En política la sorpresa importa. Marca un tono: jugar fuerte. Marca las ganas: jugar a fondo. Marca la sed de victoria. Más allá de la sorpresa, aquí van 15 claves de Fernández-Fernández:
- Cada época tiene sus palabras. Y sus tácticas. La propia CFK dijo al presentar su libro “Sinceramente”, el 9 de mayo, que los problemas nuevos ameritan una construcción nueva. Propuso un contrato social de ciudadanía que incluya a empresarios, sindicalistas e intelectuales. En 1974 Juan Perón redactó su Proyecto Nacional y antes aplicó un modelo de colaboración de sectores sociales desde la Casa Rosada. Sería tonto considerar literalmente la referencia de CFK al Pacto Social de José Ber Gelbard. Fue una indicación del tipo de base que hará falta para gobernar este país. La fórmula va en el mismo sentido.
- Los problemas a resolver desde el 10 de diciembre –la agenda urgente, que no se agotará en días– se relacionan sobre todo con la destrucción del orden social progresivo por parte de Mauricio Macri. Son el producto de la marcha brutal hacia la concentración de riqueza en una casta mínima de grandes rentistas, cerealeras y empresas de energía. El reto del presidente que le gane a Macri, si eso ocurre el 27 de octubre o el 24 de noviembre, será evitar un aluvión de cierres en pymes y el hambre urgente.
- Esa agenda urgente requiere aliados para ganar y aliados para gobernar. Una base parlamentaria peronista, panperonista y progresista que además pueda generar acuerdos temáticos con otros partidos políticos o con centrales empresarias ajenas al mundo peronista.
- Un jefe de gabinete que ya gobernó en condiciones difíciles (deuda incluida) y una ex presidenta que cumplió dos períodos indican, como fórmula, que hay conocimiento del Estado y de sus instrumentos.
- Los dos Fernández vienen hablando de lo que harían desde el Gobierno. Es probable que esa sea la campaña. Invertir los términos. Mensaje posible: “Queremos una coalición amplia y la empezamos a construir ya, antes de ganar”. El Estado antes que la rosca. Mensaje implícito: “Nos damos por ganadores porque Macri está liquidado y ya estamos pensando en nuevas políticas públicas.”
- Pero no se llega a la conducción del Estado, como es obvio, sin la rosca. Es preciso negociar y negociar. Hacen falta votos de convencidos, de desilusionados por el otro y, suele decir Raúl Timerman, de temerosos. Alberto Fernández viene insistiendo en la necesidad de articular políticas entre distintos sectores. En términos electorales insiste casi diariamente en que sería interesante sumar a Sergio Massa porque tiene votos propios. Traducción posible del deseo: que Massa vaya a unas PASO con Fernández-Fernández, o que tome un compromiso de gobierno, o que juegue desde la provincia de Buenos Aires.
- La fórmula del 2015 tuvo un error verificado en su momento por los encuestadores. La presencia de Carlos Zannini jugó públicamente como un indicador de que CFK controlaría el Gobierno y de que Daniel Scioli sería un Chirolita. Un error inútil, porque en términos operativos es más importante un jefe de Gabinete, un ministro de Economía y un jefe de Inteligencia que un vice. Pero el error fue costoso porque Zannini pegaba con la idea de un monje negro. Era malo a dos puntas. Los kirchneristas sintieron que Scioli no era confiable. Y los antikirchneristas, que sería una marioneta manipulable por Cristina. Esta vez esa lectura probablemente será repetida por el macrismo como argumento publicitario. Pero es débil. Cristina no tiene nada de figura oculta y misteriosa. Y su simple presencia garantiza que la militancia K (tanto la K de kirchnerista y la C de cristinista) no será defraudada como en el 2015 por dirigentes intermedios. Algunos parecían no querer ganar. Otros directamente no querían. Sin el verbo “parecer”.
- En estas horas circula una especulación que conviene encarar sin vueltas. Dice así: “Alberto es el Grupo Clarín y la fórmula revela que hay acuerdo con Clarín”. Primer punto, Fernández no se llama Alberto Magnetto. Segundo punto, como jefe de Gabinete AF fue parte de una estrategia que consistió básicamente en esquivar la confrontación con Clarín cuando había que resolver el desempleo y la renegociación de la deuda con quita. Tercer punto, la pelea con Clarín fue tomada por el kirchnerismo como una bandera después de la crisis del 2008 para ganar militancia nueva y galvanizarla. Pan para un día y hambre para después, porque se hiperideologizó la pelea en detrimento de otras épicas posibles como la eliminación de la pobreza. Cuarto punto, el problema de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual no fue la propia ley sino la clarinización de la política. Es decir, la suposición de que la única batalla era contra la posición dominante del grupo, la idea de que esa batalla sería corta como una guerra relámpago y que, mientras tanto, no había nada que hacer. Y entonces el Gobierno no hizo casi nada de lo que la Ley contemplaba: ni créditos blandos para otros medios, ni aliento a medios medianos y pymes, ni estímulo a la producción de contenidos a nivel local y federal.
- Si el desafío inicial de un nuevo gobierno es que la capacidad ociosa de las fábricas (las máquinas que hoy están enfundadas pero todavía existen) se convierta en mayor actividad, cosa que no ocurrirá si Macri fuese reelegido, la alianza social y política para ese objetivo debería ser necesariamente amplia.
- Las alianzas implican el impulso a muchos participantes activos y la neutralización de adversarios o enemigos. La base de acción no es solo el discurso sino más bien la concurrencia de intereses. El desafío de un eventual futuro gobierno no macrista con las grandes empresas nacionales, con las enormes, no es la importancia del mercado interno, punto de acuerdo, sino la timba. O los límites de la timba. Antes, grupos como Clarín y Techint recurrían a la diversificación financiera para optimizar ganancias. En los últimos años, según estudios del economista Claudio Lozano,casos como el de Arcor revelan que, además, sin timba hubiese tenido pérdidas. En los topes para la timba y la reconversión del sistema financiero se centrará un nudo de conflictos y acuerdos del nuevo gobierno.
- La fórmula zanjó una vieja discusión táctica del kirchnerismo. AF candidato a Presidente supone mantener la relación directa con los votantes, y con los gobernados, pero reconocer también la mediación de los periodistas. O al menos la necesidad de no irritarlos inútilmente.
- CFK no dejó de ser una leona pero el segundo puesto en la fórmula y su adaptación realista a los objetivos del 2019 significa que no hay adónde volver. No existe más la utopía de una tierra sin mal situada el 9 de diciembre de 2015. Macri fue una topadora económica y una compactadora social. Su continuidad sería un camino sin vuelta atrás para la Argentina. Si Macri fuese derrotado en las urnas por Fernández, los temas a resolver desde el primer día serían la renegociación con el Fondo Monetario Internacional para conseguir plazos y libertad de movimientos, el hambre y la inyección de créditos en las pymes.
- Contra CFK no hay pruebas sino un juicio con grandes chances de que las nulidades (los actos que negaron el principio del debido proceso, el derecho a la defensa en juicio y las normas del Estado de Derecho) terminen tumbando la maratón que empieza el martes 21. Contra AF no hay siquiera causas abiertas.
- La fórmula es peronista pero sigue la lógica, pronunciada muchas veces por el propio AF, de que sin Cristina no se puede y con Cristina no alcanza. La respuesta positiva de muchos gobernadores peronistas señala la buena receptividad inicial.
- Muerto Néstor Kirchner en 2010, Fernández y Fernández son los otros dos grandes protagonistas del 2003, cuando una Armada Brancaleone se arrimó al ballottage en abril y el 25 de mayo, del que se cumplirán el sábado 16 años, terminó construyendo una fuerza política poderosa.