Analizar el pasado permite responder sobre cuestiones actuales, pero sobre todo permite soñar y diseñar el futuro teniendo en cuenta las lecciones aprendidas. Detenernos en sucesos, como los que vamos a mostrar aquí, ocurridos hace varias década, puede recibir la crítica de que no hay puntos de comparación: cuestiones geopolíticas, modelos económicos de acumulación, instituciones y legislación, densidad poblacional, la tecnología. Todo ha cambiado. Es cierto.
Sin embargo, hay otra posibilidad, otra manera de observar sucesos y relatos pasados. Es interesante leer en la literatura universal las obras consideradas “clásicas”. Se siguen leyendo porque tienen la fuerza de retratar al hombre en su esencia más profunda y permanente: sus obsesiones, sus miedos, sus deseos, sus lealtades, sus creencias, sus tradiciones. En definitiva, las fuerzas que expliquen sus acciones y decisiones. En este sentido se presenta el siguiente relato histórico, donde se muestra la convergencia de distintos personajes, que, a pesar de identificarse políticamente en distintas facciones, convivieron notablemente, a partir de la coincidencia sobre el proyecto nacional-modelo de país que detentaba cada uno, y las fuerzas interiores que gobernaron sus acciones y decisiones.
El relato se ubica en Argentina, en un momento entre la década del 50 y medianos de los 70. Era el período de institucionalización de la ciencia y la tecnología, de la intensificación de las relaciones entre mundo académico y mundo productivo. Y del paso del ciclo de sustitución de importaciones a uno más cercano a la instalación de industrias pesadas y/o estratégicas. A pesar de la inestabilidad política, pasaban gobiernos militares, peronistas, desarrollistas y radicales; no había llegado aún el neoliberalismo, ni los monetaristas. El telón de fondo era la presencia de proyectos desafiantes, motivantes, demandantes de obreros calificados, de técnicos, de ingenieros, de tecnólogos y de científicos; también de empresarios nacionales, intelectuales, sindicalistas lúcidos, comunicadores y políticos. La densidad social que facilita la unidad nacional alrededor de un proyecto de país.
La computadora Clementina
Los prestigiosos Manuel Sadosky y Rolando García conducían la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA en 1958. Para comprar a la mítica computadora Clementina, les solicitaron una partida de fondos por 400 mil dólares al Conicet presidido por el Premio Nobel Bernardo Houssay. Tanto García como Sadosky expresaban una mirada distinta a Houssay sobre las ciencias. Los primeros estaban convencidos que las ciencias –las aplicadas, fundamentalmente– eran factores de progreso en la medida que se aplicaran a problemas de desarrollo e industria. Houssay, no. Su idea de progreso era especialmente que, si se hacía buena ciencia básica, ello empujaría el bienestar general. Reivindicándose como un hombre de izquierda, de ideas socialistas, García encaró al presidente del Conicet, un verdadero baluarte de la derecha argentina y le pidió dinero –mucho– para un proyecto extraño a las líneas generales de la política científica de ese momento. A Houssay, el pedido le pareció exorbitante, no apropiado, y lo rechazó.
Los hombres de ciencias exactas tenían una carta para convencer al Premio Nobel, y la usaron. Solía decir Rolando García que en aquella época había profesores muy conservadores, “pero muy del país” con los que nunca tuvo problemas. Dijo una vez García: “Yo con nadie me entendí mejor que con Braun Menéndez sobre lo que había que hacer en la universidad, aunque naturalmente él venía de otra clase distinta de la mía. Pero era un hombre inteligente, bien formado y con una concepción de país, que es algo que se ha perdido”.
El investigador Eduardo Braun Menéndez, era también fisiólogo y el discípulo predilecto de Houssay. Braun Menéndez era el hombre ideal para la difícil misión, también miembro del directorio del Conicet, fue el ariete que taladró la negativa de su maestro. El Conicet aprobó el pedido que conformaba el presupuesto para comprar la computadora Clementina y su puesta en marcha. El directorio sesionó con Houssay en ausencia como resultado de las gestiones de Braun Menéndez.
Una nueva oportunidad
Luego de la noche neoliberal (1976-2001) se recuperó en gran parte esa senda de desarrollo tecnológico que enhebraba la trama de retazos que habían quedado sueltos, que al final convergieron en un proyecto de país con tecnología satelital, energía nuclear y alternativas, biotecnología, nanotecnología. En la derrota electoral del proyecto nacional y popular de 2015 en manos de una renovada versión del neoliberalismo periférico, con una nueva ruptura de aquel modelo de país, se cayó en una trampa de la supuesta continuidad de políticas de Estado con un Lino Barañao desconcertante. Quien ha sabido señalar lo delicado de esta cuestión, temprana y claramente, fue el ingeniero Eduardo Dvorkin. En interesantes artículos afirmó, y demostró que la continuidad de Barañao al frente del ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación no garantizó “cuidar” el sistema. A pesar de la presencia del ahora secretario, el contexto nacional para la ciencia y la tecnología había cambiado. Dice Dvorkin: “Las características dominantes de Cambiemos son: detención del desarrollo tecnológico autónomo, desindustrialización y desnacionalización cultural”. Otro modelo de país.
Garantizar que la ciencia, la tecnología y el desarrollo pueden materializarse en políticas de Estado, sostenibles y sustentables, necesita de acuerdos ideológicos mínimos; es decir, el mismo modelo de país. Sin embargo, en la historia reciente es evidente que no se lograron a tiempo los necesarios consensos políticos que hicieran sustentable el proceso. Las elecciones de este año darán una nueva oportunidad para recuperar un modelo de país donde la mayoría de los argentinos encuentren un lugar de trabajo calificado y satisfacción, donde las diferencias partidarias se diluyen en un contenedor grande y generoso: un proyecto de industria nacional estrechamente vinculado a un proyecto de soberanía tecnológica. Será un tiempo de ciencia, tecnología, ideología y consensos.
* Licenciado en Organización Industrial (UTN) y especialista en Gestión de la Tecnología y la Innovación (Untref). Autor de Autonomía tecnológica (2013, Ciccus) y Tozuda industria nacional (2018. Ciccus–Lenguaje Claro).