Andrea Cataldo es secretaria de la Asociación Cooperadora de la Escuela 12 del DE 7 Facundo Zuviría, en Flores. Forma parte de la comisión de comedor, que se encarga de controlar diariamente el servicio que prestan las empresas concesionarias. En diálogo con PáginaI12 denunció la mala calidad de la comida y que las raciones que envían no alcanzan.
–¿Cómo evalúa la calidad del servicio en los comedores escolares?
–Hay dos temas: por un lado, lo que pasa con las raciones y, por otro, la calidad del servicio y de la comida. Este año en nuestra escuela arrancamos con menos raciones que las que necesitábamos: nos daban 257 raciones por día y necesitábamos 338. Primero, porque el gobierno porteño se maneja con números del año pasado y la escuela tuvo un aumento de la matrícula, como muchas otras escuelas, por la situación económica. Pero, además, porque el gobierno decidió que aquellos que no habían cumplimentado el trámite de inscripción on line directamente no podían comer en la escuela. Así fue como arrancamos el año con una notita que decía que aquellos que no hubieran pedido la beca, tenían que irse a la casa o llevarse vianda. Algo escandaloso e inadmisible. Entonces, desde el primer día de clases empezamos a organizarnos en la comunidad hasta que finalmente logramos que nos suban a la cantidad de raciones, pero aún así hoy nos están faltando unas 25.
–¿Y respecto a la calidad de la comida?
–Sabemos que hay algunos problemas que tienen otras escuelas y nosotros no. Por ejemplo, una vez pedí que cambiaran una partida de carne y nunca más mandaron una carne podrida. O sea, las empresas saben en qué escuelas mandar mercadería de peor y mejor calidad, porque saben en qué escuelas controlamos más. Lo que sí tenemos, y esto es algo que pasa en todas las escuelas, es un problema sobre la calidad nutricional de alguno de los menús que instalaron con el marketing de lo saludable. Por ejemplo, ellos dicen que sacaron las salchichas porque no son saludables, pero ahora trajeron una milanesa a la que yo le digo “plastinesa” porque no son milanesas –hechas con carne y pan rallado como en cualquier casa y como se hacía en las escuelas hasta hace dos años– sino que son un producto preelaborado y prefrito que de saludable no tiene nada. Lo mismo pasa con la tortilla de verdura que, en realidad, es un producto preelaborado a base de agua, pan rallado, arroz y, por último, verdura.
–¿Les respondieron algo?
–A raíz de esa irregularidad nosotros hicimos un acta donde pedimos que, mas allá de que a nuestra escuela no habían llegado milanesas con ese problema, no las manden más. Entonces, nos empezaron a mandar un medallón de pollo que es igual: preelaborado, prefrito y nada saludable. Además, el gobierno es absolutamente complaciente con las empresas y las autoriza a hacer modificaciones en los menús. Entonces, cuando aumentó el tomate, a la tortilla –que se sirve con una ensalada de tomate, zanahoria y huevo duro–, la empezaron a mandar con arroz. ¿Qué comían los chicos? Arroz con arroz. Y el tema es que mis hijas llegan a la noche y yo sé que les puedo garantizar un plato de comida nutritiva, pero hay un montón de chicos y chicas en toda la ciudad que no comen en sus casas. Y esto lo veo yo en mi escuela, en plena Comuna 7, porque veo a los nenes que llegan a la mañana corriendo a la cocina a pedir el desayuno y me dicen que no cenaron. Hoy la pobreza está en todos lados. En este contexto de crisis económica, el gobierno de la Ciudad no se puede dar el lujo de ajustar con la comida de los chicos y las chicas en las escuelas.
–¿Cómo impactó en las escuelas sistema de inscripción on line?
–Hasta este año las cooperadoras tenían una comisión de becas y lo cierto es que hasta ahora los pibes comían en la escuela aunque las familias tardaran en entregar la documentación. Es muy claro: nunca una gestión administrativa puede anteponerse al cumplimiento de un derecho. ¿Qué pasó ahora? Se generó todo un círculo perverso en el que si una familia por el motivo que sea no pudo completar el trámite, les dicen que su hijo no puede comer en la escuela pero, además, que las propias familias son las culpables por no haber hecho el trámite. Es perverso por donde se mire. No se hacen cargo de que su sistema es excluyente y nos mandan a nosotros a controlar a las familias. Nos quieren enfrentar, pero las familias no somos policías de otras familias. Las familias somos solidarias entre nosotras, nos ayudamos, construimos redes y comunidad. Acá el problema es el sistema que ellos inventaron.