Estreno soñado. Final emotivo. Todo el mundo de pie, aplaudiendo. Así resultó la primera puesta en acto de Evamérica, obra de Cátulo Castillo y Rubén Maza, que Guillermo Asencio desempolvó tras cincuenta años de sombras, y seguirá presentando cada jueves a las 21 y cada domingo a las 20, durante dos meses, en el Teatro Empire (Hipólito Yrigoyen 1934). “Fue un estreno soñado porque, además, estuvo lleno de una carga política no partidaria, como precisamente pensaba Eva cuando hablaba de reivindicar la lucha a través del amor rebelde. Me parece emocionante que la gente ovacione semejante texto de Cátulo, sobre todo pensando en estos tiempos tan quietos que pareciéramos estar viviendo. Es muy importante que se recuerde a Eva como símbolo de una lucha que supo transmitir a su pueblo, una lucha que ‘no se casa con nada’”, formula el director de una obra destinada, precisamente, a contar y cantar la profusa vida de Eva Duarte.
Contar porque va de suyo. Y cantar, porque genéricamente se trata de una cantata lírico-popular, cuya música corrió por cuenta de Maza, compositor y amigo de Cátulo. “Se trata de una obra con una vigencia permanente, porque retrata el vínculo de una mujer que no fue más que primera dama y que sin embargo ha quedado arraigada en el pueblo como líder, incluso más allá del peronismo”, sostiene Asencio, a quien acompañan los cantantes Juan Feico y Constanza Leone, un coro y una orquesta dirigida por María Inés Natalucci y el actor Osvaldo Malizia. “Otro motivo por el que activé la cantata es la conjunción perfecta entre letra y música, que torna un espectáculo artístico digno de ser visto”, sostiene.
La obra naufragó cincuenta años porque, entre otras causas, sufrió primero la barrera de la dictadura, luego ciertas internas en el poder y también desavenencias entre los herederos de Cátulo, que se desactivaron tras la aparición de Carlos (hijo del poeta) como productor de la puesta. “Fue una suerte que la podamos hacer, porque estamos hablando de uno de los grandes poetas del siglo XX. Sus tangos así me lo insinúan, también su compromiso social con los colegas compositores y todo lo que puso para que Sadaic sea lo que es. Cátulo también fue un ejemplo de lucha, y en eso se emparienta con el sujeto de la obra. Eva fue y es sinónimo de humildad y lucha, de objetivos conseguidos, de pertenencia dialéctica a ese pueblo que tanto defendió y cuyos grasitas le respondieron no sólo políticamente, sino también con devoción”, apuntala Asencio.
–Se intuye pero ¿por qué Evamérica, concretamente?
–Evamérica como símbolo americano de la lucha por la Patria Grande, de la búsqueda de un continente que luche por la emancipación de los imperios.
–Respecto de su relectura, ¿la obra respetó a rajatabla su original o hubo variaciones?
–El texto de Cátulo no ha sufrido modificación alguna. La música de Maza sí tiene nuevos arreglos y una orquestación que le pertenecen a un joven de veintipocos años: Federico Ginzburg. También tenemos una directora invitada (Constanza Antunica), que levanta la batuta para conducir este ensamble de nueve músicos, con ocho coreutas en escena y tres solistas. En suma, la obra tiene todo lo mismo que la original y nosotros, además de los arreglos musicales de los que hablaba antes, la hemos tratado de enriquecer con una puesta en escena y un diseño de luces que permiten establecer un hilo conductor entre las diez escenas que la constituyen. La cantata –quisiera agregar– es bastante ecléctica y muy emotiva… no se atiene a ningún estilo en particular.