ATENCION: este artículo contiene SPOILERS sobre los cinco primeros capítulos de la octava temporada de Game of Thrones.

“And now his watch is ended”. Este domingo por la noche, la última frase del rezo funerario de la Guardia de la Noche resonará en la cabeza de millones, preludio del inevitable síndrome de abstinencia: ¿Después de Game of Thrones, qué? ¿Cómo se hace para despedir a la serie que, los números lo indican, excede largamente al obvio target de amantes del fantasy? ¿Qué podría llenar el hueco que dejará el artefacto pop creado por David Benioff y D. B. Weiss sobre los libros de George RR Martin?

El capítulo 73, el final de los finales, llega en medio de esa clase de ruido que caracteriza a la era de las redes, lo que contribuye a que una ficción se convierta en fenómeno. Los giros de esta octava temporada tuvieron reacciones diferenciadas de la crítica y del público, que a veces celebraron y condenaron cosas bien diferentes. Pero sin dudas el episodio que desató una verdadera tormenta de hielo y fuego fue “The Bells”: de pronto, para una parte del fandom el mundo GoT que conocían se trastocó, y las pequeñas incongruencias que habían ido apareciendo en episodios anteriores hicieron estallar opiniones a favor y en contra. Tanto como para que se iniciara una campaña en Change.org (¿?) que el viernes tenía medio millón de adhesiones a rehacer toda la temporada (“Esta serie merece un final que tenga sentido”), o que el episodio cosechara su puntaje más bajo en el sitio de reseñas del público Rotten Tomatoes (49 por ciento). Claro que el quinto episodio marcó también el record histórico de audiencia, con 12 millones de personas viéndolo en vivo y otros 6 millones en reproducciones posteriores on demand. Cuando una serie no produce nada, los espectadores la abandonan. Game of Thrones hace tanto ruido como sus dragones. Y no cuesta nada imaginar lo que será esta semana en el mundo virtual.

¿Por qué “The Bells” agitó tanto las aguas? Por Daenerys Targaryen, claro. El trip piromaníaco de la platinada despertó las reacciones de gente que se había encariñado con el personaje, que había tomado partido en ese violento ajedrez de Westeros. Según la Administración de Seguridad Social de los Estados Unidos, hay más de 4500 bebés con nombres de personajes de Game of Thrones: 560 se llaman Khaleesi, y 163 fueron nombradas Daenerys. Puede imaginarse la decepción de esos padres cuando la Madre de Dragones empezó a devastar King’s Landing, demostrando una vez más el peligro de andar cruzando sangre Targaryen una y otra vez. La mayoría se había acomodado en el odio a Cersei y el amor a la Rompecadenas.

Pero como bien cita Andrés Valenzuela a Ramsay Bolton en estas páginas, “si creés que esto va a tener un final feliz es que no prestaste atención”. Quienes ante su frustración por los giros de la trama acusan a los showrunners de “no respetar la lógica interna de los personajes” parecen olvidar que Daenerys ha mostrado una y otra vez su gusto por incinerar enemigos. Puede dar fe Mirri Maz Duur, la bruja que dejó colgado a Drogo y terminó cocinada viva en la temporada 1. O Pyat Pree, el hechicero de la Casa de los Eternos que cometió el error de robarle sus dragones bebé y en “Valar Morghulis” (temporada 2) terminó en llamas. O el esclavista Kraznys, que corrió igual suerte en “And now his watch is ended” (temporada 3). O los 163 amos de Meereen que zafaron del fuego pero terminaron crucificados en “Oathkeeper”, o los barcos incendiados de la Bahía de Esclavos (temporada 4) o todo el consejo de los Khals prendido fuego en “Book of the Stranger” (temporada 6). Puede entenderse que en “The Spoils of War” (temporada 7) no tuviera piedad con el ejército Lannister, pero al episodio siguiente (“Eastwatch”) no mostró ninguna duda en carbonizar a los vencidos Randyll y Dickon Tarly por no doblar la rodilla. ¿Quién puede sostener la teoría de que “a Daenerys de repente la hicieron loca”? Es cierto que la furia de “The Bells” parece disparada por un hecho si se quiere menor e inevitable en una guerra como la ejecución de Missandei, pero nadie puede pensar que a Daenerys se le dio por despanzurrar gente recién ahora. Su obsesión con la corona, al cabo, es tan fuerte como la que sufría su hermanito Viserys.

La contracara de esos reclamos en las redes es la supuestamente imperdonable “humanización” de Cersei en sus últimos momentos para “demonizar” aún más a Daenerys. Más allá de que la platinada hizo lo suficiente para demonizarse sola, ¿por qué no concederle a la “villana” que se quiebre ante la cercanía de la muerte? Cersei Lannister voló el septo de Baelor con todos adentro pero no tenía la locura sádica de su hijo Joffrey o de Ramsay, malísimos hasta el final. Tampoco es que dijo “oh, perdón, he vivido equivocada, fui mala”: murió lamentando no haber ganado –lo que le pasó a todos los que cayeron en esta historia–, perder otro hijo.

El panorama que se abre ante el episodio final, entonces, es incierto: esa siempre fue una de las virtudes de GoT. Aquella visión de “Valar Morghulis” en la que Khaleesi se paseaba por un salón del Trono desierto, ahora revela que lo que cubría el lugar no era la nieve del Night King sino las cenizas creadas por Drogon. La nueva Reina tiene a sus Inmaculados y una cantidad de dothrakis algo incongruente con el body count de “The Long Night”... pero ciertamente ya no puede contar con Jon Snow / Aegon Targaryen, ni con Tyrion, Davos, los norteños de Sansa y Arya Stark, a quien no conviene tener en la vereda de enfrente. La pregunta es la de siempre: ¿Quién se queda con el Trono de Hierro? 

La profecía

Hace ya un tiempo, Lady Melisandre volcó en el producto televisivo algo que tiene su peso en los libros de Martin: la profecía de Azor Ahai. “Llegará un día, tras un largo verano, en el que las estrellas sangrarán y el frío aliento de la oscuridad caerá sobre el mundo”, dice la Dama Roja en Choque de Reyes. “En esa hora aciaga, un guerrero forjará una espada llameante; y esa espada será Lightbringer, la Espada Roja de los Héroes, y quien la tome será Azor Ahai reencarnado y la oscuridad huirá de él”. El detalle de la profecía es que Lightbringer quedará forjada cuando el guerrero “atraviese el corazón de la persona a quien ama”. Los thronistas bien ilustrados ven allí una posible resolución del complejo escenario que debe resolver la historia: Jon Snow no pudo matar a Joffrey, ni a Ramsay, ni a Walder Frey ni al Rey de la Noche ni a Cersei, quizá su momento culminante tenga que ser el ponerle fin a quien acaba de revelarse como la Mad Queen.

¿Hilos sueltos? Seguramente quedarán cosas sin abrochar, resolver todo en 6 episodios (aunque sean de duración extendida) fue una decisión arriesgada pero es lo que hay. Por otra parte, las series-fenómeno nunca dejan conformes a todos; aun hitos de la ficción televisiva que tuvieron grandes finales como Los Soprano, The Wire o Breaking Bad tuvieron sus detractores. En estos días, hasta los mismos actores participantes relajaron un poco el “pacto de silencio” con los productores. “Tomé mi muerte como algo personal, no como actor o como artista”, dijo Conleth Hill, responsable del inolvidable Varys The Spider, a Entertainment Weekly. “Entendí las reacciones de actores que estuvieron previamente en la misma situación, mucho mejor que como yo lo tomé en su momento. No podés dejar de pensar que fallaste de algún modo, que no estuviste a la altura de alguna expectativa que desconocías. Y en las últimas dos temporadas sentí que me personaje se volvía más periférico, que se concentraban más en otros. Pero está bien. Es la naturaleza de un show con múltiples personajes, aunque sea un poco frustrante”.

Lena Headey también tuvo algo para decir de la despedida de su Cersei. “Al principio tenía sentimientos encontrados, porque esperaba tener un gran momento, alguna gran lucha con alguien”, señaló la actriz británica al mismo medio. “Pero a medida que lo hablamos con Nikolaj Coster–Waldau nos pareció el final perfecto para ella. Llegaron al mundo juntos y lo dejan  juntos. Y quizá haya sido la primera vez que Cersei estuvo en paz”.

Para muchos, la de esta noche será la paz de los cementerios, y abundan las presunciones sobre quiénes engrosarán la lista. Mientras tanto, Benioff y Weiss se despiden de su criatura con un nuevo armatoste para conducir, otra trilogía de Star Wars que disparará sus propios debates nerdos en diciembre de 2022, 2024 y 2026. Y podrá hablarse del vasito de la cafetería en Winterfell, de las extrañas decisiones que tomaron algunos personajes, del pulso acelerado de las últimas dos temporadas, de la oscuridad de algunas escenas, meterse en las mil y una puertitas de debate que la fiebre de las redes suele abrir. Pero hay algo que no entra en discusión: nada será igual después de la tormenta de hielo y fuego de Game of Thrones. Valar morghulis. 

Valar dohaeris.