Hay una causalidad poética, casi romántica, en torno a la obra La Elegida, de las teatristas Laura Nevole y Paula Fanelli. Una noche hace unos años, la última le propuso a la primera escribirla en conjunto cuando se enteró de que ésta –psicóloga, actriz, feminista– tenía un pasado religioso. “¿Qué pasa cuando nuestra vida se define a partir de ser siempre la elegida de alguien?”, le planteó a su compañera, que le había narrado una anécdota del día en que una monja le dijo que era “la elegida de Dios por ser la más linda”. Así, sin darse cuenta, Fanelli convirtió a Nevole nuevamente en “la elegida”, aunque esta vez para contar su historia, para revisarla, para tomar distancia crítica y ponerla en escena. Durante meses reunieron fotos y otros documentos biográficos y escribieron la pieza que se puede ver este domingo a las 18.15 en Espacio Callejón (Humahuaca 3759). “La idea fue mostrar qué pasa en la vida de alguien cuando deja ese lugar, cuando ya no está en el centro de papá, mamá, la abuela, la maestra o el cura”, cuenta a PáginaI12 Nevole, que protagoniza la pieza.
Si bien está basada en materiales reales, la actriz asegura que lo documental “tiene un valor en sí mismo pero a la vez es circunstancia de la acción”. “Las fotos inauguran cierto pacto de lectura con el espectador, pero se puede abordar la obra aún sin saber que la de las imágenes soy yo de verdad”, dice a este diario. Aclara, también, que no se trata de un “biodrama”, aunque el esqueleto de la pieza esté basado en su experiencia propia, la de la ruptura con la iglesia, la de su última charla con Dios. “De ahí surge todo el relato. De ver y pensar a dónde se transfiere toda esa fe, en qué se convierte”, dice la protagonista, que es dirigida por Fanelli y acompañada en escena por el músico y compositor Gabriel Ventura Gulí.
–¿Entonces no perdió la fe tras su quiebre con la Iglesia?
–No, eso no. Es un vínculo que se traslada y que ahora claramente lo reencuentro en el teatro. Es lo que me llevo de precioso de ese mundo, algo que es trascendente e inmanente a la vez. Ahora pongo esa energía en mi pasión por la actividad teatral y también en mi yo más militante, la docencia. En el teatro independiente porque lo vivo como una necesidad que justifica la existencia; en la docencia porque allí despliego herramientas para que otros puedan expresarse en su singularidad y crecer. Ahí está esa fe.
–En la obra se narra un episodio fuerte referido a su relación con su cuerpo. ¿Eso tuvo que ver con su quiebre con la Iglesia?
–En parte sí, porque en ese momento me di cuenta de que me tenía que ir porque lo que yo quería no iba a ser aceptado por la institución. Fue un quiebre doble, con la iglesia y con mi cuerpo, de modo que la obra, como mi vida, se trata mucho de los feminismos. De todos modos tampoco fue un quiebre de cero, porque siempre había sido una catequista medio disruptiva, que cuestionaba desde la virginidad hasta la manzana. De hecho, hace poco me di cuenta de que mis críticas siempre iban por una cuestión de género. Por otro lado, también hubo un quiebre cuando empecé la facultad y me acerqué al conocimiento. Descubrí algo que para mí fue tremendo, que era que no todos creían en Dios, algo que para mí estaba naturalizado por completo. Ahí dije “pará, entonces yo me crié en una mentira”. Ahora con la Iglesia yo ya no puedo tener nada que ver.
–¿No tiene ningún tipo de relación hoy con la institución?
–A veces entro a un templo para sentarme en cierto silencio, pero nada más. Y encima me tengo que acordar de esconder todos los pañuelos que tengo. Me queda algo de bronca por toda la represión que heredo, por todos los mandatos que se asocian con eso.
–Habla del feminismo y del movimiento de mujeres. ¿El avance de la conquista de derechos modificó en algo la obra, que ya tiene unos años?
–La modificó mucho a niveles impensados. Había un vínculo con un profesor de teatro y lo tuvimos que modificar, porque hoy es inevitable que se lea en términos de poder. Aparecía la figura de Michael Jackson y también tuvimos que cambiarla porque el contexto hizo que derive hacia otro lado. Nos tenemos que hacer cargo y eso es lo nos gusta del teatro, que todo empieza a tener otras capas de sentido y hay que enfrentarlas.