Desde Ciudad de México
“Me decía mi marido ‘cómo vas a recibir a la periodista, con ese dolor de ciática que tienes’”, cuenta Guadalupe Loaeza, la autora de la flamante novela Las yeguas desbocadas. Viene de marchar en Washington contra Donald Trump, a favor de las mujeres atacadas, contra “este desastre”. “El no sabe nada de México, no tiene la menor idea de qué es este país”, dice la escritora, mientras hace caso omiso de su dolor de ciática para el 12 a las 12, día en que se marchará en México contra las medidas del actual presidente de Estados Unidos.
Es una marcha más en un contexto donde todos tienen las ideas un poco confusas. Desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1988, cuando un fraude dejó sin gobierno a Cuauhtémoc Cárdenas, todos los gobiernos mexicanos han sido prácticamente esclavos de Estados Unidos, peleando la guerra de ellos, comprando sus productos, desmantelando la industria nacional, adoptando su política económica y ahora, a cambio, ¿hay un muro? Este ataque de Donald Trump conmueve incluso a muchos ciudadanos de a pie, de los que van a diario al Starbucks y de los que se encantan año tras año con el Superbowl.
“Lo que vive México hoy es una oportunidad. No nos fijemos en los retos y amenazas, sino en las oportunidades. Gracias a ‘San Trump’, pudimos darnos cuenta de la relación vergonzosa que tenemos (con Estados Unidos) y soñar con el país que queremos”, dijo el sacerdote y activista Alejandro Solalinde. “México celebrará el centenario de su Constitución viendo el Super Bowl y comiendo nachos con guacamole”, dijo el periodista Fernando García Ramírez, en la otra punta del pensamiento.
Así las cosas, el campo de la cultura no sabe muy bien si acentuar sus críticas hacia el actual gobierno estadounidense o si encararlas para Peña Nieto y sus colaboradores, uno de los cuales –el rescatado Luis Videgaray, ahora canciller– pidió la semana pasada que México se acerque más a Latinoamérica. “Imagínate, como si él pidiera que nos acercáramos y Latinoamérica va a estar ahí, con las puertas abiertas. Latinoamérica no nos quiere, no nos conoce, luego de treinta años nos enteramos de que existe un continente llamado así”, apunta Loaeza.
De este lado del muro
En México las cosas van mal, más allá de Donald Trump. El affaire de los gobernadores ha dejado al país al borde del colapso. Javier Duarte, el exgobernador de Veracruz, y su predecesor Fidel Herrera, son señalados por probable desvío de recursos y por haber suministrado agua destilada a niños con cáncer en lugar de quimioterapias. Ni hablar de los muchos gobernadores que dejarán sus estados con deudas multimillonarias y un nivel de vida paupérrimo, con miles de ciudadanos asesinados y desaparecidos en la guerra contra el narcotráfico. “Bueno, el peor momento fue la guerra con Estados Unidos y ni modo que tengamos ahora una epidemia que nos esté matando a todos. Fuera de eso, éste es un momento muy malo, la inseguridad y la corrupción han llevado a este país a un estado de desesperación”, dice el historiador Lorenzo Meyer. “Imagínese, el Presidente, sin ningún contacto con los líderes del mundo, viniendo de la política del Estado de México, yendo con ‘la Gaviota’ (la primera dama Angélica Rivera) a comprar con la escolta presidencial a Miami teniendo que hacer frente a los dramas de afuera y a los de adentro”, dice, con cierto dejo de ironía Meyer.
Preocuparse por México
Guillermo Fadanelli, uno de los escritores más importantes de este México, tiene su opinión sobre Donald Trump y sobre lo que pasará en este país, tan atacado por dentro como por fuera: “Las democracias que están sostenidas no mediante la reflexión sino mediante el conteo de votos, son democracias indirectas. Dan lugar a que palurdos, a que monigotes ansiosos de poder como Donald Trump puedan llegar a ser presidentes. La pregunta es si las instituciones pueden soportar a un payaso de esa naturaleza. O si el payaso se vuelve un monarca de la locura y la tontería. Entonces, habrá problemas”, afirma.
“Yo me preocuparía también por México, por el país en el que supuestamente vivimos, no tener capacidad de reacción ni inteligencia ni miras de Estado, para poder establecer un nivel de diálogo que busque el bienestar de la gente que habita aquí. Me preocupa Trump hasta cierto punto, casi al mismo nivel que me preocupa un gobierno mexicano con falta de respuesta, poco representativo, sin imaginación para afrontar dilemas de esta naturaleza”, prosigue.
Productos mexicanos
Las acciones del Gobierno han derivado en una campaña por comprar productos mexicanos en lugar de los que producen las empresas estadounidenses. Esto, en el país donde hay más Starbucks, Home Depot y McDonald’s que en su propio suelo de origen, y donde el titular de Uber, Travis Kalanick, formaba parte del gobierno de asesores económicos de Donald Trump, un puesto al que debió renunciar por protesta de los activistas.
Frente a esas medidas, el escritor y periodista Jorge Zepeda Patterson, Premio Planeta por su obra Milena o el fémur más bello del mundo, escribió en su columna semanal: “Ciertamente sería sano fortalecer el mercado interno, pero eso solo se logra mejorando el poder adquisitivo de los sectores populares. Significa combatir la desigualdad y la pobreza; es decir, afectar a un sistema que opera en detrimento del desprotegido y a favor del privilegiado. Obviamente eso es más difícil que lanzar una convocatoria demagógica y lacrimógena para consumir exclusivamente lo que ha sido preparado por manos mexicanas”.
“Al desenterrar del panteón la campaña ‘Hecho en México’, sin tocar los temas de fondo, Peña Nieto exalta el sentimentalismo en detrimento de la razón. Intentar sacar raja de un patrioterismo trasnochado y ponerse a la cabeza de una cruzada a favor de los supuestos intereses del pueblo”, afirma Zepeda.
El rol de las minorías
Nada como las minorías para enfrentar los ataques de Trump. Por ejemplo, ha sido muy bien vista en México la marcha de las mujeres en Estados Unidos, el 21 de enero pasado. La cantante Hebe Rosell, hermana de Andrés Calamaro, expresa que “(la socióloga y politóloga) Olivia Gall parte de su comentario sobre la marcha propuesta para el 12 por varias organizaciones: si las mujeres anti-Trump no hubiesen actuado en causa común, olvidando sus muchas diferencias en aras de levantar un solo y poderoso grito contra Trump, esa su marcha no habría tenido jamás la contundencia que tuvo”.
“Y no es que las marchas resuelvan todo ni mucho menos. Pero la marcha de las mujeres del 21 de enero fue y será inolvidable. México debe tener la suya también. Ya después, antes y todos los días, hagamos muchas otras cosas, como llevamos años haciendo. Vayamos a la reunión a la que Cuauhtémoc Cárdenas convoca para el 25 de marzo; escuchemos la propuesta de José Woldenberg hacia un congreso de discusión, no nos quedemos callados sobre nuestros graves problemas nacionales y apoyemos a la vez a muchos estadounidenses que están tratando de encontrar varios caminos para tumbar al nuevo presidente fascista de Estados, que se cree literalmente ( sin metáforas) el rey del mundo”, afirma Rosell.
“Emocionante la marcha de mujeres en Washington, sin duda. ¿Cuándo marcharemos también por Paola, por Matilde, por Sofía o por Mary?”, se pregunta la escritora Sandra Lorenzano, ella misma una “argenmex”, mudada a México desde tiempos de la dictadura. “Tanto mirar a Trump y a su amenaza de construir un muro –que en gran medida ya existe–, se nos olvida mirar hacia la otra frontera. Propongo que intentemos hacer las dos cosas: oponernos a la violencia xenófoba y misógina del vecino del norte, y oponernos a la violencia xenófoba y misógina de nuestros propios compatriotas. No se vale ser selectivo en esto de la defensa de los seres humanos, no se vale gritar hacia un lado pero cerrar los ojos hacia el otro, no se vale ser ético y solidario sólo de a pedazos”, clama por la frontera sur, ese lugar donde unos 400 mil guatemaltecos, hondureños y salvadoreños por año son abusados por mexicanos.
Mientras tanto, hay muchas personas que en México no paran de agradecer a Trump. Son muchas cosas que salieron a la luz con las agresiones del presidente estadounidense. Como bien lo dice el escritor Alejandro Páez Varela: “A Trump le deberemos muchos favores aunque nos los haga por la mala. Desenmascara a los hipócritas como Canadá; nos ha mostrado que no debemos confiar en Washington y que el camino que llevamos, en veintincinco años de TLCAN, no era el correcto”, afirma. “Nos empujará a fortalecer nuestra industria, a consumir lo mexicano y, en una de esas, nos llevará a deshacernos en 2018 de los políticos que han llevado a México por el rumbo equivocado durante décadas, mintiéndonos, arrullándonos mientras un puñado se hace estúpidamente rico y millones caen en la pobreza, presas de la desigualdad. Sí, ahora nos queda más claro. Sí, gracias, estúpido Trump”.
Los pronósticos de Páez Varela no son nada buenos: “Sólo queda desearle que su muro sea realmente efectivo, porque de este lado quedará mucho resentimiento y pocas ganas de volverse a acercar. El muro físico se tardará, seguramente, pero él ha levantado ya una barrera –estúpida como él– entre dos pueblos que difícilmente podrán volverse a verse a los ojos sin recordar este episodio negro, nacido del odio y de la ambición”.