Una historia de campo, pequeña, sencilla, silvestre. Una historia de amor; también de familia, de solidaridad y de búsqueda de justicia. Una obra teatral y un musical, con nuevos arreglos y ejecución en vivo. Ocho destacados actores y cinco músicos en escena. Y la marca de Hugo Midón y Carlos Gianni, cada vez más vigente. Todo eso se luce en la deslumbrante reversión de Huesito caracú, la obra que tuvo su estreno en 2001 y que ahora vuelve, reversionada y sorprendentemente vigente, a contagiar la emoción del teatro. Los sábados a las 17 y los domingos a las 16.30, este Remolino de las Pampas se levanta en el Teatro Picadero (Pje. Santos Discépolo 1857), en un espectáculo que deja marca en espectadores de todas las edades (ver aparte). 

Este Huesito Caracú es tan, pero tan actual, que podría pensarse hecho ad hoc. Uno de sus núcleos temáticos es el de la “avivada” de una empresa de luz, que cobra “lo que se le canta” y no lleva el servicio hasta donde no le resulta rentable. En este caso, el rancho de los Caracú: la Mama, el Tata y Huesito. De ese hilo tiraron para este reversión el director, Emiliano Dionisi (formado en la escuela de Midón y, a sus 13 años, parte del elenco de La familia Fernandes); Julián Midón, quien tiene a su cargo la dirección musical y arreglos de la música que suena en vivo (hijo del recordado dramaturgo); Carlos Gianni, entusiasta promotor de esta reversión; los productores de Compañía Criolla y un elenco de ocho actores que se destacan actuando, bailando y cantando con gran entrega escénica (Laura Oliva, quien ya había hecho la reversión de Vivitos y coleando;, Roberto Peloni, que había actuado en Objetos maravillosos; Vanesa Butera, Guido Botto, Patricio Witis, Leandro Chavarría, Ramiro Delgado y Horacio San Yar). 

“La idea fue de Sebastián Ezcurra, uno de los productores de Compañía Criolla. El quiso hacer una lectura actual de la obra, una versión propia, no una simple reversión del original”, comienza a contar Julián Midón. “Esa primera idea apareció en 2017. Pero Emi Dionisi decía que lo que había visto en 2001 le había gustado tanto, que iba a ser un atrevimiento buscar repetirlo. Por eso surgió la idea de reversionarla. Hablamos con el Picadero, la idea les gustó pero el teatro estaba libre recién para 2019. Parecía re lejano, sin embargo empezamos a trabajar ya en 2017 en la preproducción de la obra”, sigue repasando el productor. Aunque después vendrían las audiciones, ya en 2017 apareció el nombre de Roberto Peloni, que había actuado con ellos en Cyrano de más acá, y que formó parte del elenco de Objetos maravillosos.

“Han logrado no una versión ni una copia, sino una recreación. La música en vivo, la idea de la puesta y los nuevos actores refrescaron aquello que se hizo veinte años atrás. Lo que es increíble es que hoy sea tan actual, o mucho más actual, que hace veinte años. Es más, cuando Emiliano comenzó a pensar en esta obra no era tan, tan actual como hoy”, reflexiona Gianni. “Es que cuando empezamos entre todos a reconstruirla nos encontramos con este tema de la luz, que hace veinte años no era un tema. A mi viejo se le ocurrió por una situación puntual que vivió en el campo, una anécdota suya. Ahora es un problema social. Lo que en aquel momento era una vivencia del autor, hoy es una vivencia de todos”, reflexiona Midón. Y Gianni concluye: “Ese es un logro de Hugo. Sus obras se han convertido en clásicos. Eso es talento”. 

–Evidentemente había en Midón una sensibilidad, un ojo, un radar especial para captar los temas.

Roberto Peloni: –Para mí hay una seriedad: Midón y Gianni hicieron un trabajo serio para chicos. Por eso con esta obra me pasa que siento que la estamos militando: militamos una manera de hacer las obras para los chicos y para la familia. Así queremos que sea el teatro, lleno de contenidos, de riqueza, con la mayor calidad en todos los aspectos, desafiando al espectador... La obra ya de por sí propone, desde que empieza, un ritmo que viene del teatro gauchesco. Venimos a “instalar el campo”. Nada que ver al ritmo que hoy lleva un pibe de ciudad... 

Julián Midón: –En la primera función noté al principio, mientras se apagaban las luces, algunos murmullos. Pasó un ratito y desaparecieron, la atención era total. Con mi viejo siempre hablábamos de algo: si en la mitad de la obra empieza a haber murmullos, ojo, algo se te está cayendo. Acá es al revés: los chicos vienen muy arriba, excitados, y la obra los mete en otra sintonía.

R. P.: –Les dice: che, ojo que esta es la realidad. No es todo touch, todo ya. Ojo que hay gente que vive con otro ritmo. Ojo que está bueno que vos también te tomes tiempo para algunas cosas...

–¿Lo de situar al público en otro ritmo lo buscaron como un desafío?

Carlos Gianni: –Yo creo que si hay algo que un chico de la ciudad no tiene cercano, es la música folklórica. Sin embargo se capta su atención a partir del folklore argentino, aunque después deriva en muchos otros ritmos, hay rap, funk, rock... Y el público se conmueve mucho con esta idea también. Porque el público adulto quizás no espera esta idea rítmica, y se encuentra enredado en estos juegos. 

J. M.: –Es interesante la presencia de la música folklórica como elemento de lo propio. Yo creo que esta obra habla mucho de nosotros, interpela. Al otro, al cercano, al par. Nos dice que en el fondo estamos hermanados. Como cuando los dos milicos (así se nombran en el guión) terminan siendo amigos de Huesito porque recuerdan que eran compañeros del jardín. Se dan cuenta de que están hermanados por un mismo origen, por una misma situación y por una misma tierra.

Emiliano Dionisi: –Hay muchos temas como ese, que encuentran una conexión directa con lo que nos está pasando como país. Pero siempre invitando a pensar cómo cambiar esa realidad. Como el pedido de justicia que aparece al final, que muchos relacionan con el ruidazo de los viernes. Es un pedido amoroso, no sentís una cosa violenta en esa protesta. Es justo que la gente que quiere cambiar algo que es justo, se junte para lograrlo; eso es lo que aparece. 

C. G.: –Todo esto es cierto, pero los chicos no necesitan saber del contexto social y político actual, saber del ruidazo de los viernes, o de lo que pasaba en 2001, para sentirse conmovidos por lo que los actores están entregándole desde el escenario. Yo quiero destacar esa convicción de los actores, que también es la que los conmueve. 

Guido Botto: –Y yo siento que esta obra también nos interpela a nosotros, como actores. Nos invita a compartir, a decirles a los chicos que por más que nosotros somos grandes y ellos tengan menos caminado el mundo, por eso mismo estamos uniéndonos y acompañándonos en el crecimiento. Desde un lugar par. Eso es lo que más me emociona de la obra de Hugo y Carlos. 

–¿Cuál fue el primer acercamiento que tuvieron a las obras de Midón?

R. P.: –Cuando estaba estudiando comedia musical en la escuela de Julio Bocca yo lo tenía al maestro de maestro, literalmente (señala a Gianni). El ahí tocaba el piano y a mí se me llenaban los ojos de lágrimas en las clases, era algo especial. De chico no había ido nunca al teatro, y viviendo siempre en provincia, a Capital no veníamos, así que no tenía idea. Lo busqué, vi los videos de Vivitos y coleando, y dije: ¡Aaaah! La vida me lo puso ahí. Después vi en vivo, ya de grande, La familia Fernandes, Derechos torcidos y el primer Huesito Caracú. Por las vueltas de la vida, terminé actuando en Objetos maravillosos, y ahora soy este Cocorito de Huesito...

G. B.: –El recuerdo más amoroso, de sorpresa, de emoción y conmoción que tengo de chiquito, son las obras de Midón. Mi mamá también tiene el recuerdo de verme en la platea mirar boquiabierto, sorprendido, recibiendo toda esa información que me emocionaba, de verdad, mucho. Me acuerdo de la piel de gallina, es un recuerdo sensorial. Las esperaba en cada vacación: Vivitos y coleando, desde la 2, Stan y Oliver, La familia Fernandes... Justo Huesito Caracú no la vi, yo tenía 13, estaba entrando en la secundaria, el país era un caos... Preparé la audición con todo, porque tenía mucho deseo de formar parte. Por la manera en que se cuentan las historias y se tratan a las personas. Y ser hoy parte de una obra tan hermosa, tan política, tan necesaria –porque habla de nosotros, de nuestra historia, de la mejor manera que creemos para encontrarnos con las otras personas y para transitar la vida– es una felicidad. 

E. D.: –Yo soy de Ramos Mejía, tampoco llegaba allá este teatro, y una vez alguien le comentó a mi mamá sobre Midón. Fue de esas cosas que de chico no terminás de entender pero te das cuenta que te encanta; con el tiempo lo analizás y decís claro, era increíble. Después entré en su escuela y los de Río Plateado fueron los años más felices; encontré mi grupo de amigos, de pertenencia, además de ser un espacio de formación, y una formación muy honesta done los pibes se desarrollaron siempre en el juego y nunca se fomentaba ser famoso o competir. Era un lugar para aprender y expresarse. Después tuve la fortuna de ser parte de La familia Fernandes, con Hugo de director y con Carlos. ¡A los 13 años! Pasé a vivir el mundo del teatro desde adentro, todo ese amor al universo teatral, el ritual de llegar antes a las funciones para estar en el escenario antes de que se diera sala... Y Huesito era un sueño que nunca me había animado a soñar. Pero es un sueño cumplido.