“Los sentimos como nuestros hijos”, confesó Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, en referencia a los miembros del Equipo Argentino de Antropología Forense que ayer celebraron sus 35 años con un acto en el Polo Científico Tecnológico. El organismo que nació en 1984 con el desafío de identificar y restituir los restos de víctimas del terrorismo de Estado se transformó con los años en referente internacional en la materia. “Todo lo logrado en la Argentina en términos de verdad, justicia, reparación y memoria es fruto de la perseverancia y la movilización de la sociedad civil, hubo que pelearlo en las calles, a veces acompañados por gobiernos y otras no”, destacó Luis Fondebrider, presidente del EAAF.
La antropóloga Mercedes Doretti, una de las fundadoras, se explayó sobre el trabajo actual del EAAF en Centroamérica y Estados Unidos enfocado en migrantes desaparecidos y víctimas de femicidios. Contó sobre el Proyecto Frontera para identificar a quienes mueren en los corredores migratorios de México o Arizona pero provienen de países de Centroamérica, por lo que fue necesario crear bases de datos forenses de migrantes no localizados en sus países de origen. Ese trabajo derivó en el procesamiento de casi 3500 perfiles genéticos que permitieron identificar a 198 personas. Como “labor por la negativa” mencionó el trabajo en el basural de Cocula, estado de Guerrero, que permitió refutar la versión oficial del gobierno mexicano que afirmaba que allí habían sido incinerados los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Gabriel Ciancio contó la historia de su hermano y su cuñada desaparecidos, cuyos restos encontró y restituyó el EAAF. “No son sólo huesos, es permitirnos conocer la verdad y hacer el duelo”, explicó. Citó la ilusión de Videla sobre “desaparecidos, ni vivos ni muertos”, y destacó que “el EAFF pudo destruir esa frase y generar esperanza en los familiares”. Elogió “la humanidad y el respeto” del equipo, que “nos dio la paz interior que estábamos buscando, y a Federico (su sobrino) su mamá y su papá”. “Gracias a ustedes la semilla continúa creciendo”, cerró.
El médico forense Morris Tidball recordó desde un video los primeros pasos del EAAF, cuando era traductor del fundador Clyde Snow. Elogió el trabajo de Abuelas, a la fallecida fundadora Isabel “Chicha” Marini por su temprana “concepción en 1983 de comunicarse con científicos forenses de otros países para traer nuevas ideas y tecnología”, y el rol del CELS en febrero de 1984 cuando “un poco a tientas porque no había precedentes” citó “a un grupo de científicos para que fuese a la Argentina a compartir sus conocimientos”.
“Un país que no tiene ciencia no es un país”, arrancó Fondebrider para agradecer a los anfitriones del Conicet. Rememoró “cuando éramos cinco o seis jóvenes en un bar, con mucho entusiasmo, rebeldía y ganas de hacer cosas”, y los 35 años transcurridos hasta “ser hoy setenta antropólogos, arqueólogos, biólogos, médicos genetistas, arquitectos, bioinformáticos, físicos y geólogos que trabajan en Buenos Aires, Córdoba, Nueva York y México”. “Aprendimos que lo que pasó en Argentina pasó con diferentes características pero el mismo dolor en diferentes países”, dijo tras enumerar algunos. Marcó como hitos en la historia del EAAF la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas en 2007, que “demostró que las alianzas Estados-sociedad civil son posibles y miles de personas se acercaron a dar muestras”, y el trabajo de identificación de soldados enterrados como NN en Malvinas. Valoró “el proceso colectivo” detrás del trabajo del EAAF, que incluye a “personas anónimas en todo el mundo”, y la importancia de que “sirva para juzgar, aportando elementos científicos, a los responsables de tanta muerte y violencia”.
Carlotto recordó los primeros pasos junto a Mariani “para ver si era posible que nuestra sangre sirviera para identificar a los nietos”. La presidenta de Abuelas, que sabía del asesinato de su hija Laura, contó que en 1985 pidieron la exhumación y rememoró cuando el propio Snow “tomando los huesitos me dijo ‘Estela, tu eres abuela’”. “Este grupo de jóvenes que hoy cumplen 35 años son la maravilla del mundo”, los elogió. “Con su respeto, su bondad, su sacrificio, nos fueron dando la satisfacción de haber sido forjadoras de este tema, por eso los sentimos como nuestros hijos”. “¿Cómo no les vamos a dar un espacio par trabajar? Los queremos tener cerca, verlos, abrazarlos, estar si necesitan algo y brindar si hay por qué brindar”, destacó. “Este homenaje nos tiene que servir de ejemplo para la lucha de todos los que tenemos conciencia de qué queremos para nuestro país”, sugirió, y enfatizó “el deseo enorme que tenemos cuando pedimos Memoria, Verdad y Justicia, de que nunca más pasemos por estos dolores, ni acá ni el mundo”.