A partir de la liberalización de los mercados practicada por el actual gobierno, el riesgo país volvió a aparecer en los medios. Al principio, la noticia era su disminución, de alrededor de 600 puntos en el inicio de la gestión macrista, a algo menos de 400 puntos entre mediados de 2017 y mediados de 2018. Luego el foco informativo se centró en su aumento constante. Es que la volatilidad cambiaria que comenzó allá por abril de 2018 y tuvo su pico en septiembre, lo llevó nuevamente a valores de 600 puntos y rápidamente a los 800, subiendo y bajando hasta llegar a arañar los 1000 un año después.
Durante el lunes y martes pasados ha descendido por debajo de los 900 puntos. ¿Cuáles han sido las reflexiones aparecidas en algunos medios para justificar esta baja? Por ejemplo: “tras anunciar que (Cristina Fernández de Kirchner) solo será candidata a vicepresidente, el riesgo país cayó a 888 puntos”; “porque ven a Cristina más lejos de la presidencia”; “la baja del riesgo país tiene correlación directa con lo que ocurrió el sábado” o “porque aumentan las probabilidades que el peronismo vaya dividido y eleva las chances del oficialismo”. Argumentos similares se dieron para intentar explicar la baja del dólar. Otros analistas indicaron cómo están cambiando las opciones de inversión. Por supuesto que en algunos casos estos análisis fueron matizados por el escenario internacional, que es además muy variable.
Esta situación devela dos cuestiones esenciales. La primera es que estos comportamientos son usuales en sistemas totalmente liberalizados, como lo es el actual esquema en la economía argentina: se depende al extremo de los humores del mercado. Una segunda cuestión que se deriva de la primera es la fortísima incidencia que generan estas variables financieras sobre la situación política, intentando condicionar el voto ciudadano hacia una determinada opción que no es más que “el camino es por acá”, lo encare el presidente Macri u otra persona. Y ello constituye una inaceptable limitación a la democracia. No es nada nuevo; muchos países lo han sufrido. Es quizá una de las consecuencias más irritantes del modelo neoliberal aplicado por Macri y de las condicionalidades provenientes del acuerdo con el FMI.
Este sendero no es en absoluto inevitable, aunque tampoco será fácil de cambiar. Se requiere un nuevo gobierno con un programa totalmente distinto.
Respecto al FMI, el eje central debería estar en la indispensable reprogramación de los vencimientos, dado que el 73 por ciento de la deuda con el organismo vence en 2022 y 2023. Y sobre todo discutir la eliminación de las condicionalidades. Adicionalmente, con los organismos internacionales es difícil lograr quitas: cabe recordar que la negociación con el Club de París no las incluyó. Queda claro que si se sigue con las políticas de ajuste, la situación será cada vez peor. Toma entonces relevancia la conocida frase de Néstor Kirchner “los muertos no pagan las deudas”.
Sin duda estaremos en mejores condiciones para encarar las obligaciones con el Fondo y el resto de los acreedores externos en la medida que la economía crezca y pueda generar los recursos suficientes para manejar el elevado endeudamiento que va a dejar esta administración. De la misma forma, con un crecimiento importante, que genere aumentos de los recursos tributarios, se puede ejecutar el nivel de gasto que la economía requiere, y por lo tanto la meta de equilibrio fiscal estaría mucho más cerca y no por el camino del ajuste.
Un crecimiento que se debe dar principalmente a través del mercado interno, mejorando la capacidad de compra de la población. Este mayor poder de compra generará un proceso positivo sobre la producción, en especial sobre las pymes que son las grandes generadoras de empleo. En definitiva, una política encarada por un Estado comprometido con una justa distribución del ingreso y la riqueza para incrementar la producción y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Un cambio antagónico respecto al modelo actual.
* Presidente Partido Solidario.