León Gieco toma un libro en sus manos, lo ojea unos minutos, dice ante la multitud: “Me gustó la foto de tapa. Una mujer bajita de pañuelo blanco, sonrisa de amor, foto de su hijo en mano y en la otra el puño alzado con otro pañuelo, pero verde. Una imagen que ahorra mil palabras”. Lo que describe es la tapa de Norita. La madre de todas las batallas, la flamante biografía de Nora Cortiñas que se presentó anoche en la sala grande del Hotel Bauen, donde no cabía un alfiler. La imagen es ilustrativa: tal cual está en la foto –alegre, luchadora, obstinada– la describieron quienes subieron al escenario, todos militantes de distintas causas y compromisos, pero igual de reflejados con la integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, a la que llamaron “faro” y “ejemplo”.
Publicado por Editorial Sudestada, el libro fué escrito por Gerardo Szalkowicz, que anoche dijo que lo escribió “como muestra de gratitud”. Empieza con su nacimiento y termina con alguna lucha que ya quedó “vieja”, porque desde que se cerró el libro hasta ahora, contó el autor, Cortiñas estuvo presente en innumerables actividades y movilizaciones más. “Es imposible abarcar el universo Norita y también es imposible seguirle el ritmo. Estuvimos un año y medio haciendo el libro y podríamos haber contado un montón de cosas más”, dijo el periodista, que en sus página define a Nora como una de “las principales referentas políticas y éticas del país”.
No faltó nadie, o casi nadie. En primera fila estuvieron algunas de las “chicas de la Plaza” (como definió la homenajeada a sus compañeras de organización), y también artistas, intelectuales, y referentes de derechos humanos, entre otras personalidades, además de una multitud que fue a aplaudir a la “rockstar de la vida real”, como se la define en el libro. Estuvo la pedagoga Claudia Korol y la periodista Liliana Daunes leyó un poema, lo mismo hizo la actriz Leonor Manso, y Nacho Levy, director de la Garganta Poderosa, fue ingenioso para cumplir con el pedido de Nora de que no la halaguen tanto, porque le daba pudor. “Voy a decir tres defectos, entonces”, dijo el líder del proyecto villero e hizo reír a todos: “Norita es impuntual. La llamamos cuando estamos presos en una celda, y cuando llega nos sentimos en libertad; es intransigente, porque desde el peso de su legitimidad sabe qué concesiones hacer y cuáles no, para no hacerle el juego a la derecha; y nos hace sentir mal, porque cuando con algunos compañeros jóvenes nos miramos cansados, Nora ya fue de Kurdistán a Malvinas, de Malvinas a Cushamen, de Cushamen a la villa y de la villa a Palestina”.
La halagaron todos, de alguna u otra forma, aunque ella se obstinó una vez más en pedir que no. Rogó en cambio otra cosa, otro tipo de homenaje, que repitió durante las múltiples veces que tomó el micrófono jurando que era la última, aunque ya hubiera pasado su turno de hablar. “Vengan los jueves a la Plaza, que ahí es dónde nos damos amor”, dijo primero. Y casi hacia el final agregó: “También pedimos que los jueces abran los archivos y nos digan qué pasó con todos los desaparecidos y a quiénes dieron en una falsa adopción. Ya es hora, las Madres los seguimos extrañando y lo necesitamos mucho”, sentenció.
Cortiñas quería una “presentación atípica, informal, y descontracturada” y eso sin dudas tuvo. La “casa de las trabajadoras”, como definió anoche a la cooperativa del Bauen, se llenó de anécdotas, de risas, de canciones de Gieco, que sobre el final del homenaje subió con su guitarra y su armónica para armar un karaoke colectivo de sus temas más famosos. La gente entonó emocionada clásicos como Carito, La Memoria, La Cigarra, el chamamé Kilómetro Cero, con Norita bailando a su lado, y emocionó a todos con un tema nuevo, Ausencias, que habla de los que no están y todos recordamos, y que forma parte del nuevo disco que León grabará próximamente.
También estuvo “el vinito de siempre”, al que Cortiñas celebró. “Los amo a todos y quiero que sepan que todo lo que dice el libro es verdad, no hay ficción. Es la historia de una chica de barrio como otras, que una vez se enamoró y tuvo hijos. Yo ahora estoy acá pero ellos también estuvieron y cada vez que leo en el libro las partes de mi hijo Gustavo, que no está, lloro mucho porque las madres somos así”, emocionó la “gigante”, como la definieron anoche. “Quise contar mi historia para que sirva y me parece que lo que quedó tiene una potencia grande que se puede contar en los colegios. Claro que para eso Gerardo tuvo que sacar algunas cuántas palabras, porque ustedes saben cómo hablo yo”, cerró la Madre de todas las batallas, que sin darse cuenta anoche también dio una: la de bancarse el homenaje del que tanto renegó.