Con 14 recesiones entre 1950 y 2016, la Argentina se ubica segunda a nivel mundial como el país que más tiempo vivió con destrucción de su Producto Bruto Interno (PBI), sólo detrás de República Democrática del Congo. Así lo refleja un informe realizado entre el Banco Mundial y la Cámara Argentina de Comercio (CAC), que no llega a contabilizar, por el corte temporal del estudio, la recesión de 2016 completa ni la de 2018 y 2019, lo que deja al macrismo con la marca histórica de tres de sus cuatro años de gobierno con caída de la actividad. Sin contar con esos tres episodios de caída, Argentina exhibe que el 32 por ciento del período de 66 años analizados estuvo en recesión. “Una de las principales explicaciones del magro desempeño macroeconómico de Argentina es su tendencia a llevar un nivel de vida fuera de su alcance”, sostiene el Banco Mundial. Lo que no da cuenta el estudio es que los principales episodios recesivos se dieron durante la aplicación de reformas de libre mercado, mientras que los períodos de auge fueron en las etapas de políticas populares.
El informe aconseja para romper esta inercia “una sólida gestión macroeconómica que permita lograr estabilidad de los precios y un camino sostenible en términos fiscales”. De manera técnica y algo elíptica, el Banco Mundial y de la entidad empresaria intentan darle sustento a la idea de que las crisis recurrentes en los últimos 70 años de historia argentina responden a la aplicación de políticas de estímulo a la demanda interna y asistencia social. “Una de las principales explicaciones del magro desempeño macroeconómico de Argentina es su tendencia a llevar un nivel de vida fuera de su alcance, lo cual impulsa endógenamente sus ciclos de auges y crisis”, asegura el informe, en sintonía con las expresiones del titular del Banco Nación, Javier González Fraga (“Le hicieron creer al empleado medio que podía comprar celulares e irse al exterior”).
Otra idea arraigada en el arco empresario y el gobierno de Cambiemos para justificar la constante necesidad de realizar un ajuste fiscal. Sin embargo, el macrismo lleva adelante hace dos años una política de fuerte contracción monetaria, de caída real del salario y las jubilaciones, ajuste en gasto social e inversión y libre tipo de cambio y la situación económica empeoró.
Lo que no detalla el informe es cuáles fueron los períodos en los cuales hubo recesión o crecimiento del Producto. Un relevamiento realizada por Foco Económico detalla que entre 1951 y 1974 la economía creció a un ritmo promedio de 3,7 por ciento anual, acumulando en el período una mejora de la actividad de 132,5 por ciento. Tras el arribo de la dictadura cívico-militar de 1976 la actividad se estancó y comenzó a retroceder. En democracia, entre 1987 y 1990 –última etapa de Raúl Alfonsín y primer mandato de Carlos Menem—hubo una recesión promedio de 3,9 por ciento anual, acumulando una caída de 11,3 por ciento en el Producto. En este período se toma en cuenta la hiperinflación de Alfonsín y el comienzo de las reformas del Consenso de Washington durante el menemismo.
El segundo proceso extendido de recesión, y el más profundo hasta ahora fue entre 1998 y 2002 (con la crisis económica y social de 2001-2002 en el medio del período), que implicó una recesión de 4,7 por ciento anual y un acumulado de 17,6 por ciento, según el relevamiento de Foco Económico. Estos procesos destructivos fueron incluso mayores al que resultó de la crisis del 30: entre 1929 y 1932 el PBI argentino se contrajo 3,6 por ciento anual, 10,5 acumulado. El informe de la CA y el Banco Mundial no lo toma en cuenta y solo se enfoca en los “últimos 70 años de crisis en la Argentina”.
Estos procesos de recesión –con una duración promedio de 1,6 años—hicieron que el crecimiento económico promedio de largo plazo del país fuera solo 2,7 por ciento, por debajo de los niveles que presentan los países de la región (3,7 por ciento). Pese a la evidencia empírica, el informe insiste en que “el modelo de desarrollo que debería adoptar Argentina se centra en sostener el crecimiento mediante la apertura de la economía y el establecimiento de las condiciones para un crecimiento impulsado por el sector privado”.
El documento también alerta por la crítica situación actual. “Los contantes desequilibrios macroeconómicos combinados con grandes necesidades de financiamiento externo, hicieron que Argentina se volviese vulnerable a las turbulencias en los mercados emergentes que se registraron a fines de abril (2018), lo que llevó a una fuerte depreciación del peso y un aumento del riesgo país. Como respuesta a esta situación, el gobierno solicitó una línea de crédito de emergencia ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) a principios de mayo y aceleró la implementación de algunas reformas clave”, señala. En este sentido, apoya las reformas que impulsa el organismo multilateral en materia laboral y previsional. “La necesidad de un consenso social para garantizar la sostenibilidad de las pensiones es un punto que cobrará cada vez más importancia a medida que la población envejece”, insisten el BM y la Cámara de Comercio.