La reunión en Noruega, que no fue confirmada de manera directa por el gobierno venezolano, no causó repercusiones negativas al interno del chavismo. Maduro en persona ha planteado desde el comienzo de año, y ante cada intento de golpe de Estado de la derecha, que está dispuesto a sentarse a dialogar.
El acercamiento en Noruega contrasta a su vez con varios acontecimientos que se sucedieron y que están por acontecer. El primero ha sido la reunión de Julio Borges y Carlos Vecchio -representante de Guaidó en EEUU- con el subsecretario de defensa norteamericano para el hemisferio occidental, un encuentro que se conecta con el que mantendrá, según anunció Guaidó, el próximo lunes Vecchio con el Comando Sur. Esas dos reuniones forman parte del relato intervencionista que sostienen varios actores a lo interno de los EEUU, y, sobre lo que no existe aún acuerdo al interior de la administración Trump y los diferentes actores que conforman el Estado profundo.
El segundo acontecimiento ha sido la decisión norteamericana anunciada el miércoles en la tarde de suspender todos los vuelos comerciales y de pasajeros entre EEUU y Venezuela. En cuanto al tercer hecho ocurrió el jueves en la mañana, cuando EEUU ingresó por la fuerza a la embajada de Venezuela en Washington. En la embajada se encontraban activistas autorizados por el gobierno, que fueron arrestados.
“EEUU intervino violando la convención de Viena, no es la primera vez, ya lo hicieron con nuestro edificio consular en Nueva York”, afirmó Samuel Moncada, representante de Venezuela ante Naciones Unidas. “Es un problema para todos los diplomáticos del mundo, afecta la inmunidad de las sedes diplomáticas de todo el mundo”, declaró, y repitió lo que el gobierno ha planteado de manera repetida: “Estados Unidos está preparando una guerra contra Venezuela”.
La reacción de Guaidó ante los hechos de la embajada fue la que se esperaba: agradeció al gobierno norteamericano. Según esa postura la acción habría sido legal ya que la habría solicitado el “legítimo gobierno venezolano”. Esa construcción de sentido es la misma que ha empleado para justificar todas las acciones contra Venezuela. Así el robo de Citgo -empresa petrolera en EEUU donde PVSA es socia mayoritaria- no sería robo sino repuesta a un pedido de Guaidó, y una posible acción militar no sería una intervención sino una cooperación.
La creación de un gobierno paralelo sin capacidad de gobierno a lo interno de Venezuela muestra entonces su rol en la arquitectura del intento de golpe de Estado: darles una legalidad y legitimidad inexistentes a las acciones unilaterales de EEUU para derrocar a Nicolás Maduro.
Dentro de ese contexto el presidente Nicolás Maduro recibió el jueves por la noche al Grupo Internacional de Contacto en el Palacio de Miraflores. La delegación estuvo integrada por representantes de gobiernos de Europa y de América Latina que impulsan El Grupo Internacional, que se había reunido por última vez en Costa Rica el 7 de mayo. El espacio, que se plantea como mediador, mantiene la postura del diálogo y las elecciones como forma de resolución de un conflicto que ya lleva casi cuatro meses desde que Guaidó se autoproclamó presidente de la república en una plaza de Caracas situada en las antípodas geográficas del Palacio de Miraflores.
La situación a lo interno del país se mantiene mientras tanto con un descenso de las iniciativas de la derecha. Guaidó no ha anunciado nuevos intentos de movilizaciones, una decisión que se debe al fracaso de la última actividad el día sábado que no logró reunir a más de dos mil personas. El centro de los debates se encuentra en los frentes internacionales de diálogos, en un conflicto cuya dimensión geopolítica es en una de sus claves definitorias.