Festival de sabores

Pablo Mehanna

Comienza el desfile: primero, el mozo trae unos quince platitos, llamados “banchan”, con pickles de distintos tipos y colores, verduras crujientes, carnes frías, ensaladas y varios etcéteras, con sabores que abundan en ajíes, ajo, sésamo y soja. Todo se ve fresco, apetecible. Hay también un bowl con sopa caliente y otro con fideos helados, bañados en salsa picante y hielo por encima. En una caja metálica y caliente, llega el arroz blanco, base de cada bocado. Las carnes crudas se disponen en una bandeja: hay matambrito y panceta de cerdo, tira de asado cortada fina, entraña y tripa gorda (esta última precocida). El mozo pide permiso y, en la parrilla incrustada en medio de la mesa (justo debajo de un caño de tiraje, que logra extraer una parte del humo que se produce), coloca un brasero con brasas al rojo vivo para que cada comensal cocine sus propias carnes al punto deseado. Como cubiertos, una tijera grande oficia de cuchillo, hay una pinza para ayudarse y palitos metálicos típicos para llevar los cortes a la boca. Por último, llega el kimchi (un fermento de col picante que es el emblema de la cocina coreana) junto con granos de choclo dulce y huevo crudo, que recomiendan poner alrededor del brasero, donde se calientan y cocinan. Cuando el servicio termina, la mesa queda repleta, en una postal de festival gastronómico en miniatura; apenas hay lugar para una cerveza, tal vez soju (un destilado de arroz y cereales, de 20° grados de alcohol, muy pedido por la colectividad coreana) o una botella de vino. 

De esto se trata el menú fijo de Yugane, ubicado en el barrio de Flores. Menú, que, es verdad, se parece al de otros tantos restaurantes coreanos de la zona, pero que sobresale por la calidad, también por la amigable atención de los dueños y por una estética del local cuidada. No extraña que Yugane esté siempre lleno, en un 90% por clientes de la propia colectividad. 

Para quienes nunca comieron este tipo de cocina, también para quienes la conocen de cerca, Yugane es una de las muy buenas opciones culinarias que ofrece esta ciudad. 

Yugane queda en Paez 3063. Teléfono: 4611-2580. Horario de atención: Lunes a sábados, de 12:30 a 16 y de 17.30 a 22.30 (la cocina cierra a las 21.30). 


Frituras al paso

Pablo Mehanna

Más allá de los muchos restaurantes que alberga el Barrio Chino, con mayoría de menúes calcados entre sí, hoy este paseo ubicado en el Bajo de Belgrano incluye además varios locales de comida al paso, pequeños kioscos que ofrecen brochettes fritas, empanaditas primavera, panes rellenos, helados Melona y tés, todo despachado en segundos y por poco dinero. El fenómeno no debe extrañar: en la propia China, y más allá de las enormes diferencias culturales, gastronómicas y económicas entre región y región, la cocina callejera es una institución omnipresente y constante, que llena de aromas el aire de cada populosa ciudad. 

En el Barrio Chino estos locales de comida al paso se encuentran uno al lado del otro a lo largo de la calle Arribeños, entre Juramento y Olazábal. Todos son similares, con sus tentempiés precocidos y freidoras al rojo vivo, donde calentarán el pedido al momento. Entre ellos, está La Esquina, sobre Mendoza y a exiguos metros de Arribeños, autoproclamado como el primero –y el mejor– del barrio. A su favor, tiene siete años de historia para corroborarlo. 

Le mesada exhibidora muestra la oferta: bocados de hongos shiitake, pasta de arroz con salchicha, chorizo oriental (de rico sabor dulzón), croquetas de zapallo, kanikama frito, tiernas rabas en tempura, pollo agridulce, albóndiga de pulpo, langostinos rebozados, fritura de cerdo o de pollo, panes al vapor rellenos de verdura y carne de cerdo, son algunas opciones posibles. Todo está en formato brochette (salvo el pan relleno), cada unidad cuesta entre $30 y $60 y se entrega en bolsas de papel que, por suerte, absorben parte del aceite caliente de la fritura. Para bajar los bocados, se puede pedir desde una cerveza Tsingtao helada ($45) hasta un lata de jugo de aloe vera (entre otros) pasando por un té helado con maracuyá.  

No se trata de la mejor cocina china, una de las más sofisticadas del planeta, ni pretende serlo. Pero, por menos de $150, permite una comida rápida y sabrosa, con aroma a turismo, en medio de un paseo colorido. 

La Esquina queda en Mendoza 1708. Horario de atención: todos los días, de 12 a 21.30. 


Vietnamita vintage

Pablo Mehanna

La mezcla es poderosa: en pleno mercado barrial de San Telmo, con más de un siglo de vida, abrió un restaurante de cocina callejera vietnamita con nueve canillas de cerveza artesanal y buena música por los parlantes. El lugar resume eclecticismo: una barra larga con taburetes de dinner, preciosa vajilla enlozada vintage, la enorme campana sobre las hornallas pintada de rojo, una escalera de hierro sin destino aparente. En las amplias ventanas se mantiene el viejo nombre del local (ahí estaba La Coruña) y en los fuegos, comandados por el vietnamita Thom Nguyen, arman rolls de papel de arroz, mantienen el pho caliente (tradicional caldo vietnamita) y despachan sándwiches, ensaladas y arroces. Todo en un ambiente relajado, de autoservicio (el pedido se hace en caja), de evidente impronta juvenil. Como auspiciosa señal, abundan los comensales de colectividades coreanas y chinas.

La cocina de Vietnam es una de las más sabrosas del planeta, muy sana y de cocciones repletas de sabores perfumados, como el cilantro, la menta, la albahaca, el jengibre y el lemongrass. Para comer con las manos (todos a $100) en Saigón ofrecen spring rolls de papel de arroz (rellenos de fideos y, a elección, langostino, mango o tofu), también nem fritos (misma envoltura, pero frita y crocante, con cerdo) y hojas de parra rellenas de carne. Entre los principales, ensaladas (misma base, se elige la proteína, a $130), el Bo Lu Lac (arroz con carne, huevo y verduras, $130), un buen sándwich de cerdo laqueado ($90) y el plato más vendido de la casa, el Pho Bo ($140), caldo ligero con fideos, hierbas, brotes de soja y delgadas lonjas de carne, que se adereza en la mesa con distintas salsas (ideal sumar la de ají). Todo es rico, fresco, fácil de comer y de disfrutar, si bien los sabores resultan tal vez algo simples y aporteñados al gusto local. 

En suma, Saigón es una propuesta única, divertida y a precio amigable, en un barrio que, tras muchas promesas incumplidas, en los últimos dos años parece por fin estar realmente cambiando su faceta gastronómica. 

Saigón queda en Bolívar 986. Teléfono: 4300-8109. Horario de atención: martes a sábados de 18 a 24; domingos de 13 a 17 y de 18.30 a 23.