Como en todas las obras de Hugo Midón y Carlos Gianni, en Huesito Caracú hay una primera sorpresa para el espectador –de cualquier edad– que tiene que ver con lo mucho, muchísimo que transcurre en escena, sin pausa y sin prisa a la vez. Hay una historia principal, muchas historias o temas que se desprenden de ella; hay actuación, coreografías, canciones, música en vivo; hay risas (muchas) y seguro se escapa alguna lágrima de emoción en algún momento. Hay un héroe del común, hay un malo que es medio ridículo y que hasta da un poco de ternura. Hay una historia de amor, hay una idishe mame campera. Hay disparate y hay ecos sociales y políticos muy actuales. Baja un plato volador y se desata una espontánea pueblada en protesta por el cobro desmedido e injustificado de la luz:  “¡Vamos los flacos!... A controlar el suministro. Pa’ que te cobren lo que es justo ¡Y nada más!”, cantan, literalmente. Ah: el “oni” que baja en el rancho también transporta gente, muy en serio. 

Y lo más increíble, tal vez, es que todo esto surge de un historia muy sencilla, y en esta obra en particular, con un ritmo que podría pensarse “lento”: el del campo, con sus tiempos, sus pausas, su hablar y su andar. Es un despliegue sin estridencias, sin efectos ni trucos más que los del arte teatral. Está, por supuesto, la mano maestra de Hugo Midón, que dos décadas atrás imaginó esta historia que hoy es tan actual. Y, como el vehículo perfecto, la música original de Carlos Gianni. Ahora renovados con la dirección musical y arreglos de Julián Midón (hijo del dramaturgo) y la dirección general de Emiliano Dionisi, formado en Río Plateado, la escuela de Midón.

En esta historia Huesito Caracú (Guido Botto Fiora) es un chico de campo que vive en el rancho con su Tata (Patricio Witis) y “la Mama” (Laura Oliva, fantástica, tan contundente y graciosa en este papel). Huesito quiere tocar la guitarra, y nada más. Bueno, también quiere a Flor Silvestre (Vanesa Butera, que encontró una china tan creíble, y se luce con su voz). Hay un pequeño problema: la Flor es la novia del Cocorito (el siempre sorprendente Roberto Peloni, gran puntal del espectáculo). Nada menos que el hijo del dueño de la empresa proveedora de luz. Y de la 4x4, y de varios miles de hectáreas, y de la voluntad y las órdenes que desparrama el Sargento Cepeda (Horacio San Yar, quien también encarna al “Sr. Lux”, el mismísimo dueño de la luz). Ramiro Delgado y Leandro Chavarría completan un elenco en el que hay lugar para el lucimiento de “los Milicos”, de un perro que chuza y de un caballo tan refinado que contesta en inglés. 

Y por si fuera poco, está la música en vivo: Julián Midón en guitarra, Bernardo Monk en saxo y flauta traversa, Carolina Rodríguez en violín, Ignacio Long en bajo, Facundo Flores en batería y percusión, suenan un poco escondidos y un poco visibles, también en escena. Tocan chacarera, gato, una zamba que se baila con pañuelos, un desopilante rap medio funk de refranes. Bienvenido sea este nuevo Huesito caracú que emociona, entusiasma, divierte, ejercita eso de ponerse en el lugar del otro. Bienvenido el teatro.