El tipo de cambio es competitivo. La situación fiscal se encuentra bajo control. Los precios relativos (los salarios en dólares) no están distorsionados. Hace ocho meses que el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, usa estos tres argumentos. Lo volvió a hacer la semana pasada para justificar que la estrategia monetaria tiene pilares sólidos para poder encauzar la economía hacia una senda de crecimiento sostenible. El relato que ofrece el BC de la realidad del mercado interno no encaja con los datos duros.

Los resultados macroeconómicos de los últimos ocho meses no fueron alentadores. La inflación subió 10 puntos porcentuales y alcanzó un pico del 56 por ciento interanual. El dólar no pudo moderar la volatilidad y el organismo se vio obligado a cambiar en reiteradas ocasiones la hoja de ruta cambiaria. La actividad económica no consiguió recuperar los niveles de producción y consumo previos a la corrida de abril del año pasado y el retroceso del PIB se ubica en torno del 5 por ciento interanual.

Los argumentos usados ahora para justificar que la economía tiene el orden necesario para frenar tensiones inflacionarias y recomponer el crecimiento son exactamente iguales que los empleados en octubre del año pasado. En ese momento Sandleris anunció el programa de emisión cero con bandas cambiarias y afirmó por primera vez que las condiciones de la macro iban a permitir avanzar en forma sustentable. La situación fue otra.

La competitividad cambiaria no permitió recomponer las reservas en forma genuina (con compras del Central en el mercado de cambios) ni fomentar la entrada de inversiones productiva ni detener la salida de capitales especulativos. El ajuste del presupuesto no colaboró para moderar las expectativas de inflación y devaluación. La caída del salario en dólares no estimuló la producción interna. ¿Por qué lo harán a partir de ahora? En la entidad monetaria no puede responderlo en forma consistente.

La estrategia del organismo no parece tener una guía clara. El discurso de la semana pasada de Sandleris dejó otra perla para los economistas que vienen siguiendo en detalle los pasos del Central en los últimos meses. El funcionario mencionó que la tasa de interés real (descontado el efecto de la inflación) fue positiva por el período más largo de los últimos 15 años. Aseguró que es una condición clave para alcanzar la estabilidad. Esta idea no es nueva. En 2016 y 2017 se planteaba lo mismo pero el resultado terminó siendo el estallido de las Lebac. No hubo una modificación en los incentivos para ahorrar en moneda local.

La tasa de interés por encima del 70 por ciento debería ser una situación de alarma para las autoridades y no una variable para celebrar. Los intereses que paga el Central por las letras de corto plazo Leliq son muy elevados. El stock de esta deuda supera el billón de pesos y le genera desembolsos de intereses de 60 mil millones de pesos al mes. Los datos monetarios diarios que publica el Central dejan claro este desequilibrio.

Entre octubre del año pasado y mediados de este mes se retiraron de circulación 600 mil millones de pesos por Leliq. Pero en el mismo período se desembolsaron intereses, primas y remuneraciones en cuentas corrientes por 300 mil millones de pesos. Los bancos son uno de los sectores más beneficiados. Encontraron un gris legal que les permite invertir en Leliq con dinero de las empresas sin necesidad de dejar encajado parte de los fondos. Esto les permite cobrar en forma plena el interés. Pero en el mercado nadie confía en estas ganancias fáciles. El canje de Leliq por títulos de mayor plazo parece estar descontado por gran parte de los operadores de la city.