“Señores, yo soy de Boedo, barrio de murga y carnaval”
Con la inventiva que la caracteriza –que incluso le reconocemos los simpatizantes de otros clubes– la hinchada de San Lorenzo de Almagro en una de sus tantas canciones de tribuna cuyo estribillo central encabeza esta columna pone de manifiesto su vocación identitaria con el barrio que, si bien tal como su nombre lo indica, no lo vio nacer, estuvo ubicada su cancha durante muchas décadas. Y al mismo tiempo esa misma letra realiza una caracterización simpática aunque sesgada (por cuanto omite al tango por ejemplo) de la impronta del mismo.
La principal dicotomía y fuente de conflicto que se da en Boedo no es entre quienes se sienten más identificados con la murga o con el tango, sino entre la aplastante mayoría de cuervos que vive lejos del emblemático barrio pero toman el retorno del estadio la avenida La Plata como una cruzada, y miles de vecinos de esa barriada que también abarca varias manzanas del barrio de Parque Chacabuco que entienden que la reinstalación de una cancha iría en detrimento de las características residenciales de la zona y la calidad de vida de sus habitantes.
Si bien el argumento central de la movida azulgrana es la cuestión identitaria, también existen otras razones por las cuales los sanlorencistas quieren volver al predio donde actualmente se yergue el hipermercado de una cadena francesa. Por un lado, la escasa conectividad de transporte público que tiene el Nuevo Gasómetro en el Bajo Flores y, por otro, y fundamentalmente –aunque lo reconozcan “con sordina” por cuanto es políticamente incorrecto– la presencia Perito Moreno de por medio de la Villa 1-11-14, a la cual consideran una fuente de inseguridad que aleja al público de la cancha.
Por una cuestión de “piedad” y cariño hacia mis muchos amigos cuervos omitiré mencionar el argumento de la “reparación histórica” por el “despojo de la Dictadura” que mal que le pese a Gómez Centurión sabemos que implementó un plan sistemático de torturas, secuestros y desapariciones en la Argentina. En el caso de los clubes de fútbol y en particular San Lorenzo la principal atrocidad la cometieron sus propios dirigentes, que por corrupción o impericia rifaron el patrimonio societario con la consiguiente pérdida del estadio.
Desde el punto de vista urbanístico, el primer interrogante es sobre la conveniencia de quitar la restricción que el Código de Planeamiento impone para la instalación de nuevos estadios en la Ciudad. Restricción que a primera vista resulta lógica por cuanto actualmente existen alrededor de 20 estadios habilitados pertenecientes a los campeonatos de las distintas categorías del fútbol profesional, con un potencial de aforo simultáneo de 420.000 espectadores que sin contar los alrededor de 300.000 que pueden contener las canchas del Gran Buenos Aires, bien podríamos figurar en el Libro Guinness.
También podríamos considerar que aprobar esta excepción para el caso San Lorenzo podría acarrear solicitudes o movidas similares por parte de otros clubes porteños que si bien no tienen el nivel de popularidad o convocatoria del Ciclón, también debieron mudarse a construir sus estadios fuera de sus barrios de origen y que apelen también a razones identitarias para volver a sus barriadas originales, como Platense a Saavedra, Estudiantes de Bs. As. a Villa Devoto; Almagro, Chacarita, Colegiales, Liniers, Lugano, San Telmo o Sportivo Barracas a sus barrios homónimos, etc. etc…
Y también obviamente tenemos la cuestión del impacto ambiental que tendría la reimplantación de un estadio en un barrio donde el último partido se jugó en el Viejo Gasómetro allá por el año 1981, con lo cual ya existe toda una generación de vecinos que o bien se criaron o bien se mudaron a un barrio con características residenciales de baja densidad. Al respecto, el modelo de Estadio/Shopping que presentó recientemente el presidente de la institución junto a su vicepresidente e hincha más influyente (Marcelo Tinelli) con una impronta similar al del Real Madrid y otros clubes europeos les resulta poco convincente a los vecinos por cuanto a diferencia de esos lugares aquí por cada partido se deben organizar operativos policiales que afectan varias cuadras a la redonda y que tornan ilusorio esa supuesta convivencia en la misma manzana de gente alentando a su equipo en la cancha y familias paseando por el centro de compras contiguo.
Como se puede apreciar, abundan argumentos de índole identitarios –que desde estas columnas siempre hemos ponderado y alentado– a favor de esa gigantesca y emocionante movilización de “santos” en pos del regreso a un lugar que añoran, pero también existen importantes objeciones urbanísticas y ambientales a la concreción del proyecto. Pero lo que no puede hacer el Estado es desentenderse actuando solo espasmódicamente frente a las marchas y/o a la presión mediática.
El Gobierno de la Ciudad y la Legislatura no deberían esperar a la instancia de Audiencia Pública previa a la doble lectura legislativa que requiere la modificación del Código para tomar cartas en el tema. Sería mas que conveniente –en realidad: deberían– convocar a la Audiencia estipulada por el artículo 30º de la Constitución de la Ciudad “...para todo emprendimiento susceptible de relevante efecto...”.
Vale en este caso utilizar el famoso dicho futbolero de “parar la pelota, alzar la cabeza y analizar como seguimos la jugada”. Hay dos cosas que están claras y que no deberían desconocerse: a) los legítimos derechos de los vecinos de la zona a que un nuevo emprendimiento de alto impacto urbano –como es la instalación de una cancha de fútbol para eventos masivos– a ser tenidos en cuenta y contemplar sus intereses y b) la relación de San Lorenzo con Boedo no es antojadiza o una moda pasajera y la movilización desinteresada de sus hinchas por la defensa de un bien intangible como es el sentimiento futbolero, no puede soslayarse o menospreciarse.
Quizás una luz de salida para este potencial conflicto sería que basados en ese doble reconocimiento mencionado en el párrafo anterior mas la intervención necesaria del Gobierno de la Ciudad, cada parte aporte su grado de comprensión y ceda en alguna de sus pretensiones: a) Los vecinos deberán asimilar que el predio de Av. La Plata donde funciona el hipermercado volverá a manos de San Lorenzo para poder desarrollar allí todas las actividades sociales y deportivas propias de un club de esa envergadura b) El Gobierno de la Ciudad debería encarar un proyecto urbanístico –en sintonía con lo prescripto en el Plan Urbano Ambiental– sobre la Villa 1-11-14 y todo el entorno de calles y avenidas contiguas dotando de infraestructura y mobiliario urbano a los efectos de modificar el entorno urbano de la ciudad deportiva de San Lorenzo. Hasta tanto se concrete, deberá garantizar tanto la repotenciación lumínica del alumbrado público como la presencia policial permanente y efectiva en la zona; por su parte c) San Lorenzo y sus hinchas deberán contemplar que la vuelta y recuperación del predio de Av. La Plata no necesariamente debe cristalizarse en la construcción de un nuevo estadio multitudinario, contando como cuentan con el hermoso Nuevo Gasómetro.
Probablemente el último punto del párrafo anterior les resulte insulso o insuficiente a muchos sanlorencistas, pero les digo de corazón: nadie les va a sacar el orgullo de haber realizado una verdadera gesta para conseguir recuperar ese histórico predio y frente a los que con malicia osemos cuestionarles su pertenencia barrial podrán seguir respondiéndonos con ese ya histórico canto de tablón “qué tarados… San Lorenzo es local en todos lados”.