¿Hay en Argentina una epidemia de cesáreas? El informe audiovisual “Tiempo de parir” presentado durante la semana internacional del parto respetado así lo sugiere: denuncia que en el país se realiza el triple de estas cirugías que las que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Elaborado por organizaciones de la sociedad civil, médicos y especialistas en violencia obstétrica de la Defensoría del Pueblo, con datos del desarticulado Ministerio de Salud, devenido Secretaría, y UNICEF, el informe recopila datos hasta ahora desconocidos: los números de las cesáreas realizas en el sistema privado.
Mientras la OMS advierte que la cantidad recomendable de estas intervenciones debería oscilar entre el 15 y el 20 por ciento de los partos, en Argentina, según los datos reunidos, en el sistema público ronda el 45 por ciento y el sistema privado alcanza el 67. ¿Cómo se explica esta disparidad? Para la documentalista Graciela Stuchlik, al frente de la organización Parir y Nacer, y realizadora de “Tiempo de parir”, que fomenta el parto respetado, “el problema reside en que el equipo profesional en vez de ponerse a disponibilidad de la persona que va a parir se rige por sus propios tiempos. Tiempo es dinero, sobre todo para el sistema privado. Muchas de las maniobras que suceden en el parto colocan a la mujer en una situación de vulnerabilidad muy alta, sin la información suficiente para tomar decisiones y hacer preguntas”.
“Esperar el parto el tiempo que sea necesario es también ponerse a disposición de esa mujer. Hay obstetras que atienden treinta partos en un mes. ¿En qué momento viven, comen, duermen? Es imposible que lo haga si no es programando cesáreas”, relata Carlos Burgo, médico obstetra y miembro de la Red Latinoamericana y del Caribe por la Humanización del Parto y del Nacimiento, quien también señala que en su consultorio escucha todos los días “historias casi inverosímiles, como la de una paciente que me cuenta que estando en el primer trimestre, entra a la primera consulta con un obstetra y éste le dice a primera vista ‘con esas caderas no sé si vas a poder parir’”.
El informe señala casos alarmantes como la provincia de Buenos Aires (67 por ciento de cesáreas en el sector privado), clínicas suntuosas de la Ciudad de Buenos Aires (muchas de las que los ricos y famosos eligen para sus nacimientos) que llegan al 90 por ciento. No sorprende que Tucumán, autoproclamada provincia “provida” y un territorio que hace punta en la violación de los derechos reproductivos de toda índole, alcance un 91 por ciento de cesáreas en el sector privado y 41 en el público.
No dañarás
“Para el sistema de salud lo que más importa de una cesárea es que se sabe a qué hora empieza y a qué hora termina. Es una expresión de la organización fabril de los servicios de salud”, apunta Mario Róvere, reconocido médico sanitarista y ex Viceministro de Salud de la Nación, para señalar que hoy el parto natural, en Argentina, ha dejado de ser el frecuente estadísticamente y que el número de cesáreas conduce a hablar de iatrogenia (daño a la salud provocado por profesional de la medicina): “Iniciar una cesárea innecesariamente incluso antes de darle tiempo a que comience el trabajo de parto implica cuatro veces más riesgos para el bebé y la mujer que un parto vaginal”. ¿Cuáles son exactamente esos riesgos? Para Carlos Burgo, son los que implica cualquier posoperatorio quirúrgico: “infecciones y sangrados. Y también hay otro peligro a mediano plazo: cuando abrimos el útero y dejamos una cicatriz se incrementa las chances de que en un embarazo posterior se produzca una anomalía de implantación de la placenta, conocida como placenta previa. La cesárea si se realiza cuando no es necesaria configura una mala praxis”. En cuanto a los riesgos para el bebé una cesárea intempestiva, es decir, sin trabajo de parto o con mínimo trabajo de parto previo “aumenta las probabilidades de que el bebé tenga un síndrome de distrés respiratorio, es decir, una dificultad en iniciar su respiración espontánea”, indica Burgo.
El parto humanizado
En la Argentina, desde el 2004 existe la ley nacional (25.929), de parto humanizado, que defiende los derechos de las madres y bebés. Allí se detalla que “toda mujer tiene derecho a un parto natural, a estar acompañada por la persona que ella desee, a elegir la posición en la que quiere parir y a ser protagonista activa y recibir información necesaria para decidir”.
María Elena Naddeo, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la Defensoría del Pueblo, organismo que auspició la presentación del informe, menciona la importancia de que tanto en el sistema público como en el privado las mujeres conozcan la ley y se acerquen a formular las denuncias por violencia obstétrica: “Recibimos denuncias sobre sobremedicalización, falta de información adecuada, violaciones a los derechos a la intimidad, negación injustificada de contacto con el bebé y practicas invasivas innecesarias, como son en muchos casos las cesáreas. Sin embargo el índice de denuncias es bajo porque la violencia obstétrica está tan naturalizada que pocas veces se visualiza como tal”.
Por su parte, Patricia Rosemberg, médica feminista y ex Directora de la Maternidad Estela de Carlotto, señala el punto de las condiciones estructurales de trabajo de los profesionales: “Cualquiera que trabajó en una guardia sabe que a las ocho horas sos de una forma pero cuando ya hace 20 que estás ahí sos de otra. Y el que viene a la consulta se transforma casi en un enemigo. ¿Cómo vas a ser amoroso con los pacientes cuando el sistema te obliga a trabajar en semejantes condiciones?”
“Somos las mujeres las que tenemos que organizar y presionar para que las políticas públicas estén a la altura, y los cuerpos de las mujeres sean tratados como sujetos de derecho y no como objetos del sistema médico”, concluye Graciela Stuchlik, quien junto a Yuruani Rodríguez, realizó el documental “Tiempo de parir”.