Las diferencias de India con la Argentina no se limitan a las más de 20 horas de vuelo, al caluroso clima y nublosa visión por la gran polución en Nueva Delhi, a las 8.30 horas de diferencia horaria, a las comidas picantes y las vestimentas exóticas. Más allá de los viajes culturales a la casa de Gandhi, al TajMahal o de meditación, el ascenso de India en el ejido global expresa cambios en la geopolítica mundial.
La India viene creciendo a las tasas anuales más altas del mundo, del 6 al 8 por ciento en los últimos 20 años, especialmente después de 2002. El resto de las economías mundiales tienen un producto interno bruto más bajo, siendo sólo China comparable a su crecimiento.
En los últimos años este país promovió una política internacional de cooperación Sur-Sur que se diferencia de los supuestos, principios y objetivos de la tradicional cooperación Norte-Sur. Recordemos que la relevancia de la cooperación Sur-Sur reside en que es un aspecto esencial de los esfuerzos de los países en desarrollo por superar el legado colonial, defender regionalmente intereses y cuestionar la estructura y el funcionamiento del orden económico internacional injusto imperante.
Más allá de sus contradicciones, desigualdades, contramarchas y revisiones necesarias, en los actuales procesos político-económicos de países de América latina, como Argentina, Brasil o Venezuela, conviene recalcar algunos indicadores concretos del ascenso del sur: se han desarrollado una gran cantidad de alianzas intergubernamentales entre los países del Sur como el Movimiento de Países No Alineados, el Grupo de los 77 (G-77), la Unasur y el Mercosur, el comercio Sur-Sur se ha expandido más rápidamente que el comercio Norte-Sur en los últimos años, la ayuda al desarrollo de la India ha crecido 21 veces en los últimos veinticinco años y la inversión Sur-Sur también ha mostrado un dinamismo sin precedentes.
Recientemente regresé de una beca de capacitación en India donde pude visualizar y expandir horizontes, interpelar prejuicios y repensar supuestos compartiendo jornadas con funcionarios, diplomáticos y especialistas de 22 países del Sur como Venezuela, Honduras, Fiji, Tayikistán, Indonesia, Rusia, Siria, Armenia, Egipto, Etiopía, Uganda, Zimbabwe, El Salvador, Brasil, México, Sudán del Sur, Tanzania, Túnez, Benín y Argelia.
¿Por qué son visiones diferentes la Cooperación Sur-Sur vs. Norte- Sur?
La alternativa del sur se hizo visible en las últimas décadas por el peso del crecimiento económico de los BRICS, sobre todo de China e India, y frente a las crisis económicas últimas así como del papel, recomendaciones y condicionalidades de los organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI, entre otros.
Durante las jornadas en India, al escuchar y conversar con referentes como el Secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores de India, el Director General de Exportaciones e Importaciones del Banco de India, el Presidente del Consejo para el Desarrollo Social de Nueva Delhi y diversos expertos de la Universidades de Jindal, de Jawaharlal Nehru, del Instituto de Ciencias Sociales o del Centro de Investigación y Sistemas de Información para Países en Desarrollo (RIS en sus siglas en inglés) dónde capacité, constaté una visión de India que remarcaba:
- Comprensión de las políticas de cooperación internacional y apoyo financiero como campaña contra el colonialismo centrado en el empoderamiento de los países en desarrollo.
- En la ayuda al desarrollo contraponen a la idea de ‘donantes tradicionales’ verticalista y asistencial, la de ‘socios para el desarrollo’ más horizontal y orientada a efectuar apoyos en términos reales sin condicionalidades.
- En los financiamientos a los países del sur desde India trabajan en “Pactos de Desarrollos” en los que priorizan el apoyo a proyectos en la localidad buscando detener la migración, generar ingresos, crear capacidades en producción y exportación, por ejemplo, el desarrollo de azúcar en Etiopía, y con base en agricultura, manufactura y servicios.
- Adhieren a una visión económica estructuralista relacionada a políticas heterodoxas, más que a la perspectiva monetarista centrada en políticas ortodoxas.
Más de allá de ser un país con fuerte visión capitalista, desarrollo financiero y vanguardia en las tecnologías con amplias tensiones, remarcaban como supuestos que debe partirse de la consideración de que la inflación es estructural a nuestras economías, que el crecimiento es posible con inestabilidad macroeconómica y que hay imperfección en el mercado de trabajo. Acentuaban que es con estos supuestos que desarrollan sus políticas de cooperación y que es posible el crecimiento económico. A la par contraponían a este enfoque la mirada monetarista que acentúa que el crecimiento sólo es posible con estabilidad macroeconómica y que hay que controlar la inflación. Según este último marco, la inflación, la oferta monetaria, los problemas de divisas, la expectativa racional son cuestiones monetarias y por tanto requiere una disciplina monetaria estricta. Más allá de que India presenta más bien una mixtura entre ambas vertientes en sus políticas, resultaron llamativos estos énfasis realizados.
Por supuesto esto no sucede sin sus tensiones. Algunos indicadores sociales básicos de la India para dimensionarla: 1300 millones de habitantes, 31,6 por ciento reside en áreas urbanas, 5 por ciento de crecimiento anual (promedio 1990-2012), 45,5 por ciento es la tasa de registros de los nacimientos (2005-2012), 82,2 por ciento de informalidad laboral (2011-2012) y 32,7 por ciento de la población vive bajo la línea de la pobreza de 1.25 dólar por día (2007-2011). Mientras en Argentina somos poco más de 40 millones de personas, más del 90 por ciento habita en zonas urbanas, contamos con 99 por ciento de registro de nacimientos y 30/35 por ciento es el piso de informalidad laboral que hemos encontrado.
Tanto India como Argentina presentan retos comunes relativos al desarrollo y reducción de la desigualdad pero sus magnitudes y clivajes son bien diferenciales. Recuerdo la afirmación de un especialista en los BRICS de origen hindú quién señalaba “yo quisiera tener sus problemas –de Argentina– y no los de India” al conversar sobre la pendiente transformación del sistema de castas de india, las desigualdades de género, las problemáticas del dinero en negro y de la economía informal, que plantean redefiniciones conceptuales y fácticas necesarias.
Por ejemplo, en relación al sistema de castas, que es un sistema hereditario de estratificación social que distingue entre cuatro grandes clases, los religiosos o profesores (Brahmins), los gobernantes o guerreros (Kshatriyas), los artesanos o mercaderes (Vaishyas) y los trabajadores o sirvientes (Shudras). Su origen es histórico religioso y está influenciado por aspectos socioeconómicos de los tiempos coloniales. En este sistema los miembros de las clases altas consideran a los miembros de las clases bajas como impuros y, como puede visualizarse en la trama de muchas novelas de origen hindú, los matrimonios entre castas, aunque no son ilegales, no son reconocidos.
La discriminación de género es amplia. La inserción laboral de las mujeres y violencia de género son algunos de los grandes retos. Por ejemplo, según estadísticas sistematizadas por Unicef del periodo 2002-2012 la justificación de pegarle a la mujer asciende al 51 por ciento por parte de los hombres y al 54.4 entre las mujeres.
De este modo es claro que está abierto el debate sobre los tipos de modelos de desarrollo con altos impactos en la reducción de las desigualdades pero, al mismo tiempo, es importante conocer algunas visiones de las políticas internacionales promovidas por países como India que están creciendo a las tasas más sostenidas y altas entre los países de todo el globo terráqueo. Con los países del sur es con los que tenemos mucho por pensar y debatir en común.
* Especialista en Políticas Sociales. Universidad de San Andrés y politóloga UBA.