Desde Melo, capital de Cerro Largo, noreste uruguayo, para donde se le dé la gana, llega un ícono: Kevin “La Keva” Royk. Y no es la primera vez que está en Argentina. Presente en marchas, eventos y fiestas gracias a la Agrupación Xangó de personas afro y afros LGBT, “que son quienes me ayudan y traen a este país”, aclara mientras elige vestuario para presentarse en la fiesta Afro Mood del Centro Cultural JJ en Abasto. 

Una fiesta de lunes a pocos metros del Konex, momento y barrio donde manda la percusión con La Bomba de Tiempo como motor. Toca LëPlume, banda de doce instrumentos improvisando con la música africana como eje para buscar fusiones en otros ritmos y cantantes invitados. Un cada vez mayor número de artistas amigos, crearon hace un año este espacio al que poco a poco la comunidad africana comienza a acercase entre turistas y asiduos fieles, formando lo que podría llamarse “una movida” o una opción de fiesta asegurada para quien quiera salir en tan inusual día de la semana.

Kevin viene con su set más electro, después de cantar en Kowaski y Palermo Club de Buenos Aires, pasando por el Centro Cultural Casa Violeta de Tandil y ya nos cuenta, entusiasmadísima, que el 22 de junio volverá para participar de la Primera Marcha lgbttti de la ciudad de las sierras. 

“Como soy del interior, me parece buenísimo apoyar marchas del interior. En los pueblos ni se habla de diversidad, ni de afro, ni de gay, ni de trans, ni de nada. Es todo un tabú trabajar las imágenes de cómo ellos nos ven a nosotros, cómo nos hacemos ver. Es como cuando en Uruguay vamos a las marchas del interior y la gente no sabe ni que se hace. Pero eso pasa en Montevideo también, aunque la Marcha de la Diversidad sea enorme. El año pasado fuimos con la comparsa al barrio Nuevo París y había pila de vecinos que cuando vieron videos en el Facebook de nosotros tocando, preguntaron “¿y eso dónde es?” y se dio toda una cosa rara de explicarles qué es la Marcha de la Diversidad. Date cuenta cómo nosotros, desde adentro, pensamos que es algo enorme y en realidad no. Hay pila de trabajo para hacer”. 

Presentada generalmente como “artista diverso” para hablar más de lo “diverso” que de lo “artístico”, tiene más de seis discos que, además de mostrar un camino musical coherente y luminoso, son fundacionales para el ¿hip hop queer? ¿afro uruguayo? ¿trans/glam /pop? Demasiadas etiquetas para decir que no hubo nada igual a Kevin Royk en Uruguay, por limitar su territorio. Cuando se la describe usan mucho la palabra “torbellino” y si la ves en vivo, se entiende perfectamente por qué.

Cuenta Kevin: “Junto a Andy Spark hacíamos un show que se llamaba ‘Hallucination’, muy dragqueeneso, con mucho cambio de vestuario, muy electro, que era lo que me interesaba. Así empecé a recorrer el interior del país. En el año 2012 hice, como siempre, carnaval con una Escuela de Samba de Melo y saqué el álbum ‘Glamazone’, que me lo financió una pareja que yo tenía. Entonces fue más fácil porque me ayudó a grabarlo, pagar las horas, las impresiones, todo. Pero para el segundo yo estaba trabajando en la bacha de un restaurante, haciendo canciones, yendo al estudio y en cinco meses junté la plata para terminarlo. En agosto ya tenía todo hecho pero no tenía el disco impreso que es algo que casi que está desapareciendo pero igual lo tenés que tener. Fui muy estratégica y elegí el día de la marcha, 21 de septiembre, para lanzarlo y venderlo a todo el mundo, porque ahí estaban los que me seguían, más los del Colectivo Afro de Buenos Aires, que habían ido a la marcha. Se enamoraron de mí y me trajeron a los dos meses a cantar frente al Congreso de la Nación y vi que mí trabajo había sido acertado”. 

¿Y qué vendría a ser “Glamazone”?

Es ese juego de marica y de loca que se tiene en la cabeza. Me pasaba que como transformista hacía canciones de gente que vive de otra realidad, otra cosa, y necesitaba cantar lo mío para que la gente me conociera a mí. Si no iba a hacer siempre “la interpretación de”. Entonces introduje mi personaje en ese mundo que llamé “Glamazone”. 

¡Qué arriba! En ese momento evolucionó mucho tu trabajo con la imagen. Hiciste unas fotos muy impactantes. Te vinculaste a la moda local.

Es que empecé a trabajar más lo multimedia, las redes, con el artista Brian Ojeda y le gente de Tienda Rara de Montevideo. Ellos trataron de darme el perfil. El trabajo de investigación estética, por más que te guste, a veces no tenés cómo realizarlo, no es todo tutorial de Youtube, mi amor. Mis discos son conceptuales y acompañan mis sentimientos del momento. Sé a dónde quiero llegar.

Tu disco “K-Boom” (2015) es más tropical. ¿Cómo llegaste ahí?

Sabía que la electrónica era la introducción a ese mundo, que iba a hacer algo más tropical. En la frontera la gente me pedía música tropical. Tiene 20 canciones. Lo presenté en el Teatro Solís dentro de un evento que se llamó “Quilombo” con toda la comunidad descendiente de mujeres afro de allá. Ahí comencé a usar un lenguaje más sucio. En el primer disco hablaba mucho de plumas, champagne y en este otro era más de cosas tipo “te la pongo”, que yo tenía ganas de decirlo pero si lo hubiera hecho a un principio, imaginate. Quiero mostrar que las personas negras, travestis, podemos estar en todo tipo de expresión y hacer lo que sea, cantar en inglés, hacer electro y después, si quiero, me pongo a sambar. Porque incluso parte de la población afrodescendiente rechazó mi persona y mi lauro... a otros no.

¿Y cómo te recibió ese ambiente?

Es también un ambiente machista y conservador. A la gente le hace ruido que una persona como yo se atreva a rapear, cuando al hacer música urbana siendo travesti hay muchas cosas para decir. Porque queremos mostrar nuestras capaciades, que es lo que se nos ha impedido toda la vida. Con algunos raperos me llevo muy bien pero he tenido algún que otro entredicho. A mi estilo siempre lo llamé “Glam Pop”.

Después hiciste “Afronautas”, con tantas colaboraciones y ritmos como el moombahton, candombe electrónico, la canción “Soy un iPhone” con un video muy provocador...

Es mi sexto disco y fue como hacer lo que hubiese hecho al principio si hubiese tenido el equipo que necesitaba. En ese momento estaba pensando no hacer más shows, retirarme de la música, no por mi proyecto sino porque falleció mi abuela y mi familia éramos mi mamá, mi abuelita y yo. No tenía ganas de divertirme. Pero me empezaron a llamar a eventos y trabajé con Lechuga Zafiro, que desde hacía tiempo quería trabajar conmigo y armé mi propio grupo de candombe donde yo podía desarrollarme. Soy una persona que básicamente trabaja sola porque lo hago con personas que están en otro país, en otra ciudad y estoy en Melo. Todo es a través de una computadora y un mail. 

¿Nunca abandonaste el carnaval?

No. En el 2017 me vinculé a una comparsa de candombe joven y me eligieron como vedette y me pareció algo histórico porque en esos grupos es difícil imponerse como una figura: sos el hazmerreir o para un faso y tomar un vino todo bien pero después, no. Ganamos el Primer Premio 2017 como comparsa joven, hicimos una gira durante todo el año con los tambores en vivo y fue como un orgasmo. Invité sólo a raperos negros para el disco “Afronautas”. El nombre viene de un proyecto que tuvo Zimbabwe en los 70, cuando se terminó la dictadura y el presidente tenía como proyecto llegar a la luna antes que EEUU y la URSS. 

¿Cómo fue eso?

¡Buscalo en Internet! Empezaron a juntar fierros y cosas, armaban unas naves de chatarra, muy precario y surrealista. Hacían entrenamientos. Se metían adentro de unas bolas para practicar la gravedad al llegar a la luna. Ese proyecto, casi una leyenda en Zimbabwe y fue rescatado e investigado muchas veces, por ejemplo por la fotógrafa española Cristina de Moddel, que recreó esas historias con fotos. A mí me encanta ese episodio porque vivo en un barrio re humilde y hago un proyecto “mega” pero re humilde. Ese nombre, galáctico, representaba lo que yo estaba haciendo y hace tres años que estoy haciendo.

La lluvia repentina hace entrar a los pocos fumadores que custodian las puertas de la fiesta Afro Mood y, parada en una silla sobre el escenario, delante a unas visuales catatónicas con su nombre, Kevin levanta los brazos enfundados en telas amarillas y naranjas. Mirando a los ojos de su público canta una nueva canción que como estribillo tiene una única palabra: “respeto”.