Nora Cortiñas deja el bastón, se levanta del banco y camina hacia el centro del campo de la cancha de fútbol 5. Se mueve sutil, sus rulos inmóviles parecen nubes de algodón que la envuelven. Lleva la número 10 en la espalda y su diminutivo arriba: Norita. Se para frente a la pelota, sonríe, se pone la mano en la cintura y simula una pose de futbolista. Se ríe otra vez. Y patea la pelota, le da de derecha, hace el puntapié inicial del partido que su equipo, el Norita Fútbol Club, jugará en la Liga Nosotras Jugamos.

¿Cuándo nació la Norita futbolista? “Norita, la Madre de todas las batallas” es el libro que se presentó el jueves en el Hotel Bauen. Es un trabajo del periodista Gerardo Szalkowicz, que escribió la biografía de Cortiñas. Allí aparece el equipo, un homenaje a la Madre de Plaza de Mayo, que ahora –dice– tendrá que ponerse en forma para jugar algún partido completo.

–Hola, chicas, les habla Nora. Estuve siguiendo el despelote de la AFA, que no quería que las jugadoras fueran profesionales. Son unos machirulos. No importa, nosotras vamos a jugar. Manténganme la 10 que para mayo me reincorporo.

Cuando no puede ir a los partidos, Norita les manda audios de whatsapp con mensajes como ése a las jugadoras. Las conoció en diciembre del año pasado, cuando fueron a su casa a comer un asado. El equipo se formó hace un año y medio: integrado por mayoría de militantes, el grupo ya venía jugando y eligió el nombre como un homenaje.

“Después del secuestro de Gustavo, su hijo, en el momento más oscuro de nuestro país, ella rompió todos los moldes y estereotipos. Salió de su casa, se encontró en la Plaza con otras mujeres fuertes para luchar por la búsqueda de sus hijos. Hoy abraza todas las causas justas y para eso pone el cuerpo, persigue a la marca, desborda de garra, hace paredes con Sergio Maldonado, con Vanesa Orieta, con Say Sacayan y con otros luchadores de todas las canchas, porque apuesta al juego colectivo. Nosotras también queremos eso”, dice Tamara Haber, defensora del Norita FC.

Cuando va a verlas, la Madre de Plaza de Mayo las invita a ganar, siempre. Y les lleva bizcochitos de grasa, caramelos o les sugiere que se pongan hielo si alguna se golpea. En la presentación de su libro, les dijo: “Me enteré que perdieron los dos últimos partidos. Hay que levantar, chicas, eh. Vamos que podemos”.

Vanina Otero, una de las delanteras, cuenta que lo mejor de jugar con esa camiseta es la grupalidad: “Armamos un equipo horizontal donde circulan la palabra y la pelota. Y la tenemos a ella, que nos muestra el camino todo el tiempo. Aparecer en su libro nos deja una responsabilidad enorme, ahora nos sabemos parte de su historia también”.

Con estas pibas, Norita habla de fútbol. Les contó que cuando era joven acompañaba a Carlos, su esposo, a la cancha de River. Fue en la época de la Máquina, de aquella delantera temible con Muñoz, Moreno, Labruna, Pedernera y Lousteau. Pero Cortiñas no les prestaba atención: en vez de mirar el partido tomaba sol y tejía, sentada en la platea.

El Mundial ‘78 la encontró en la calle. Gustavo Cortiñas, uno de sus hijos, fue secuestrado el 15 de abril de 1977 en la estación de Castelar mientras esperaba el tren para ir al trabajo. Militaba en Montoneros y cumplía tareas sociales en varias villas.

–Durante el Mundial yo no entendía cómo el pueblo no nos acompañaba en el dolor por la desaparición de nuestros hijos –cuenta Norita–. La gente tenía tanta alegría. El esposo de mi amiga, la Madre Mirta Baravalle, vio cómo los argentinos festejaban, pasaban por la puerta de su casa. Se sintió mal y murió de un infarto después de aquello. Igualmente, no tengo rencor. Gran parte de la sociedad no sabía lo que estaba pasando. Y la verdad, el fútbol es del pueblo.

En el Norita FC Lucía Cortiñas, hija de Marcelo, el otro hijo de Nora, es delantera. Dice que lo más lindo de jugar en este equipo es vestir una camiseta que tiene el escudo con la cara de su abuela. “Ella es todo. Un orgullo, un ejemplo de vida y de lucha. Nos enseña día a día que no hay que bajar los brazos. Estoy muy orgullosa de ser su nieta y poder disfrutar con ella estas demostraciones de cariño”, cuenta. Lucía hizo un gol en un partido contra Las Guerreras y pudo dedicárselo a su abuela, que la filmaba con un celular desde el banco de suplentes.

“Lo mejor de jugar en Norita, con compañeras, es saber que adentro de la cancha también estamos aportando a que este mundo sea menos injusto y menos desigual”, reflexiona la defensora Julieta Ossés. Sus compañeras asienten. Al equipo lo completan Cori Dulfan, Isadora De Torres, Vicky Wagner, Isa Lugones, Maru Fernández Melián, Julia Bralo, Flavia Moyano, Estefi Pinetta, Magui Fernández Valdez y, también, esta cronista. Y la directora técnica es una figura del fútbol femenino: Betty García, delantera de la Selección argentina que jugó el Mundial de México 1971 y que venció a Inglaterra por 4 a 1.

“Ser feminista es una cosa bárbara”, dice la camiseta de las jugadoras de Norita FC. La 10 se ríe –y cuando se ríe Norita mejora la vida de todas–. Lo cierto es que en el fútbol Cortiñas también multiplica: cada vez llegan más chicas a este equipo que practica los martes con Juliana Román Lozano –integrante de La Nuestra Fútbol Feminista– en una plaza de Caballito.

Ahí siempre esperan a Nora: para que se pare frente a la pelota, ponga la mano sobre la cintura y le pegue con la derecha para abrir la cancha. Una vez más.