Desde la Feria del Libro que CFK se presenta con temple moderado. La etapa superior de esa moderación la entregó en la mañana del sábado 18 cuando anunció que se bajaba de la candidatura a la presidencia. Es un renunciamiento patriótico. Bien le cabe la frase de Evita cuando renunció a la vicepresidencia: “Renuncio a los honores, no a la lucha”. Evita tuvo muchas presiones en contra: los militares y la Iglesia sobre todo. Cristina también tiene muchas presiones. Este martes 21 llegarán a su máxima expresión cuando el gobierno y su justicia adicta la sienten en el banquillo de los acusados. No lograrán disminuirla. Al contrario. El destino de Cristina durante estos años se parece al del Perón del exilio. Se dijeron las cosas más horribles sobre él. Sólo sirvieron para enaltecer y mantener vivo su recuerdo en el corazón de las masas. Hasta se dijo que volvería en un avión negro. Era el símbolo de lo prohibido, lo negado, lo que se margina del ámbito constitucional. De Cristina se han dicho también todo tipo de injurias. Sobre todo que robó. Inútil. Como dijo Eze Guazzora: “Yo voto a la chorra, porque me robó el corazón”. Lo mismo que las masas peronistas cuando los opositores dijeron que Perón era afeminado y se acostaba con el boxeador Archie Moore. “Puto y maricón, queremos a Perón” se coreaba en las canchas de fútbol. La injuria contra los políticos populares los agranda en el corazón del pueblo.
El templado discurso de la Feria tuvo sus puntos ríspidos. Fue rara y hasta sorprendente la mención admirativa a José Ber Gelbard. A quien Cristina señaló como su ministro de economía predilecto. Gelbard merecía ser reivindicado. Pero hacerlo es toda una apuesta. El establishment lo odia. Fundador de Confederación General Económica durante los cincuenta, defensor a ultranza del mercado interno y de la pequeña y mediana industria, comunista, pro cubano, judío, nada tiene para atraer a la derecha. No obstante, Perón lo nombra ministro de economía en su breve y desangelada tercera presidencia. La otra pata que tiene es el dirigente sindical José Ignacio Rucci, asesinado poco después en un acto irracional y absurdo que se atribuye Montoneros: “Fuimos nosotros”, le informan a una militancia sorprendida. Que, sin embargo, había voceado la consigna “Rucci traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”. Perón resuelve empezar con el escarmiento. Era la otra cara del Pacto Social. Que quedó en manos de López Rega, el comisario Alberto Villar y la infausta Isabelita. Pero era un buen momento para un Pacto Social. Se dicta la Ley de Contratos de Trabajo y se lanza el Plan Trienal. A este Perón se remite Cristina. Se trata de un capitalismo humanizado. De una expresión periférica del keynesianismo. Roosevelt, inspirado en las ideas de Keynes, sacó a EE.UU. de la crisis del 29 aumentando la capacidad de consumo y la producción industrial. Es la mejor cara del capitalismo. Aquí la propone Cristina, seguramente con el buen asesoramiento de Axel Kiciloff. A Perón no le resultó. Se desgastó en liquidar a los gobernadores adictos a la JP. Luego respondió a sus insultos en la desdichada plaza del 1º de mayo de 1974. Los Montoneros gritaban: “Vea, vea, vea, qué flor de pelotudos, votamos a una muerta, a una puta y a un cornudo”. Perón les dijo: “Imberbes, estúpidos, mercenarios, que han visto caer a sus dirigentes sindicales sin que aún haya tronado el escarmiento”. Todos cometían errores. Perón los echa y los montoneros se van de la plaza al grito de: “Aserrín, aserrán, es el pueblo que se va”. El 12 de junio Perón da dos últimos discursos, uno en el Congreso, otro desde el balcón de la Casa Rosada. Son muy buenos. Los montoneros, por los barrios, vocean: “Qué pasa, qué pasa, general, llenó toda la plaza y no nos mandó a avisar”.
De esta etapa incierta Cristina rescata el Pacto Social y la defensa del mercado interno y de la industria nacional de Gelbard. Es todo un programa. Ahora ha resuelto que lo aplicará con Alberto Fernández de presidente y ella de vice. El anuncio sorprendió a todos. Alberto Fernández es un dialoguista, un creador de consensos ajeno a los antagonismos virulentos. Nadie podrá decir que él es Venezuela. Y en cuanto a los videos que se pasan mostrándolo en sus críticas del pasado a Cristina, tienen poca importancia. La coyuntura ha cambiado y la gente inteligente en política sabe abandonar viejos rencores en coyunturas nuevas. Y, sin duda, graves. Ojalá les vaya bien.