Desde Roma
La Corte de Justicia de la Unión Europea fue clara: un refugiado en fuga de un país en el cual corre peligro de torturas u otros malos tratos inhumanos, prohibidos por la Convención de Ginebra, no puede ser repatriado o rechazado de un país europeo, aun cuando su status de refugiado le sea negado o revocado por razones de seguridad. La decisión de la Corte surgió luego de los recursos legales presentados en Bélgica y la República Checa por tres inmigrantes (de Costa de Marfil, Congo y Chechenia) a los que presuntamente se les había quitado el status de refugiados por delitos locales.
La decisión de la Corte no le hizo cambiar ninguna idea al ministro del Interior italiano y viceprimer ministro, Matteo Salvini, sobre el tratamiento de los refugiados. Salvini ha centrado gran parte de su accionar como ministro contra los inmigrantes, tanto desde que llegó al gobierno en junio de 2018 como ahora, que es candidato en las elecciones Europeas del 26 de mayo. Su principal slogan es que él piensa en la “seguridad” de los italianos y acusa a los migrantes de ser delincuentes, violadores y traficantes de droga. Ha habido en efecto algunos casos de delincuencia y de violaciones por parte de migrantes, pero no se trata de grandes números. En cuanto a la droga, es sabido que el tráfico de droga en toda Europa y por supuesto en Italia, está controlado por las mafias locales, en particular la ‘Ndrangheta de Calabria y la Camorra de Nápoles, no por los extranjeros.
Para combatir a los migrantes Salvini elaboró el llamado “decreto seguridad”, aprobado en noviembre pasado, con numerosas normas para obstaculizar las llegadas y la permanencia de los migrantes, cerrando además los puertos a los barcos con prófugos, especialmente a las naves de organizaciones gubernamentales que salvaban en el Mediterráneo a los miles de africanos que intentaban llegar a Europa en barcazas, luego de haber pagado miles de euros o trabajado como esclavos para los traficantes de seres humanos. El último hecho, ocurrido esta semana, tiene como protagonista a la nave de una ONG alemana pero con bandera holandesa, Sea Watch III, que rescató a 65 migrantes en aguas internacionales del Mediterráneo, frente a Libia. Salvini le prohibió acercarse a un puerto italiano, aunque entre los 65 migrantes haya una persona discapacitada, 11 mujeres, 15 menores de edad de los cuales 8 sin familias, y dos bebés.
Esta semana el ministro italiano envió para la discusión en el consejo de ministros el nuevo “decreto seguridad bis”, y quisiera que fuera aprobado antes del 26 de mayo. Prevé, entre otras cosas, multas por cada migrante que descarguen en Italia los barcos de salvataje, revocar las licencias a los barcos que lo hagan si son italianos, dinero para financiar a policías de otros países que actúen como infiltrados en esos transportes.
“Salvar vidas humanas no es un crimen. Repatriarlos sin proteger su dignidad y su seguridad, sí lo es”, afirmó en una declaración Mediterranea Saving Humans, una de las pocas organizaciones no gubernamentales que todavía rescatan gente en el mar, luego de que muchas otras decidieron retirarse por los múltiples obstáculos puestos por el gobierno italiano y los procesos iniciados contra algunas de ellas.
Según Salvini, en Italia la ley “no cambiará” (el decreto seguridad) pese a la decisión de la Corte de Justicia europea. Es más, precisamente por esta decisión de la Corte, según él ,queda claro que “hay que cambiar a Europa”. Cambiar a Europa es una bandera levantada más o menos por todos los partidos italianos, de izquierda, de centro, de derecha. La diferencia está en las cosas que cada uno quiere cambiar y en esto Salvini y su partido derechista, La Liga, ponen el acento en “los italianos primero” (al estilo Donald Trump y su “America first”) y consideran que es necesario detener a todos los inmigrantes, sean considerados o no refugiados por Europa. Las normas europeas consideran como refugiados, no a los migrantes económicos, sino a quienes son perseguidos por razones políticas o religiosas en su país o provienen de naciones en guerra. Pero a Salvini eso lo tiene sin cuidado. Se presenta como un gran defensor de la seguridad de los italianos y europeos, y agita esa bandera para las elecciones.
En Europa, sin embargo, no todos le creen. Si bien tiene puntos en común con los actuales gobiernos de Austria, Hungría y Polonia sobre el tema migrantes, Salvini quisiera poder entrar en el Partido Popular Europeo (PPE) de centro-derecha, integrado por 73 partidos de toda Europa y que actualmente controla 216 de los 751 escaños parlamentarios. Aunque cuenta en el PPE con algunos amigos, como el partido de Silvio Berlusconi, Forza Italia, otros miembros importantes del PPE, como la canciller Angela Merkel de la alemana Unión Cristiano-Democrática, se oponen a su ingreso por considerarlo demasiado extremista. Alemania, no hay que olvidar, es el país europeo que más refugiados ha acogido en los últimos años (669.482), seguido de Francia (304. 500) y Suecia (230.164), según datos de 2016 de Acnur, la organización de la ONU para los refugiados. Italia recibió 147.370 en el mismo período.