Hace cinco años, cuando se celebraron las anteriores elecciones europeas, el PSOE era una fuerza electoral en declive y no pocos le vaticinaban un futuro de irrelevancia. Podemos acababa de irrumpir con fuerza para socavar su base electoral y los antecedentes de sus partidos hermanos de la socialdemocracia europea en Grecia, Italia o Francia invitaban al mayor de los pesimismos. Ahora, sin embargo, el PSOE se prepara para formar gobierno en España, dobla en escaños al principal partido de la oposición y ayer confirmó esa hegemonía política al ser la fuerza más votada en la mayoría de las comunidades autónomas y en los comicios al Parlamento Europeo. Los socialistas españoles se han convertido en el principal partido socialdemócrata del continente.
La alegría, sin embargo, no es completa en el PSOE. Si bien las elecciones europeas confirmaron su condición de principal fuerza política española, la derecha ha demostrado que pese a su contundente derrota de hace un mes mantiene el pulso. No ha perdido la cara en los comicios europeos y además ha conseguido dos victorias decisivas en las elecciones autonómicas y municipales, al retener el gobierno regional de la Comunidad de Madrid –donde los escándalos de corrupción obligaron a renunciar a su anterior presidenta– y recupera el Ayuntamiento de la capital.
España celebró ayer una jornada electoral múltiple que cerraba el ciclo abierto hace un mes con las elecciones generales que encumbraron a Pedro Sánchez como el dirigente socialista con más peso en Europa. Además de los diputados al Parlamento Europeo se elegían 12 de los 17 gobiernos regionales y los gobiernos municipales de las más de 8.100 ciudades y pueblos de España.
En estos campos de batalla de dirimían, además otras guerras. Después de que Ciudadanos, un partido relativamente nuevo que se reclama liberal, le echara el aliento en la nuca al Partido Popular, conservador y heredero de una formación fundada en los días de la Transición por un exministro franquista, estaba en juego el liderazgo de ese sector ideológico, en el que ha irrumpido también la extrema derecha de Vox. El PP ha evitado el sorpasso y su líder, Pablo Casado, ya no verá discutido su papel de jefe de la oposición. Estas tres fuerzas podrán reeditar en los dos gobiernos de Madrid, el regional y el municipal, el pacto a tres que inauguraron en Andalucía el pasado diciembre. La extrema derecha será una fuerza decisiva a la hora de decidir políticas y aprobar presupuestos en la capital de España.
La doble derrota de Madrid es especialmente dolorosa para la izquierda porque se explica principalmente en su división. Tras la ruptura entre los dos fundadores de Podemos, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, éste apostó por una alianza con la hasta ayer alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, con quien puso en marcha una nueva formación con el objetivo de ampliar la base electoral de la izquierda que le permitiera retener el Ayuntamiento y ganar la comunidad. Despechado, Iglesias presentó candidatura de Podemos en la comunidad, pese a que no tenía ninguna opción, y respaldó la de Izquierda Unida en el Ayuntamiento, que tampoco contaba con posibilidades. Errejón ganó la batalla interna en ambos terrenos, al superar en las dos elecciones al partido que ayudó a fundar, pero la izquierda perdió la guerra con la derecha y se quedó sin poder real.
Las fuerzas aliadas a Podemos en Cataluña, encabezadas por la hasta ayer alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, también pueden perder el ayuntamiento de esa ciudad. Los “comunes”, versión catalana de Podemos, empataron en escaños con los independentistas de Esquerra Republicana. El gobierno municipal queda a expensas de pactos en los que los socialistas serán decisivos y donde no podrá jugar un papel relevante el ex primer ministro francés Manuel Valls, barcelonés de nacimiento, que encabezó la lista de Ciudadanos y cosechó un sonoro fracaso con sólo el 13 por ciento de los votos.