PáginaI12 en Gran Bretaña
Desde Londres
Al grito de “fascist” Paul Crowther, de 32 años, le arrojó a Nigel Farage su milk shake de banana y caramelo. No era la imagen que buscaba el fundador del Brexit Party para su paseo electoral, ni la que deseaba la semana pasada otro líder de la ultraderecha, Tommy Robinson, o Carl Bejamin, candidato del UKIP, ex partido de Farage, quien por ahora se lleva las palmas en esta nueva forma de protesta: encajó cuatro milk shakes en una semana.
Los “milkshakazos” calzan bien con el aire surrealista que tiene una campaña para elegir 73 eurodiputados británicos que quizás no asuman jamás su cargo. Hace dos años y 11 meses que el Reino Unido decidió en un referendo salir de la Unión Europea (UE). La cosa ha resultado mucho más difícil que el “yes” or “no” que figuraba en la papeleta de voto.
La separación de un club al que se perteneció durante más de 40 años y con el que todavía comparte préstamos, proyectos, pensiones y tratados vigentes por resolver tiene la forma de uno de esos divorcios complicados con un cónyuge a quien, para peor, se va a tener inevitablemente de vecino. El acuerdo que firmó May con la UE el 25 de noviembre debía ser ratificado por el parlamento británico para entrar en vigor: los diputados lo rechazaron tres veces (por 230, 149 y 58 votos).
La primera ministra no tuvo más remedio que solicitar a la UE dos aplazamientos para la fecha de salida que pasó del 29 de marzo al 12 de abril y ahora es el 31 de octubre. A un paso de la renuncia, May está buscando ahora que el parlamento cambie de parecer en la cuarta votación que se producirá a principios de junio. Nadie da 10 peniques por esta iniciativa de ahogado, aunque cabría agregar que tratándose del Brexit todo es posible.
Con este trasfondo político, la euroelección se ha convertido en una deslucida campaña sobre el Brexit que, en medio de la apatía, da lugar a estos zarpazos medio cómicos de polarización. En Edimburgo, la moda de los Milkshakazos llevó a la policía a adoptar una curiosa medida preventiva ante un evento político de la ultraderecha: le solicitó al McDonald’s de la zona que no vendiera milk shakes.
Esposado, el agresor de Farage, Paul Crowther, alcanzó a contarle a la prensa que había visto al líder del Brexit Party de casualidad. “El racismo y la mala onda que escupe diariamente es mucho más perjudicial que un poco de milkshake en su ropa”, se justificó. Farage se la agarró primero con su equipo de seguridad a quien reprochó que no hubieran parado a Crowther (“how did you not stop that?). Una vez recompuesto ante las cámaras adoptó un aire de demócrata escandalizado diciendo que “normal campaigning is becoming impossible” (hacer una campaña normal está siendo imposible).
Las encuestas, que le dan el primer lugar, muestran también que los partidos que quieren permanecer en la UE a través de un segundo referendo superan ligeramente a los que quieren salir sin acuerdo del bloque. Según el sondeo de YouGov-ECFR, la suma de liberal demócratas, Verdes, Change UK, Nacionalistas Escoceces y Autonomistas Galeses alcanza un 37,5 por ciento de la intención de voto. El Partido del Brexit y el UKIP, suman un 36,1 por ciento.
En los medios cuenta mucho más la cómoda ventaja que tiene Nigel milk-shake Farage: un 33,4 por ciento de la intención de voto. En segundo lugar están los muy europeístas liberal-demócratas con 17,3 por ciento y ventaja sobre los laboristas de Jeremy Corbyn, que con su posición ambigua (Brexit suave y nueva consulta popular), retroceden a un 16,1 por ciento. Los Verdes con 9,2 por ciento relegan al gobierno conservador a un humillante quinto lugar con el 8,3 por ciento.
Igualmente impactante es otro resultado del sondeo que compara las actitudes respecto a la UE en los 28 países del bloque. Solo Francia y Grecia muestran más altos niveles de desencanto que los británicos tanto con su sistema político como con el funcionamiento del bloque europeo.