Se puede poner el eje en lo bien que juega el pibe Almada, en el buen trabajo que viene haciendo el Gringo Heinze en Vélez, en lo mucho que ataja Andrada o en la mala racha de Armani, en los esquemas tácticos que elige Alfaro, en si tiene razón o no el Chacho Coudet cuando se queja de las lesiones de sus jugadores que no tuvieron ni un día de descanso porque enseguida tuvieron que empezar otro torneo, en las presiones que reciben los jugadores de fútbol; en los sistemas de campeonatos absurdos que hacen que un equipo descendido en un torneo pueda clasificarse campeón en el otro, en los arbitrajes deficientes, en las patadas criminales.
Se puede poner el eje en la aparición de jugadores jóvenes que hacen alentar alguna esperanza después de años de despropósitos en las selecciones juveniles, en lo lamentable que resulta que un pibe como Sosa con todo lo que promete se tenga que ir al Everton de Inglaterra con un puñadito de partidos en primera. Pero no.
Se puede poner el eje en el juego, en el hecho de que a la mayoría de los equipos argentinos les cuesta salir a uno o dos toques desde el fondo por falta de técnica, por falta de entrenamiento con la pelota, por las deficiencias de los campos de juego o por la suma de todo eso.
Se pueden saludar o no los gestos como el de Bielsa, sus declaraciones llenas de sensatez, su humor para aceptar las derrotas y hasta se puede debatir sobre su apelación al Fair Play, en un tono que evite cualquier brote sensacionalista. Se puede discutir y debatir sin gritar, sin insultar, sin agredir, sin avivar el fuego. Se puede todo eso, pero no.
En la mayoría de los programas deportivos de la radio y la televisión se manipula, se acerca leña para incentivar a que otros (una hinchada, un jugador, un director técnico) terminen echando nafta al fuego ya encendido por ellos. ¿Los directores de cámara que buscan obsesivamente al jugador que sale reemplazado para ver cuánto putea, los que enfocan al que grita o no grita un gol, los que se ensañan con el que cometió un error, los que se regodean con la discusión entre jugadores de un mismo equipo, están interesados en el juego?
La maquinaria que funciona a full para fomentar el odio entre pares nos termina envolviendo a todos. Y es probable, por eso, que esta nota termine resultando más de lo mismo. ¿No deberíamos parar un poco la pelota?