Hay un taxista socialista en Buenos Aires. Lleva boina, foto del Che, bandera del PRT, escucha a Silvio Rodríguez y es bastante parecido a Fontanarrosa. Lo encuentro de vez en cuando porque trabaja para la empresa de radiotaxis que uso para ir y venir del Malba cargado de películas. Cada vez que nos encontramos me pide que le recomiende películas políticas, y las conversamos la próxima. Conocía Los traidores, por supuesto, pero no había visto Juan, como si nada hubiera sucedido, le encantó y la vio con sus hijos. Y anoche vinimos charlando sobre Pacto de silencio y le sugerí I... como Ícaro de Henri Verneuil. La había visto en su momento, desde luego, pero me dijo que no recordaba bien la extensa secuencia donde se reconstruye el experimento Milgram, que es una posible explicación del fascismo. En seguida se la apuntó para volver a verla.
Le he preguntado si tiene conciencia de que es único en su especie. Y como un verdadero socialista, me dio una respuesta solidaria. Me explicó sonriendo que hay que comprenderlos, porque la naturaleza del trabajo en el taxi es alienante y promueve el individualismo de los compañeros.
Hasta la calle Victoria, siempre.
Hace algunos años conseguí por canje una copia en 35mm. de Las rutas del Sur (Les routes du sud, 1978), uno de los films menos vistos de Joseph Losey, sobre un guión bastante autobiográfico de Jorge Semprún. Anoche pude verla por primera vez. Por lo general se la considera un fracaso y con bastante razón, pero los fracasos de los artistas inteligentes suelen ser más interesantes que muchas películas buenas. Lo más logrado del film me pareció el vínculo entre el veterano militante de izquierda interpretado por Yves Montand (alter ego de Semprún) y su hijo, que tiene demasiados reproches para hacerle. Los dos quieren acercarse pero no lo logran porque, cada vez que intentan conversar, terminan a los gritos. El toque genial es una breve escena en que ambos caminan por una calle y comienzan a jugar en silencio pasándose una pelota. En ese gesto regresivo y cálido aparece el afecto que no saben decirse.
El film menciona dos fusilamientos de signo político opuesto. El primero es el del soldado alemán Wilhelm Korpik, que era marxista, desertó del ejército nazi, logró llegar hasta un puesto soviético para advertir del inminente ataque pero Stalin no quiso creerle y lo mandó matar. El segundo es el de cinco militantes de organizaciones antifascistas españolas, condenados a muerte por Franco en 1975 y fusilados pese a una amplia protesta local e internacional. A la censura argentina le pareció muy bien denunciar el crimen de Stalin pero muy mal denunciar el crimen de Franco y ordenó cortar de las copias locales todas las escenas que lo refieren.
En la Zona Más Tonta de la Filmoteca encontré un rollo suelto de 16mm. con algunas de las proezas de Frank “Cannonball” Richards, un señor que alcanzó cierta fama atajando cañonazos con la panza. En este pequeño film aparece registrada esa hazaña y otras demostraciones de fortaleza igualmente inservibles. Su logro más asombroso no fue filmado, sin embargo, y consiste en haber vivido hasta los 82 años de edad.
Me contó Rómulo Berruti que Buenos Aires a mediados de la década de ‘50 tuvo su equivalente en un hombre que se hacía llamar Nasep. “Era un forzudo notable, bien afirmado en el suelo impedía remontar dos avionetas, una con cada mano, y levantaba autos hasta dejarlos en dos ruedas con facilidad. Se pavoneaba por la avenida Cabildo y anduvo en programas de TV”.
Ayer vi un documental muy interesante y larguísimo, titulado Behind the veil (Margaret Wescott, 1984). En un comienzo parece que su tema será la vocación religiosa femenina, cuyas diversas formas describe en los primeros veinte minutos, con testimonios de monjas de varios orígenes incluyendo a una anciana irlandesa que parece salida de una película de John Ford. Pero entonces el film proporciona un dato obvio y a la vez asombroso: más de dos tercios de las personas que dedican su vida al servicio de los otros a través de la iglesia católica son mujeres, no obstante lo cual les están vedadas todas las funciones y jerarquías que importan en lo que sigue siendo la estructura patriarcal más conservadora de la cultura occidental.
Desde ahí queda claro que el documental será en realidad sobre religiosas feministas y se vuelve mucho más interesante: hasta la anciana fordiana termina reivindicando la Teología de la Liberación porque, dice, la verdadera liberación abarca a toda forma de opresión. Además de las entrevistas presentes, el film traza una historia de las religiosas del pasado, abundante en mujeres fuertes que se acercaron a los conventos como una forma de acceder al conocimiento que los hombres les negaban. Una de esas eruditas, astutamente disfrazada, habría llegado al papado en el siglo IX pero fue descubierta y apedreada cuando, mientras presidía una solemne procesión, el Papa procedió a dar a luz.
El film termina argumentando que la iglesia debería incorporar de una manera activa la sensibilidad y el compromiso de sus mujeres y lo ilustra con imágenes de monjas contemporáneas (de 1984) que van en cana por atacar el Pentágono con ampollas de vidrio cargadas con su propia sangre para protestar por la escalada nuclear. Es una pena que poca gente haya visto este documental y que tres décadas después los religiosos que van en cana suelen ser hombres, por abusar de niños que ni siquiera pueden denunciarlos.
La hermosa copia en 16mm. que tenemos en la Filmoteca fue donada por los amigos Ricardo Ottone y Marcelo Tejeira. La encontraron en un volquete frente a la Embajada del Canadá.