Sobre la calle Riobamba, en el barrio de Congreso, el colectivo de la línea 12 atraviesa la calzada a la altura de Perón. El ventanal gigante de una casona anuncia a través de su vidriera a dos cantantes, montadas, con cierto aire de parentesco y abrazadas, cada una, por una chalina. Las chalinas son coloridas y sus maquillajes tienen detalles que brillan. Les rodean mesas con sillas. Sobre las sillas, lxs asistentes acompañan con atención, o con complicidad, a la escena. Por tráfico, o por destino, el colectivo y su tripulación se aquietan a la altura de la vidriera. El micro demora su retirada y después, avanza.
Lucho y Ferni De Gyldenfeldt son “Ópera Queer”. Maricas y cantantes líricos. Desde febrero motorizan un ciclo mensual en el que presentan su espectáculo lírico y disidente en MU Trinchera Boutique, la sala que aloja al ventanal. Lucho es egresado de la Licenciatura en Canto Lírico, de la Universidad Nacional de las Artes. Ferni es profesor de Música, formado en el Conservatorio de la Ciudad de Buenos Aires. Son hermanos gemelos. En el espectáculo reinterpretan fragmentos de la música clásica. El repertorio estalla: “Il Trovatore” de Giuseppe Verdi, “Rodelinda” de George Frideric Haendel, “Lucia di Lammermoor” de Gaetano Donizetti, y más. Abordan el canto lírico subidas en tacones brillosos y rociadas de purpurinas. Lo hacen a partir de un relato disidente; por el cruce con lo bizarro, por la veta humorística, por convicción.
El proyecto “Ópera Queer” parece poner en tensión y en convivencia lo artístico y político. ¿Acuerdan con esa interpretación?
Lucho: Claro, para mí es un proyecto de militancia. De hecho, con Ferni, mi hermana, coincidimos y elegimos a “Ópera Queer” como nuestro espacio de militancia. Elegimos ser artivistas.
Fernando: Hacer Ópera Queer es político. Nada de lo que hacemos pasa desapercibido, ni tampoco nada deja de ser identitario de nuestras vidas. Entonces cualquier gesto, o hazaña, o entrega desde lo artístico es político. Cualquier gesto cultural, si lo hacés con un sentido, con un rumbo, conlleva un accionar en el que aparece un posicionamiento político.
Opera Queer visibiliza nuestras identidades al tiempo que problematiza la lírica como género.
F.: Sabemos que cantar ópera a veces significa reproducir parámetros, son 150 años para atrás. Pero insistimos, elegimos cantar ópera y reparar en el estigma, en las opresiones que implicó ese hacer operístico hacia los cuerpos que lo hacían, hacia las sexualidades de los cuerpos y las cuerpas, y que en algunos espacios hoy aún se reproducen. Por eso sostenemos que reparar y visibilizarlo es absolutamente un gesto político.
L.: Ópera Queer rescata un reconocimiento, y queremos hacer bandera de todas aquellas personas que dejaron la vida, que dieron su vida por un mundo más justo. Por esas personas que lo dieron todo. Por ese Lorca, asesinado, fusilado. Por tantes colegas, compañeres. Hemos ganado, sí, pero también han ganado todes elles que se arriesgaron en un momento mucho más adverso y difícil.
Hay en Ópera Queer una intención explícita en reivindicar la disidencia sexual.
F.: En la disidencia sexual nos encontramos más. Ópera Queer es disidente, no binarie. Buscamos reinterpretar fragmentos del género lírico, operístico, camarístico de la música clásica, pero nos proponemos no reinterpretar por reinterpretar, sino buscar en la reinterpretación un tipo de giro que pueda generar algo nuevo. En ese giro nos proponemos visibilizar esta disidencia sexual y de género. Y lo accionamos desde nuestra propia deconstrucción, desde nuestra propia vida, en lo doloroso que fue; con algo que amamos mucho que es cantar ópera.
L.: Ópera Queer atacó el “¿por qué no?”, como en nuestras vidas. Me acuerdo de ir caminando por las calles, a los 15 años, yendo a estudiar a la casa de mi maestro particular; Ferni me preguntaba ¿vos te imaginás cantando esto? Porque es para sopranos. Él me llegó a preguntar: ¿Te imaginás como Lucía cantando en una orquesta? Yo le decía que no, y el “por qué no” me quedaba en el subconsciente. Entonces, ataqué el por qué no hacerlo: no voy a cantar “Lucía” como soprano en un teatro porque quiero cantarlo en un bar, con barba y montada. Ni tener que ser soprano para poder hacerlo.
¿Es en ese lugar en donde se pone en juego algo con lo técnico y lo artístico?
L.: Es que involucra un tipo de canto cultivado para voces en el marco de una orquesta de cincuenta músicos en un teatro. Y “Ópera Queer” ocurre en un lugar que no es el que “tendría que ser”, lo hacemos con un piano, en un salón más o menos grande, una birrita en la mano. Y son solo esas voces puestas en juego para contar algo. Yo creo en el impacto artístico que sucede: escuchar esas voces vibrar, con técnica vocal, al estilo ópera, Italia, bi bemoles y sostenidos. Creo que también tiene que ver con eso, con la vibración que propone per se en tanto un hacer cultivado.
F.: Ópera Queer es disidente, pero el proyecto es claramente artístico. No es que somos únicamente maricas. Cuidamos la calidad de lo que presentamos, la calidad de lo vocal, desde el piano, el maquillaje, la puesta de lo que tengamos. Es decir, de qué manera acercamos un proyecto que pueda conmover, que genere risa, que genere contenido desde el arte en sí.
Y que interpele…
L.: Creemos profundamente en el poder de esa música, en el poder de ese amor puesto en esas notas, en esas partituras, de música de cámara, de ópera. Tiene mucho para enseñarnos, porque la ópera se basa en sentimiento universales: el amor, el desamor...
F.: Es muy loco, porque genera risas, humor. Pero también nos llegan muchos comentarios son muy amorosos desde el conmoverse, de sentir la emoción, de sentir estas voces, de sentir la amplificación del cuerpo que vibra. Son estos tópicos: el amor, la hermandad, el odio, el celo. Sí, claro, lo miramos con otros anteojos, que son nuestros anteojos del ahora. Cuando el tipo la mata por amor, paramos y repudiamos que no la mata por amor. Aclaramos y lo decimos: fue femicidio. Si es un amor cis y heterosexual, le intentamos dar un giro. Puede ser un amor diverso. Puede ser que el Conde del Trovatore es una marica y Leonor es una drag. Y cantan ese dúo de amor y de celos, medio bizarro, y es Giuseppe Verdi.
La potencia del canto en Ópera Queer, pone en cuestión aspectos rígidos del género lírico. Pienso en sus registros...
L.: Yo soy barítono y puedo cantar como contratenor. Con un plus de haber tenido un instinto de cantar más agudo. La propuesta era jugar con esa sonoridad que no resulta tan común porque la ópera, así como la amo, así como es de hermosa, se encargó de encasillar. Pero bueno, yo me meto a cantar partituras específicas para sopranos, para laringes femeninas cis. Más allá de que no es algo tan común, yo de verdad no creo que esté haciendo algo sobrenatural. Lo que tiene es que genera impacto: te ven en tacos, con barba, cantando una nota tan aguda, con más caudal, más piano, así como con matices.
¿Vendrían, de algún modo, a desfosilizar el género lírico?
L.: Sí, la ópera en los espacios convencionales, como nos ha sido heredada culturalmente está muriendo. Creemos que la ópera es un género fosilizado en muchos aspectos. ¿Nos encanta cantarla? Por supuesto. Es mi vida. ¿Nos imaginamos Ópera Queer en el Teatro Colón? No, jamás. Yo al menos no lo imagino en espacios convencionales. Estamos aportando a que haya una nueva lectura más popular del género.
F.: Por lo pronto es una apuesta que a nosotres nos da libertad. Después de la última edición se acercó una compañera y cuando me saludó me comentó que para ella el espectáculo fue como un manifiesto de libertad.
L.: No nos paramos desde un rencor artístico. Y en esto la retomo a Susy Shock: el derecho de estar enojades. El derecho de sentir que merecemos nuestra venganza. Pero yo creo que nuestra venganza es abrazar. Mi venganza artística es esta, cuando me escuches cantar en tacos, música de cámara en alemán, sin tener idea de lo que estoy diciendo, te vas a emocionar. Porque el mensaje es desde ahí. Somos, nos identificamos, como personas que abrazan. l
Ópera Queer se presenta el viernes 24 de mayo a las 21:30 en MU Trinchera Boutique, Riobamba 143.