Cuando Fernando Cabrera, sentado en su casa, recibió la noticia de que iba a tocar con Jorge Fandermole, la reacción inmediata fue revisar toda la discografía del compositor santafesino. “Escuché una canción tras otra y me fui guiando por la intuición, por esos chispazos que hacen que un tema te guste más que otro sin saber por qué. Así fui eligiendo”, detalla el cantor, guitarrista y compositor montevideano, acerca de los primeros movimientos de la juntada. De los pasos iniciales hacia una confluencia de cracks musicales ribereños que se revelará al público el sábado 18 de mayo a las 20.30, en el Teatro Opera (Corrientes 860), en el marco del ciclo FestiBAl Otoño 19. “Lo siguiente fue mostrarle las elegidas a él. Por suerte, no puso ningún reparo”, extiende Cabrera, en el paso a paso previo que, por supuesto, también implicó una operación similar de parte de Fandermole. “Yo busqué las canciones que más me llegaban y listo. Después, es todo experimentación y ver cómo va sonando”, dice él creador de “Era en abril” y “Río marrón”.
El input de la reciprocidad, del don y contradón musical inaugural entre ambos resultó centralmente en dos canciones, una de cada uno. La de Fandermole que más sorprendió de Cabrera fue “El miedo”. Y la de Cabrera que más activó las papilas estéticas de Fandermole fue la lejana “Paso Molino”, que el uruguayo grabó en su disco debut, como un homenaje al barrio de Montevideo en que nació. Ambas, por supuesto, van de cajón a la lista de temas del concierto conjunto. “Yo no sabía que era su canción más vieja”, admite el argentino. “Escuché la versión original, después dos más, y siempre me gustó mucho el carácter del tema. Luego me enteré de que él la daba como su primera canción terminada. No sé, la elección tiene que ver con algo difícil de explicar, que aparece cuando decís ¡qué conmovedor es esto! Y a partir de esa conmoción, empezás a probar modos de apropiarte de eso. La emoción de lo estético, quiero decir, siempre abre una puerta maravillosa”.
–El factor emotivo como principio motor, como origen de la belleza...
Jorge Fandermole: –Absolutamente, sí. Después, lo demás es lo que ayuda a que uno empiece a pensar en cómo apropiarse de la canción. A buscarle una sonoridad, una familiaridad propia.
–¿Necesitaste que Cabrera te cuente la historia de esa canción tan emblemática para apropiártela mejor?
J. F.: –No, porque hay cosas que son manifiestas pero hay otras que no. No sé hasta qué punto uno tiene que enterarse de los detalles íntimos de la canción del otro. Tal vez no sea importante eso, porque el fenómeno ocurre igual. El lenguaje cumple su función al provocar todo ese movimiento.
Fernando Cabrera: –Lo único que hizo fue preguntar por el título.
J. F.: –Sí, claro. No sabía que Paso Molino era el nombre del barrio de Montevideo donde nació Fernando.
F. C.: –Difícil darse cuenta de eso, además, porque nunca nombro al barrio en la canción, sino que lo describo: “Rosedal, senderos, bancos, soledad y la fuente que llora su tristeza”.
–Además, no es fácil descubrir a Cabrera.
J. F.: –Igual, las canciones tienen marcas que funcionan bajo la posibilidad de pisar diferente en cada una de las sensibilidades de quien escucha. Por ende, nunca van a remitir a lo mismo. Siempre va a tocar lugares de lo íntimo, del recuerdo, de la experiencia particular de cada uno, como en el caso de “Paso Molino” y muchas otras. Eso es lo que a mí me maravilla, porque además no pasa con la canción propia sino con la que te apropiás del otro.
F. C.: –Por eso me parece bueno darle al otro la posibilidad de que haga lo que quiera con tus canciones. La libertad de elegir donde se sienta más cómodo, donde la “vibre” más.
J. F.: –Y lo agradezco, porque eso el algo que no voy a lograr con mis canciones. Hay una cierta subjetividad que te lo impide y que no aparece con la canción del otro.
F. C.: –Porque lo que suele asombrarte de la canción del otro es lo que uno no es capaz de hacer. Eso es lo que pone en un lugar de admiración y sorpresa.
–Es la primera vez que van a tocar juntos. ¿Podrían profundizar en cómo se fue produciendo empíricamente el acercamiento, más allá del paso inicial del que hablaron al principio?
F. C.: –Antes de juntarnos personalmente, cada uno elaboró un poco qué hacer, qué tocar, qué cantar de la canción del otro... un coro, una segunda voz, un arreglo de guitarra. Jorge hizo un trabajo increíble en mis canciones. Me ha dejado asombrado guitarrísticamente. Yo hice lo que pude con las suyas, y recién a partir de ahí nos juntamos a ensayar y a charlar para ver cómo quedaban las cosas. Todo fue encajando muy bien, de forma muy natural.
–¿En qué punto confluyeron con más “intensidad”, por decirlo de alguna manera?
F. C.: –Todo arranca de una cosa muy básica, simple: los dos hacemos lo mismo. Aquí hay un punto de partida, más allá de las estéticas, los estilos, o las formas de cantar y componer. Sin llegar a ese plano, ya hay un punto común que es tocar la guitarra y cantar. Pero además somos de la misma región, tenemos la misma cultura. Ambas instancias configuran un punto a favor, porque hace que nos entendamos, además de tener gustos parecidos y tocar la guitarra de una manera similar. Incluso hasta diría que componemos de una manera similar. No igual, similar. También tenemos intereses en común, puntos de vista parecidos respecto de lo que queremos hacer con este formato tan lindo que es la canción. No sé, quiso el destino que hasta ahora no nos cruzáramos, pero también quiere el destino que ahora nos crucemos. Y esto es positivo para los dos. A mí, por lo menos, me llena de entusiasmo y me indica que el resultado artístico va a ser satisfactorio. Nadie va a salir desilusionado de acá.
J. F.: –Porque además tenemos ejercicios parecidos en términos de juntarnos guitarristas y cantores.
–¿Se puede decir cantautores? Porque a algunos los incomoda esa categoría..
J. F.: –Me es indiferente. Son como modos de definir, no sé. Nosotros componemos y cantamos las canciones nuestras, ero lo que interesa aquí es poder aprender del repertorio del otro. Pasarlo uno por tu propia voz y tu instrumento, conocer desde más cerca el lenguaje que el otro utiliza, quiero decir, porque a uno eso también lo modifica, en cuanto al modo de ver las obras, de decirlas y plantearlas. Hay una novedad en eso a partir de la cual uno se modifica de algún modo. Siempre se trata de una experiencia nueva para cada quien, y es muy bueno juntarse a cantar y a tocar la guitarra de a dos. Es algo que ambos hemos hecho bastante, además.
–Vos con Raúl Carnota o con Adrián Abonizio, entre otros. Y Fernando con Eduardo Mateo, por ejemplo. ¡Grabó un disco con Mateo, el tipo!
F. C.: –No soy tan prolífico como se dice pero sí, grabé un disco con Mateo y todavía no lo puedo creer. Pasaron no sé cuántos años, y todavía no lo puedo creer. La vida ha sido muy generosa conmigo.
–¿Cómo está prevista la estructura del recital?
F. C.: –Durante una buena parte vamos a tocar los dos juntos, con arreglos especiales de las canciones de ambos hechos para la ocasión. Después, una pequeña parte va a estar destinada a cada uno por separado. Pero el meollo está dado por la participación conjunta.
–¿Con banda?
F. C.: –No. Por suerte, no (risas)