La base empírica y coyuntural de la noticia es que María Graña canta esta noche a las 21, en el Café Vinilo, acompañada por tres titanes del tango: Pablo Estigarribia en piano, Víctor Lavallén en bandoneón y Horacio Cabarcos, en contrabajo. “Los tres consideramos que María es una cantante icónica del tango, y por supuesto que para nosotros es un gran honor compartir escenario con ella y hacer música juntos”, dicen ellos, de entrada. Y ella responde al tono, claro: “Uno tiene que poder sumar el talento de otros artistas para poder salir de lo que se escucha normalmente, porque el tango tiene una vuelta de rosca muy interesante en estos momentos, y el trío que me tocó en suerte, la sabe captar muy bien. Creo que yo estoy capitalizando el aprendizaje que estoy teniendo con ellos, y ellos de mí. Vivo compartiendo la música, porque ésta no solamente se comparte con el público, sino con los mismos músicos”, devuelve ella, acerca de un cuarteto que mira al futuro. “Tal vez nos vayamos a tocar a Moscú, en breve”, informa la cantora que se inició con Osvaldo Pugliese.
Hay otras bases empíricas que acompañan la central, claro. Por ejemplo, que la experimentada cantante está grabando un disco a solas con Estigarribia, que lleva por nombre una traslación del intimismo: María y Pablo. En él se posan ambos, ahora. El pianista para informar que lo empezaron a grabar hace tres meses, y que ya lo están terminando. “María fue siempre mi cantante favorita y la química entre nosotros fue instantánea, de ahí que hayamos hecho el disco tan rápido”, señala Estigarribia, que también habla del trío, cuya vida de dos años ya lo paseó por conciertos en la Argentina y Estados Unidos.
“Para mí es un aprendizaje increíble, estar con estos dos grandes maestros del tango, y me pareció natural fusionar estos dos proyectos con artistas tan grandes. Incluso, si no hubiese sido en un escenario para la gente, lo hubiese hecho en el living de mi casa”, se ríe él.
Retoma Graña: “El disco que estamos haciendo con Pablo es muy intimista. Es un diálogo entre el piano y la voz, con un repertorio que todo el mundo conoce. Ambos nos pusimos de acuerdo en un repertorio basado en tangos que yo había cantado hace mucho tiempo, pero nunca había podido grabar”. El único ejemplo que pone la cantora pesa de por sí: “La Cumparsita”. “Siempre dije que el día que grabara este tema, que tiene tantas versiones maravillosas, tenía que ser totalmente diferente a todas las que hay. Y lo logramos. Creo que estas son las cosas que surgen cuando una está grabando con un artista como Pablo. Sé que hay muchos músicos que han dicho de mí, que yo no era fácil de acompañar, porque es cierto que nunca canto igual, y además no soy para nada estructurada, porque me gusta improvisar, y estar creando permanentemente. Pero tanto Pablo, como Víctor y Horacio, suman perfecto en este camino… esto habla de lo grandes que son como músicos y como personas”.
Otra base empírica está dada por el disco que el trío entrará a grabar en breve, en el que Graña participará en dos temas. “Todavía estamos eligiendo los temas, pero, sean cuales sean, creo que van a ser muy importantes en mi carrera, porque estar con ellos significa un privilegio a esta altura de mi vida. Y también es algo que me sorprende… a pesar de mis cuarenta y cinco años de profesión, por
suerte no perdí la capacidad de asombro. Me gusta el estado del tango hoy, los seminarios que se dan, la cantidad de orquestas… me parece fantástico todo este mundo tanguero de hoy. A mí me enseñó Osvaldo Pugliese, y me encanta trasmitir esas enseñanzas a las nuevas generaciones. Creo que nuestra obligación y nuestro derecho es dejar escuela, porque nos debemos a los chicos y chicas jóvenes que están emprendiendo este camino del tango.
Cabarcos y Lavallén, en tanto, introducen la pata histórica. El contrabajista, recordando noches de los años setenta en Michelángelo o Caño 14. “Momentos de otra época donde nos encontrábamos todos los músicos y se sucedían los números de tango, todos ellos de gran nivel artístico”, evoca él, y da pie a la intervención de la cantante, en perspectiva histórica. “Es así, porque se da un intercambio entre diferentes generaciones, de la misma manera que pasaba en esos lugares, a los que yo iba cuando era una purreta y compartía noches maravillosas con los mejores cantantes del momento. Eso en Caño 14, y en Michelángelo, bueno, debuté con Pugliese”. La rémora de Lavallén, en tanto, ancla precisamente en la figura de Osvaldo Pugliese, con la que ambos (Graña y él) tuvieron el privilegio de trabajar. “Yo la conozco de pibita a María, desde que debutó con Osvaldo a los 19 años.
Y es algo común, porque yo había estado en su orquesta, tocando y arreglando, en años anteriores. Lo que más recuerdo es que ella, desde su primera presentación, demostró gran intensidad y dramatismo en sus interpretaciones. Fue una cantante distinta desde sus comienzos”, sentencia el bandoneonista, y Graña le pone el moño. “Como dijo don Osvaldo, todos nosotros somos un eslabón más en la gran cadena que significa el tango. Y cuando uno piensa de esta manera, está abierto a las necesidades de los demás”.