PáginaI12 en Francia
Desde París
Lo peor y lo mejor, las pesadillas y los sueños se mezclaron en una noche electoral europea que sembró granos de esperanzas y de derrotas y donde los ecologistas surgieron de la tierra para frenar en parte el ascenso a las alturas de las extremas derechas. En Francia, al menos ante la retórica oficial, el presidente francés, Emmanuel Macron, perdió la apuesta de situarse por encima de la extrema derecha al cabo de las elecciones para renovar el Parlamento europeo celebradas ayer 26 de mayo. El Reagrupamiento Nacional, el partido de la ex candidata presidencial, Marine Le Pen, derrotada por el mismo Macron en la segunda vuelta de las presidenciales de 2017, selló anoche su corona de partido más votado de Francia. El último recuento comunicado ubicaba el RN a la cabeza de la consulta con 23,3% de los votos seguido por el partido presidencial La República en Marcha con 22,1%. Estas elecciones dieron vuelta el esquema de la elección presidencial de 2017. Hace dos años, Macron estaba primero y Marine Le Pen segunda. Los que siguen también tienen otro perfil. Allí donde en 2017 estaba la derecha de Los Republicanos en el tercer puesto y la izquierda radical de Francia Insumisa en el cuarto, ahora aparecen los ecologistas con un histórico 13,1% de los votos (8,9 en 2014), Los Republicanos con un estrepitoso 8,4% y los insumisos con un no menos oprobioso 6,6%. Mantenimiento del centro liberal, consolidación de la extrema derecha, renacimiento de los ecologistas y naufragio de las izquierdas son las líneas centrales de este voto.
A escala europea, los partidos nacionalistas antiinmigrantes salieron reforzados mientras que la derecha global agrupada en el PPE, Partido Popular Europeo, es la primera fuerza de la Eurocámara seguida de los socialistas. El PPE obtendría 180 eurodiputados (221 en 2014), los socialdemócratas 151 (191 en 2014), los liberales 105 (67 en 2014), los verdes 69 (50 en 2014) mientras que todos los partidos eurofóbicos, extremas izquierdas y derechas incluidas, sumarían 168, lo que equivale al 25% en un parlamento compuesto por 751 bancadas. Este 25% es una suerte de salvación para las democracias europeas porque está lejos del 33% necesario para crear un caos legislativo en la Eurocámara. Todas las opciones de alianzas sanas quedaron abiertas. Pese a que el indicador de Francia con la derrota del macronismo es el hecho más notorio, es preciso resaltar que los ultranacionalistas xenófobos encontraron en su camino dos propuestas con la que nadie contaba para detener su avance: los ecologistas y los liberales. Ambos han han sido un sorpresivo dique de contención, sobre todos los ecologistas y principalmente en Alemania, 20% y en Francia. Los electores más jóvenes huyeron literalmente de las listas presentadas por la izquierda y del descomunal desorden y desunión que marcó sus propuestas en 2019. En Francia, la izquierda escribió y actuó en la película de su propia destrucción. El fenómeno verde se extendió también a Dinamarca o Finlandia, donde, el partido de ultraderecha Los Verdaderos Finlandeses fue desplazado por la propuesta ecologista, 15,3%.
No obstante, la lectura de los resultados es acuciante para quienes, como el presidente francés Emmanuel Macron, montaron la escenografía electoral como una guerra entre el europeísmo contra las propuestas nacionalistas. En este contexto, el macronismo, abanderado del euro liberalismo, perdió en Francia, Italia, Polonia y Hungría de forma estruendosa. El proyecto liberal europeo planteado por Macron como un plebiscito salió vencido. El líder de La Liga italiana y Ministro de Interior, Matteo Salvini, y su aliada en esta cruzada-campaña, Marine Le Pen, eran anoche las dos estampillas de la nueva Europa (ver aparte). Sin embargo, a esta ultraderecha que se veía ya con la corona del reino, se le deslizó en el medio un invitado ecologista por el que nadie apostaba un euro.
El europeísmo liberal sufrió tanto como los socialdemócratas y las izquierdas. La socialdemocracia, a imagen y semejanza del SPD en Alemania, es un ovillo delgado y pagó una vez más en las urnas el apodo que lleva encima desde hace varios años: los socialtraidores. Adeptos de los pactos con la derecha y los bancos después de haber ganado las elecciones (Francia 2012) con una retórica opuesta, esta vez el electorado no ha olvidado. El SPD alemán, aliado de la canciller Angela Merkel, retrocedió 12 puntos con respeto a 2014. Una de las pocas excepciones es Portugal y España. En Lisboa, el Partido Socialista del primer ministro Antonio Costa se llevó 30% de los votos mientras que en España el PSOE recoge aún los frutos de las últimas elecciones generales (ver aparte). Las crisis económicas sucesivas que estallaron en 2007 tuvieron un impacto destructor en los países del sur, más expuestos que los demás a la normativas liberales.
Doce años después, la recomposición posible del socialismo europeo empieza por el sur de Europa mientras que hacia el norte las extremas derechas prosiguen su trabajo de enredadera perseguidas por los ecologistas.
De forma global, la tragedia política está hoy en el socialismo y las izquierdas radicales. En Francia, la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon no reiteró sus resultados de las presidenciales de 2017 y las legislativas que le siguieron (11%). La estrategia política de Mélenchon, su personalismo, pesaron en contra de un movimiento de cuyo barco se bajaron muchos jóvenes desencantados con el rumbo del partido. Francia Insumisa perdió en los dos frentes de sus objetivos: se había fijado como meta un 11% de los votos, igual que en las legislativas, y, además, llegar en el primer puesto de las propuestas de la izquierda. Ni lo uno ni lo otro. El castigo es tanto más denso cuando que la lista de FI llega prácticamente igualada con la del Partido Socialista (o lo que se salvó del pasado), el cual obtuvo 6,7%. Las izquierdas son ya retazos de un sueño. El candidato socialista para las elecciones presidenciales de 2017, Benoît Hamon, roza apenas el 3,5%.
En Grecia, Syriza, que fue en algún momento la gran esperanza de la izquierda radical europea, sufrió una severa capitulación ante los conservadores de Nueva Democracia. Estos le sacaron al primer ministro griego Alexis Tsipras más de nueve puntos de ventaja:33% contra 24; una enormidad que conducirá al adelanto de las elecciones legislativas.
No ha habido revolución ultraconservadora en Europa sino, más bien, una confirmación de tendencias ya presentes desde hace varios años. Ha salido una Europa algo más marrón. La extrema derecha emergió primera en Francia, Reino Unido e Italia. Pero también de la nada, sin que ningún sondeo lo anticipara, la Europa futura es mucho más verde.