Los conflictos gremiales por despidos, suspensiones, atrasos en el pago de salarios y cierre de fábricas están a la orden del día en Villa Constitución, Santa Fe. Las crónicas de las últimas semanas reportan protestas contra Techint SIAT por la amenaza de dejar en la calle a unos 130 trabajadores, el 30 por ciento de la planta, a raíz de la crisis económica en el sector metalúrgico. En esa ciudad industrial, a solo 50 kilómetros de Rosario, Cambiemos había cosechado 7628 votos en las elecciones legislativas de 2017, en tanto que en las PASO del 28 de abril pasado redujo ese caudal a 2713 electores. Sufrió una caída del 65 por ciento. El justicialismo, en cambio, se movió en sentido inverso: subió de 4608 votos hace dos años a 11.082 en los últimos comicios. En momentos de tanta crispación en los tribunales federales, los resultados de las elecciones en Santa Fe y Córdoba, los dos principales distritos del país detrás de Buenos Aires, son un faro que vuelve a iluminar la dominancia de la situación económica en las preferencias de los electorados cuando los bolsillos aprietan tanto como ahora. Con excepción de 1995, lo cual merece una explicación más acabada que se dará más abajo, cada vez que la Argentina soportó una crisis de proporciones terminó pariendo la llegada de un nuevo gobierno. Le pasó al radicalismo en 1989, al justicialismo en 1999 y a la Alianza en 2001, en tanto que el kirchnerismo perdió la pulseada del sentido común contra Mauricio Macri en 2015 y su muletilla de que el país hacía cuatro años que no crecía. Cambiemos será la próxima fuerza que deberá pasar por el test de las urnas en medio de un grave hundimiento de la economía.
Es evidente que los votantes no definen su sufragio solo por esa cuestión, pero un análisis de los resultados de las elecciones en Santa Fe y Córdoba también expone con contundencia la influencia que ejerce en el humor social la salud de los salarios, el empleo, las jubilaciones y el acceso al consumo de las mayorías populares a la hora de votar. En Sunchales, por ejemplo, los problemas de Sancor y del sector lácteo en general fueron determinantes en la caída estrepitosa de Cambiemos entre 2017 y 2019, al pasar de 4129 a 1275 votos entre una y otra elección. La misma conclusión puede extraerse en Rosario, independientemente de las cualidades de los candidatos y de la importancia de las alianzas políticas, que sin duda también resultan aspectos sustanciales para evaluar el mensaje de las urnas. Pero el hecho de que la principal ciudad santafesina haya escalado al primer lugar en el ranking nacional de desocupación, con el 12,8 por ciento, es el factor clave que explica que Cambiemos haya derrapado de 206.994 votos en 2017 a menos de la mitad, 101.701, el mes pasado. Hace dos años, el desempleo allí era del 7,6 por ciento, es decir que creció más de 5 puntos, sin dudas como consecuencia de la crisis nacional.
En Casilda, en tanto, la sangría de apoyos para Cambiemos fue todavía más grave. Pasó de 5508 votos en 2017 a 1816 en las primarias del mes pasado, un descenso del 67 por ciento. En esa localidad se produjo un grave conflicto con la metalúrgica DMS y recientemente cerró una distribuidora que dejó en la calle a todo su personal. “El conflicto empezó a mediados del mes pasado. Los muchachos fueron a trabajar un día y se encontraron con el portón cerrado. Al otro día les llegó el telegrama de despido”, explicó Hernán Alvarez, del sindicato de camioneros, al portal Casilda Plus. “Desde la distribuidora nos dijeron que vayamos a cobrar dentro de diez años en un juicio”, agregó el gremialista. La desprotección de los trabajadores ha sido una característica saliente del gobierno de Cambiemos, al punto que su primer ministro de Trabajo, Jorge Triacca, será recordado entre otras cosas por insultar a su empleada Sandra.
A pesar de los enojos del último tiempo por el restablecimiento de retenciones a las exportaciones, Cambiemos logró preservar un poco mejor los votos en las localidades santafecinas con preeminencia de actividades agropecuarias. Por ejemplo, en San José de la Esquina avanzó de 1333 a 1702 votos entre 2017 y 2019. Lo mismo ocurrió en Cañada de Gómez, con resultados casi idénticos entre ambas elecciones (4373 y 4348 votos, respectivamente). En Cañada Rosquín, a su vez, bajó mínimamente, de 1772 a 1666 votos. Y en Hughes pasó de 917 a 762. Sin embargo, los puestos industriales y en el comercio son el corazón de la ocupación privada en la provincia. Los ciudadanos que se dedican a esas actividades, además, son los que mueven el amperímetro de cada elección. En Rafaela, por caso, Cambiemos había logrado 34.390 votos en 2017 y retrocedió a 19.113 en las últimas PASO, un 45 por ciento menos. La crisis industrial allí es fundamental para analizar ese resultado. Del mismo modo, en Reconquista los candidatos de Cambiemos redujeron la cuenta de votos de 19.713 a 9987 en las últimas dos elecciones.
“Firmat fue una de las ciudades más afectadas por el descalabro financiero y la aguda crisis económica que se profundizó durante 2018. Las situaciones de Vassalli y Dasa son ejemplos que sintetizan un contexto de recesión generalizado que produjo cierres, despidos y suspensiones”, explica un artículo del portal Pueblo Regional de esa localidad santafecina. Vassalli y Dasa eran industrias pujantes que cayeron en la volteada y provocaron graves perjuicios sociales en Firmat, entre tantas otras empresas que pasaron por la misma situación. En Firmat Cambiemos bajó de 1901 votos en 2017 a 1089 en la reciente elección. “El incremento de las importaciones de países limítrofes y la baja del consumo interno provocaron una merma del 40 por ciento en la demanda de productos locales. Pequeñas fábricas de Alcorta, Pérez y Acebal ya empezaron con las cesantías”, coincide otro artículo de Motor Económico. El correlato electoral de esa crisis en Alcorta fue dramático para Cambiemos. Perdió el 86 por ciento de los votantes que lo habían acompañado en 2017, al pasar de 1975 a solo 272 sufragios en los últimos comicios. El sector del calzado es uno de los más afectados en esa ciudad.
El argumento del oficialismo para restar trascendencia a la crisis económica como factor preponderante en las próximas elecciones es comparar la situación actual con la de 1995, cuando Carlos Menem logró la reelección. El tema ya ha sido abordado en esta columna el 19 de enero pasado. Allí se explicaba que el ex presidente había sabido capitalizar los cuatro años de crecimiento de la economía nacional antes del estallido de la crisis mexicana, el Efecto Tequila, a fines de 1994. En efecto, en 1991 el PIB argentino avanzó un 9,1 por ciento, en el ’92 creció 7,9 por ciento; en el ‘93, 8,2 por ciento, y en el ‘94, 5,8 por ciento. Además, el plan de convertibilidad logró dejar atrás los procesos hiperinflacionarios de 1989 y 1990 y generó un aumento explosivo del consumo. Es claro que eso se dio al mismo tiempo que estallaba por los aires el aparato productivo, crecían las desigualdades sociales, aumentaba el desempleo y subía la pobreza. Sin embargo, para los amplios sectores medios integrados al modelo esos años generaron una percepción de bienestar. Menem, por otra parte, fue a las urnas en mayo de 1995, cuando la economía todavía crecía y recién empezaba la crisis que luego duraría casi un año. No es la situación actual, donde la crisis ya lleva un año, la inmensa mayoría no advierte mejoras en su situación económica durante la gestión de Cambiemos y la inflación alcanzó un record desde la crisis de 2002. Prueba de ello, por ejemplo, son los resultados de Córdoba del último domingo, donde Cambiemos pasó de ganar en casi toda la provincia hace dos años a perder en todos los distritos en esta oportunidad. Allí, como también está pasando en otras provincias, la crisis mata tribunal.