La estructura de la Superliga empezó a crujir y amenaza con desmoronarse en el futuro. En su autonomía para manejar al fútbol a su antojo explotó su propia debilidad. El extenso culebrón de las sanciones deportivas y económicas a San Lorenzo y Huracán borroneó la declamada transparencia con que nació la organización. La gestión que realizó Marcelo Tinelli con Mauricio Macri para moderar los efectos del castigo la desacreditó todavía más. La tirante relación actual con la AFA –que nunca fue buena– la redujo a un ente que ni siquiera puede hacer cumplir sus propios reglamentos. La discutida quita de los descensos por promedio agregó una discordia adicional. Su CEO Mariano Elizondo no participó en la última reunión de dirigentes que se realizó en el hotel Savoy del presidente de Racing, Víctor Blanco. Este presente complicado genera dudas sobre la continuidad del proyecto futbolístico que impulsó un gobierno que ahora parece batirse en retirada. ¿Será su final si la alianza Cambiemos pierde las elecciones de este año? Todo podría ser, inclusive hasta la revisión de los contratos de TV si el presidente del país fuera otro.
El Caballo de Troya de la Superliga como se tituló en este espacio un artículo del 19 de junio de 2016 quedó empantanado en la ciudad amurallada. No avanzó demasiado en su objetivo original de estimular la creación de las sociedades anónimas deportivas (SAD), y quedó enredado en los vicios frecuentes que le endilgaba al fútbol argentino. Claudio Tapia se debe estar frotando las manos y Julio Grondona ríe de manera socarrona desde el más allá. La nueva estructura hace ruido por donde se la mire. El ejemplo más nítido es el fallo en suspenso contra San Lorenzo que se viene postergando en su ejecución sin razón aparente.
Desde que se conoció la quita de seis puntos y la imposibilidad de incorporar jugadores para la próxima temporada, el club apeló la medida y su presidente Matías Lammens la cuestionó: “Es una grosería suprema. Al punto de que nos insta a comprar dólar futuro, lo dice el fallo. Yo lo reproché siempre porque San Lorenzo no mintió. Informó lo que pagó con el dólar a 22 pesos y no a 40. Nosotros no sacamos ventaja sobre nadie, como dijo el Tribunal”, le comentó a PáginaI12.
El castigo al club de Boedo se habría empezado a revertir cuando intervino su vicepresidente Tinelli ante el presidente de la Nación que, de paso, parecería que no tiene otras cosas que hacer. El Comité de Disciplina de la Superliga había aplicado el correctivo basándose en los artículos 95 y 97 de un reglamento que, como se hizo evidente hasta ahora, es cartón pintado.
En San Lorenzo siempre percibieron que había una razón política detrás. Acaso la candidatura de Lammens a Jefe de Gobierno porteño, un competidor incómodo para Cambiemos. Pero la medida nunca terminó de ejecutarse y hoy podría revertirse en su totalidad o con cierta gradualidad. La quita de puntos pasaría de seis a tres o a ninguno. Un fallo de estas características dinamitaría la credibilidad del torneo que nació con pretensiones europeas, y a medida que avanzó se percibió que solo había cambiado de nombre.
Se nota que la Superliga es más de lo viejo con una pequeña comprobación. Sus órganos disciplinarios fueron colonizados por miembros de la Justicia y abogados cercanos al poder del fútbol que representa Daniel Angelici. La independencia que no es tal se completa con hechos que en el pasado se le cuestionaban con exclusividad a la AFA. Como que el Tribunal de Apelaciones tenga un integrante que no se abstiene de votar cuando su club está involucrado en un expediente. San Lorenzo cuenta con Luis Miguel Incera en ese organismo como suplente. Fue vicepresidente del club en la etapa que lo gobernó Rafael Savino entre 2007 y 2009.
La página Doble Amarilla le atribuye al ex dirigente un rol clave en esta novela: “Estuvo en todas las reuniones en las que se trató el tema, y hasta llegó a redactar completa una de las dos sentencias del mismo caso que tiene hoy el tribunal arriba de la mesa. En la sentencia que lleva la redacción de Incera a San Lorenzo le devuelven tres puntos y abre la puerta a que le reintegren los otros tres en caso que a fin de la temporada presente toda la documentación que compruebe que está al día”.
Las idas y vueltas del Tribunal que además de Incera completan como titulares el presidente Eduardo Taiano, el vice Ricardo Pahlen Acuña y Juan Pablo Más Vélez son las de un ente permeable a recibir presiones. Si no saltan fusibles –ya se comentan amenazas de renuncias en cadena– saltará el reglamento con que se rige la Superliga y eso lo anticipó el vicepresidente de Estudiantes, Pascual Caiella: “Debe corregirse y las sanciones ser graduales”. Los dirigentes tomaron conciencia de que sancionando a San Lorenzo con cierta dureza, dejan la puerta entreabierta para que a otro club le pase lo mismo en el futuro. No les importó que en uno de los fundamentos del fallo contra la institución de Boedo dijera que “fueron en definitiva los propios clubes los que acordaron ajustarse a este reglamento, incluido el sumariado”. Es cierto y es lo que ahora intentan revertir. Pero también es verdad que desde el gobierno se alentó la expectativa de que el precio del dólar se mantendría en 23 pesos allá por mayo de 2018, como vaticinó la diputada Elisa Carrió, y el dólar subió al doble de ese valor.
El fallo del Comité de Disciplina de la Superliga habla de un país que no existe y de un club como si fuera una empresa: “Es habitual que las empresas que tienen pasivos en moneda extranjera se protejan de una depreciación del peso operando en los mercados de futuros. El CLUB parecería que no ha utilizado esa opción que le hubiera permitido amortiguar parcial o totalmente el eventual perjuicio de una depreciación de la moneda nacional”. Sobre esta cuestión debe pronunciarse el Tribunal de Apelaciones que preside el fiscal federal Taiano, el mismo que en la Justicia tramita causas sensibles para el kirchnerismo y que pidió la detención de la ex presidenta Cristina Fernández a raíz de la denuncia del fiscal Alberto Nisman.
Una fuente que frecuenta la asociación gobernada por Tapia cuenta que “la Superliga nació como una obligación y porque desde el Estado se alentó su creación. La AFA no la quería y hubo directivos que fueron ingenuos, porque dejaron hacer hasta que explotó todo”. Son los mismos que beben ahora de su propia medicina. Creyeron que podrían levantar un orden nuevo para el fútbol en un país saqueado, con una moneda devaluada y contratos dolarizados, como si el fútbol que se juega acá fuera el de la Premier League o la Bundesliga.