Trabajadores de la empresa de entregas Glovo se manifestaron, por segundo día consecutivo, frente a la sede principal que la compañía tiene en Barcelona, España, en protesta por la muerte de un repartidor que falleció este sábado haciendo una entrega en su bicicleta. “Lamentamos la muerte del trabajador de #Glovo Barcelona que ayer fue atropellado por un camión”, expresó la Asociación de Personal de Plataformas de Argentina. “Ya lo dijimos: las plataformas tienen que hacerse cargo de la protección de sus trabajadores, que arriesgan su vida para ganarse un ingreso”, insistió el sindicato, que el 12 de abril de este año también tuvo que lamentar la pérdida de un trabajador de Rappi Argentina que falleció en circunstancias similares: atropellado por un camión cuando circulaba en su bicicleta para hacer un reparto.
El joven que este fin de semana perdió su vida en el centro de Barcelona era un nepalí de 22 años. Según contaron sus compañeros, el accidente se produjo durante la noche del sábado, en el cruce entre la calle Balmes y la Gran Vía de les Corts Catalanes, cuando el ciclista fue atropellado por un camión que levantaba la basura. “No decimos que Glovo haya matado a este chico, pero las condiciones laborales muy extremas de Glovo hace que pasen cosas así”, denunció Badr Eddine, presidente de una asociación de repartidores a domicilio.
Las características mochilas amarillas de Glovo, durante las jornadas de protesta convocadas para este domingo y lunes por el colectivo Riders por Derechos, ardieron en llamas por iniciativa de algunos de los manifestantes que decidieron incendiarlas en repudio a la muerte de su compañero. Otros repartidores optaron por recordar al ciclista prendiendo velas y colocando flores en la puerta de la empresa y algunos pocos también lanzaron huevos contra los cristales de la sede, que se encontraba cerrada por “luto”.
La empresa emitió un comunicado en el que lamentó “profundamente” el fallecimiento del repartidor “en un accidente de tráfico”. Pero los trabajadores denunciaron, como respuesta a ese comunicado, que la compañía los hace inscribirse como “trabajadores por cuenta propia”, aunque estén completamente a su disposición, y luego les impone unos objetivos imposibles de cumplir. “Quieren que seamos sus esclavos”, lamentó un repartidor paquistaní que no quiso revelar su nombre para evitar represalias.
“Para poder llegar a un objetivo tienes que hacer malabares porque sino el sistema que crearon ellos a través de algoritmos te penaliza, te resta horas de trabajo e ingresos”, denunció Eddine, el presidente de la asociación de repartidores.
En función de las puntuaciones que obtienen de los usuarios en cada servicio y del tiempo dedicado a la entrega, la empresa les otorga más o menos horas de trabajo. El trabajador paquistaní que no quiso revelar su identidad, por ejemplo, tiene una puntuación de 97 sobre 100 y, según explicó, como “esto es muy bajo para ellos” solo le asignan tres horas diarias de reparto.
“Puedes hacer treinta entregas perfectas. Pero si fallas en una, ya estás jodido”, contó otro repartidor, de origen brasileño, que solo trabaja una hora diaria porque su puntuación es de 93/100. El trabajador fue operado el viernes, pero continúa en servicio: “Si paro de trabajar, me penalizan”, lamentó.
El pasado 12 de abril, en la Ciudad de Buenos Aires, las aplicaciones de reparto ya se cobraron la primera víctima. Ese viernes, Ramiro Cayola Camacho, un joven boliviano de 20 años, circulaba por la zona de Retiro con la caja de Rappi en su espalda cuando un camión lo atropelló y lo mató en el acto.