“Nosotras vamos mostrando que se puede tener una vida diferente si tenés la oportunidad. Y eso es la FOC, la oportunidad de tener cambios en la vida”, aseguró Marta Alvarenga, coordinadora del jardín de infantes Arrorró, uno de los siete que tiene la Fundación de Organización Comunitaria (FOC) en Lomas de Zamora. El libro Patas sucias. Crónicas de mujeres de acero, de Marcos Rosenzvaig, reúne las historias de vida de las coordinadoras de los jardines. “En otros jardines comunitarios nos dicen: ‘Nosotros también somos patas sucias’ porque se sienten identificados con lo que nos pasó a nosotras. Hay que animarse a ser pata sucia”, desafió Alvarenga.
La FOC es una organización social creada por Elisa Pineda en la década del ‘80. “Todo surgió con un movimiento de mujeres en Lomas que se llamó Educadoras Sanitarias Comunales, que recorrían las casas promoviendo la vacunación de los niños y atendiendo las necesidades de las mujeres de los barrios”, contó Pineda a PáginaI12. Hoy, la FOC “es enorme” y, gracias a convenios con entidades públicas y privadas, “no falta nada” y se hacen “un montón de cosas”, agregó. Entre ese “montón de cosas” están los jardines –todos con talleres artísticos– , comedores para niños, centros de formación profesional, programas transversales de formación para el trabajo, espacios para mujeres e incluso una orquesta de violines compuesta por niños. “Son una maravilla”, elogió Pineda.
El epíteto “patas sucias” lo acuñaron en los inicios de la organización cuando las educadoras sanitarias iban a los centros de salud después de recorrer las calles de tierra usando ojotas. “Ibamos a ver a una doctora que gritaba ‘¿Qué quieren estas patas sucias? ¡Que se vayan de acá!’”, recordó Alvarenga. Pero con el tiempo se revirtió la situación: esa misma doctora fue a buscar a las mujeres de la FOC para pedirles trabajar de forma conjunta para fomentar la vacunación en la comunidad.
Los jardines recién nacieron en el ‘89, con madres cuidadoras que se hacían cargo de los niños. Hoy todo el personal que está en las salas tiene título docente. “Yo llegué al jardín como una mamá más, ayudando en una huerta comunitaria y después pintando el lugar con mis dos hijos chicos”, recordó Viviana Valenzuela, coordinadora de Conejito Saltarín. Valenzuela era golpeada brutalmente por su marido y aseguró que Pineda y sus compañeras del jardín la ayudaron a salir de la situación. La FOC pasó a ser su trabajo y el lugar donde sus hijos estaban durante todo el día. “No todas tienen esa red, pero también depende mucho de una, de decir hasta acá sufren mis hijos y hasta acá sufro yo”, opinó. La organización también la apoyó cuando murió de cáncer uno de sus hijos.
“Yo llegué a la FOC como una mamá que quedó viuda y con cuatro chicos. Me abrieron las puertas para que fuera a buscar verduras y a colaborar en la cocina, después entré a las salas y, más tarde, quedé como coordinadora”, relató Alejandra López, a cargo de “Ositos cariñosos”. “Hoy estoy agradecida porque este es el trabajo que siempre quise tener, me encontré con gente espectacular y gracias a esa botella de leche y el mate cocido pude sacar a mis hijos adelante”, agregó.
Elsa Velázquez, coordinadora de “Caminito de colores”, llegó a la organización, que hoy considera su “segunda casa”, después de la muerte de su madre. Salir y conversar con la gente del jardín la ayudó a transitar el duelo y, como todas, se quedó. “Un día llega Elisa y me dice que me tengo que hacer cargo de la coordinación del jardín. Tenía re claro que era algo que me gustaba y no tardé en decirle que sí”, recordó.
La FOC también ayudó a Alvarenga a terminar la relación con quien fue su pareja y la maltrató durante 28 años. Ella llegó a la organización en el ‘86 para buscar leche para sus hijos y se quedó. “Nosotras hicimos todo al revés”, afirmó. Las coordinadoras primero estuvieron a cargo de las salas y después, ya con años de experiencia, terminaron sus estudios gracias al Plan Fines. “Los jardines tenían madres cuidadoras, muchas ni siquiera tenían el primario terminado. A medida que nos fuimos transformando queríamos hacer el secundario, entonces gestionamos el (Plan) Fines y terminamos el secundario dentro de nuestros siete jardines. Y también pudo hacerlo la comunidad”, resaltó.
Todas las mujeres recordaron con cariño a su compañera Noemí Lamas, quien llevó a su hija Carolina y a su hermana Patricia a la FOC. Hoy son coordinadoras de “Nueva Esperanza” y “Dulce Hogar”, respectivamente. “(La FOC) es familia a corazón abierto porque se encuentra todo ahí, además de la contención que muchos necesitamos. Yo llegué por mi hermana, pero me quedé porque quise”, dijo Patricia. Para Carolina, el jardín representa una conexión con su madre. “Es una gran responsabilidad, pero cada día me gusta más y trato de aprender y de seguir lo que mi mamá logró y me inculcó que fueron solamente cosas buenas”, aseguró emocionada.
La FOC tiene convenios con 12 provincias y Alvarenga, Valenzuela, López y Velázquez viajan con frecuencia a brindar capacitaciones. “En las primeras charlas no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar, teníamos un poco de chuchi”, confesó Alvarenga. Ninguna había viajado en avión. “Como no sabíamos qué nos iban a pedir, decidimos darles el oído y las empezamos a escuchar”, agregó. “Había mujeres que lloraban porque se sentían olvidadas y nos agradecían por compartirles nuestra experiencia”, señaló Valenzuela. Pronto, Alvarenga y López viajarán juntas a Mendoza.
“Nosotras no somos las protagonistas, son nuestras compañeras que están en los jardines. Sin ellas, no seríamos esto”, aseguró Alvarenga. Pineda, por su parte, resaltó que la FOC atravesó períodos muy buenos y muy malos, pero que cuando “una se bajonea, nos levantamos, porque siempre estamos acompañándonos”.