A veces en la vida viene todo junto. Y a Nicolás Pauls le pasó cuando los cuarenta aparecieron en el horizonte y en un breve lapso murió su papá, se separó de la madre de sus hijos, se vio aparecer en las revistas de chimentos más de lo que le hubiera gustado, y afrontó una larga temporada de poco trabajo y bajos ingresos que lo obligaron a cortar y dar de nuevo. Reinventarse o perecer. “En esos días tuve muy presente la historia de las águilas”, cuenta una mañana de sol en su casa de Florida, Vicente López, a metros de la estación de tren. “La historia dice que cuando las águilas cumplen cuarenta años tienen el pico tan vencido y las garras tan gastadas que ya no pueden cazar más. Entonces, sólo les quedan dos salidas. O bien dejarse morir. O bien volar hasta lo más alto de la montaña y reventarse el pico y las garras contra un peñasco. Así, pasado un tiempo, vuelven a crecerles nuevas garras y un nuevo pico. Y pueden vivir varios años más”.
Sin llegar a tales extremos de sacrificio físico, Nico Pauls tuvo su propio “vuelo del águila” cuando a partir de aquel combo de problemas, la crisis de la mediana edad se le hizo presente con toda la contundencia que le conocen quienes la padecieron. “Ahí tomé conciencia de que el tiempo ya no sobraba. Que ya no era como cuando eras chico y tenías tiempo para todo”, señala. “Cuando llegás a los cuarenta tenés que ser más preciso con lo que hacés. Como los animales en el desierto que hacen los movimientos necesarios para no morirse de sed, te ves en la necesidad de administrar el recurso, ponerte más fino con la mirada hacia las cosas. Empezar a hacer lo que realmente necesitás y lo que querés”.
Así las cosas, lo que más quiso y necesitó Pauls en ese momento fue hacer Comienzo, su reciente disco solista en el que por primera vez puso al frente su voz y sus composiciones después de toda una vida de haber sido baterista de distintas bandas (entre ellas, 4º Espacio con el reconocido colaborador de Spinetta Dani Ferrón; y la sofisticada Horizonte, junto a un combinado de músicos y actores), además de mantener una presencia sostenida en la televisión, el teatro y el cine, ya sea como actor o conductor. “La música fue que lo siempre me gustó. De entrada. La actuación apareció después. Un poco por azar y otro poco por oportunidad. Pero hoy las dos cosas forman parte de mi vocación”, dice quien trató siempre de que ambos mundos (el musical y el actoral) co-existieran, pero que hasta ahora no había podido concretar un disco de perfil tan personal. “Abrí una puerta y salieron cosas que no esperaba”, admite.
Confeccionado de manera espontánea y artesanal, registrando cada canción a medida que iba apareciendo, a veces en condiciones adversas que al final resultaron beneficiosas (“Grababa cuando mis hijos se iban a dormir, cantando bajito para no despertarlos”, relata), Comienzo vale su nombre por el antes y después que le significó a Pauls su realización. Pero también por cierta sensación pacificadora, de volver a los orígenes existenciales, que produce su escucha. Un manojo de canciones acústicas, apenas armonizadas por amigos músicos (los principales: Ferrón en bajo, el multi-instrumentista Julián Teubal y Gonzalo Aloras, el ex guitarrista de Fito Páez) que inducen a bajar el ritmo, a tomar distancia del bombardeo de estímulos de esta era híper conectada, para en su lugar ver qué pasa ahí, en el mundo interior.
“Yo me refugio mucho en la música: en la que escucho, en la que hago. Es un lugar de protección para mí. Y habiendo tanto ruido por todos lados sentía que la que más me atraía en este momento eran canciones que hablaran de estas cosas, pero que también se grabaran en un volumen bajo”, sostiene. “Canciones que fui grabando sin la idea de editarlas en un disco, pero sí con con la necesidad muy fuerte de registrarlas, de sacármelas de encima. Como si me estuviera mudando y necesitara vaciar cajas para poder guardar otras cosas, liberar espacio”.
Con un oído puesto en la tradición folk anglosajona (Nick Drake) y otro en el rock nacional más espiritual (Arco Iris y el Spinetta de Kamikaze), el disco se hace fuerte en la interacción de sus partes, la química que logra Pauls con sus amigos músicos y que alcanza puntos altos en temas como la cadenciosa “Todavía”, cantado entre escobillas, un piano suelto y la letra que se pregunta: “¿Cómo encuentro algo nuevo que me diga a dónde ir? De tus manos cae fuego, cae un fuego que no ves”. La lista sigue con las espirituales y susurradas “Sin hablar” y “Nada”; y la contagiosa “Caminar”, momento central del disco, que anima con quenas el aprendizaje mutuo entre un padre y su hija (“Todo lo que hacemos juntos queda tan grabado en mis manos, en vos”, canta)· “Muchas de las melodías surgieron de ir a dormir a mis hijos. Melodías que aparecen en ese momento y que las sigo cantando o repitiendo al día siguiente”, cuenta sobre este tema en particular que canta junto a su hija Olivia, pero que puede aplicarse a varias de los otros temas de Comienzo.
En el medio, y también durante este proceso de reformulación personal, Nico Pauls se hizo amigo de Mark Kozelek, el líder la banda indie norteamericana Sun Kil Moon (y antes de Red House Painters), que no casualmente tiene un largo camino hecho en en esto de indagar con tonos graves y ritmos pausados –y de una manera minimalista casi ascética– los vaivenes tonales de un yo interior. El vínculo vino por el lado de Canciones de Cuna, una serie de discos en los que diferentes cantantes musicalizan poemas de chicos en situación de calle o fragilidad social que Nico viene produciendo desde 2011 con el soporte de Casa de la Cultura de la Calle, la asociación civil que dirige su hermano Gastón. “Le escribí a Mark contándole la idea y la propuesta de contar con una musicalización suya y me respondió en seguida, totalmente emocionado, diciéndome que durante varios días no había parado de llorar leyendo todos los poemas traducidos que le habíamos mandado”.
El resultado fue no sólo la inclusión de Kozelek en el segundo volumen de la serie (que también cuenta con Moreno Veloso, Jorge Serrano, Liliana Herrero, Ale Sergi y Fabiana Cantilo, entre otros) sino la elaboración juntos de todo un disco recitado, con los poemas traducidos. “‘Vos en castellano, yo en inglés. Y lo editamos por mi sello’, me propuso. ‘Por supuesto que sí’, le dije. Entonces grabamos, elegimos la portada y salió”. El año pasado Kozelek visitó por primera vez la Argentina (un show con Sun Kil Moon en Niceto) y ahí Nico pude estrechar más su amistad. “Me gusta su música de hace muchísimo tiempo”, confiesa. “De cuando estaba filmando la primera película en la que participé, Buenos Aires Viceversa, Alejandro Agresti, su director, nos llevó a su casa para tomar algo después del rodaje y puso ‘Katy’ de Red House Painters. Pasaron más de veinte años y todavía me acuerdo de ese momento. Fue un flechazo total”.
Integrante de una familia de artistas (además de Gastón, son hermanos suyos el escritor y periodista Alan Pauls; el director de cine Cristian Pauls; y su hermana actriz y cantante Anita Pauls) la muerte de su padre Axel Harding (destacado productor del cine argentino) produjo un cimbronazo en su vida. Pero también en la del “clan Pauls” en general, que pese a estar conformado de manera heterogénea (Axel se casó tres veces a lo largo de su vida y tuvo hijos con cada una de sus mujeres), siempre se las arregló para mantener la buena convivencia interna. “Tenemos muy buena relación porque las madres de cada uno se llevaban muy bien entre sí también. Incluso durante los momentos difíciles de salud de mi papá, que tuvo varios a lo largo de su vida, se ponían de acuerdo en cuidarlo. Hubo mucha compañía entre ellas. Con algún roce como puede pasar en cualquier familia. Pero siempre priorizando el afecto y bajando esa línea a sus respectivos hijos”.
Teniendo en cuenta que a tus hermanos ya les iba muy bien en el campo artístico cuando arrancaste, ¿tuvo eso algún efecto sobre vos?
–No siento que haya influenciado o jugado como una presión. Nunca pensé en las comparaciones con los otros, aunque obviamente admiro lo que hacen. Como así tampoco le di importancia a los premios. Nunca pensé lo que hago en términos de una carrera en comparación con los demás. Por otro lado, mis viejos siempre apoyaron lo que hacía. Y eso que muchas veces me comporté como un abandonador serial: de arrancar algo y dejarlo a los cinco minutos. Pero creo que igual me apoyaban porque sabían lo difícil que es en la vida encontrar lo que te gusta.
Nico Pauls recalca que la inclinación artística precede a su padre y que incluso abarca las dos ramas de su familia. “Por el lado de los padres de mi viejo estaba en mi abuela polaca y mi abuelo alemán que conformaban un dúo de baile que tuvo que escaparse de la Alemania nazi y recaló en la Argentina, donde se sumaron la compañía de Josephine Baker y pasaron gran parte de los siguientes años de gira y viajando. Mientras que por el lado de mi vieja, la actriz y representante Marina Guerrero, venía por el lado su padre pintor y una madre, mi abuela materna, que fue actriz publicitaria los últimos años de su vida y hasta llegamos a compartir algún trabajo”.
¿Son de juntarse todos los Pauls? ¿Cómo son esas reuniones?
–Cuesta mucho coordinar las agendas. Y Alan está viajando sin parar. Pero cuando lo logramos son cada vez más multitudinarias por los hijos que vamos teniendo. Hace unos años, sabiendo las inquietudes de cada uno, proyectamos una familia que iba producir mi viejo, escribiría Alan, dirigiría Cristian y actuaríamos Gastón, Anita y yo, que además tenía pensado ocuparme de la música. Incluso también iban a participar mi mamá Marina Guerrero, y la mamá de Anita, Mirtha Busnelli.
¿Y qué pasó?
–Lo teníamos bastante avanzado, pero no lo concretamos. Y ahora sin nuestro papá ya no creo que lo podamos hacer. Pero... quién sabe.