Entre las cosas que pasan y quedan en la música argentina de estos tiempos, Ana Robles se destaca. Cantante, pianista, compositora y arregladora, Robles es la creadora de canciones preciosas, trazos sensibles de un talento particular que con herramientas del jazz se sumerge sin prejuicios entre los pliegues del folklore y la música latinoamericana. El arte de la canción, la alquimia entre palabra y música, es para la creadora riojana radicada en Córdoba como un teatro de espejos en el que subjetividades y otredades se componen con distintos reflejos. Hoy a las 21, en Café Vinilo, Robles presentará los temas de Sabe el viento, su disco más reciente. Con ella estarán Guido Martínez en contrabajo y Mario Gusso en percusión, además de la cantante Nadia Larcher y Mauro Ciavattini en saxo, clarinete bajo y vientos varios.
“Sabe el viento toma el nombre de una de las canciones del disco. Tiene que ver con el impulso de animarse a volar, de saltar aun sin saber hacerlo, pero confiando en que hay un viento que puede sostener al que se anima a dar el paso y de alguna manera sintetiza el espíritu de este trabajo”, dice Robles a PáginaI12. Entre títulos como “Escenografía”, “Cerro”, “Quema”, “Fluye” y “Observaciones sobre el pensamiento compulsivo”, las canciones de Robles condensan un paisaje de una humanidad tan terrible y encantadora como la cotidianeidad desmontada. “Compuse estas canciones dentro de un tiempo propio. Me siento más adulta escribiendo y eso me permite manejar mis propios tiempos. Lo noto también en la forma de desplegar la instrumentación, la armonía, los arreglos y hasta en la forma de cantar”, explica Robles.
Robles se formó en La Rioja, tocando música clásica y dejándose atravesar por el folklore de una región enfatuada en su cancionero tradicional. A los 20 apareció el jazz y poco después se fue a estudiar a Londres, donde conoció a su marido, el saxofonista Nick Homes, y grabó su primer disco, Los duendes del agua. Más tarde regresó a su ciudad natal, donde en 2014 grabó su segundo disco, Pedacitos de sol y desde hace algunos años se radicó con su familia en Alta Gracia. “En Córdoba encontré gente con la que puedo resonar y Sabe el viento tiene que ver con la movida interesante, de la que me siento parte. En La Rioja es más difícil, hay todavía prejuicios machistas. La mujer puede ser cantora, pero no es fácil que te acepten como compositora, pianista y arregladora”, dice Robles.