La investigación de un equipo de científicos argentinos y uruguayos sobre inmunoterapia activa como respuesta al cáncer logró un “avance fundamental” en el campo, un estudio que fue publicada en la revista Cancer Cell. “El avance es fundamental porque cada vez tenemos más conocimientos respecto de los blancos terapéuticos que frenan las respuestas del sistema inmune ante el cáncer”, explicó a Página/12 Gabriel Rabinovich, director del Laboratorio de Inmunopatología del Instituto de Biología y Medicina Experimental (Conicet) y docente de la UBA. La investigación surgió como resultado del trabajo conjunto con miembros del Laboratorio de Inmunoregulación e Inflamación del Instituto Pasteur (Montevideo) y el aporte del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica (Inserm, de Francia). De acuerdo con los investigadores, la inmunoterapia, que propone estimular las propias defensas del organismo para eliminar a los tumores, revolucionó la medicina en las últimas décadas y podría ser la llave para combatir el cáncer.
-Este paper es el fruto de la colaboración entre investigadores argentinos y uruguayos.
-Sí, la idea surgió de Mercedes Segovia, Sofía Russo y Marcelo Hill del Laboratorio de Inmunoregulación e Inflamación del Instituto Pasteur de Montevideo. Hill realizó un posdoctorado en el Laboratorio de Cristina Cuturi del Inserm, en Francia, y concentró sus esfuerzos en la molécula “TMEM176b”, denominada de una manera más sencilla como “Torid”. Ellos habían demostrado su efecto inhibitorio sobre el sistema inmune en modelos de trasplante de órganos. Nos conocimos, nos llevamos bien y surgió la idea de colaborar. A la distancia, puedo confirmar que una buena manera de salir de las crisis es aliarnos entre latinoamericanos, en definitiva, practicar el ideal de la patria grande, conformar una red de inteligencia regional.
-¿Qué es la inmunoterapia activa?
-Las inmunoterapias han causado una revolución enorme, ya que modificaron el abordaje para el tratamiento de pacientes con cáncer. Se trata de estimular nuestras propias defensas para que eliminen al tumor. Durante muchos años, las respuestas de la medicina se estacionaban solo en estrategias como la quimioterapia, la radioterapia y las cirugías. A diferencia de ello, en vez de eliminar al tumor a partir de mecanismos externos se potencia al sistema inmune para que los linfocitos sean quienes realizan el trabajo.
-¿Cómo se activa el sistema inmune?
-Supongamos que crece un tumor en un individuo, las células dendríticas –que todo el tiempo censan, patrullan y reconocen a los enemigos que pueden aparecer– son las que dan aviso de la situación. Como los tumores producen antígenos son fácilmente reconocibles, por lo tanto, estas células los toman, viajan por los vasos linfáticos, llegan a los ganglios (donde suceden las respuestas inmunológicas, por eso es que los tenemos agrandados cuando el propio cuerpo reconoce que algo no anda bien) y se encuentran con los linfocitos que provienen de la sangre. Las dendríticas le presentan el problema y activan a los linfocitos que, de inmediato, producen miles de millones de clones. Como si fuera un ejército que marcha directamente al sitio donde crece el tumor para eliminarlo. Desafortunadamente hay problemas en el medio. En el tumor existen muchísimos “frenos” que hacen que los linfocitos no puedan actuar, queden paralizados al lado del tumor sin poder eliminarlo. Nuestra tarea siempre ha sido identificar cuáles son esos frenos. Con la Galectina venimos trabajando desde hace décadas, pero resulta que ahora, por intermedio de este trabajo, hemos avanzado en la identificación de otra, la molécula Torid.
-¿Cómo actúa Torid?
-Opera como un intercambiador de calcio. En las células dendríticas, este es necesario para activar el inflamosoma –un complejo multimolecular– que, a su vez, permite activar a los linfocitos que eliminan el tumor. En cambio, cuando el inflamosoma está desactivado las células dendríticas se debilitan y no pueden actuar. En este sentido, descubrimos que la molécula Torid inhibe la entrada de calcio; al hacerlo, el inflamosoma no responde; y, como resultado, no ingresan en acción nuestras defensas. De modo que reflexionamos un poco y nos preguntamos por la posibilidad de diseñar una droga que fuera capaz de inhibir este freno llamado Torid para que el sistema inmune se desempeñe normalmente sin ataduras.
-Es decir que le colocaron un freno al freno.
-Sí, fue Hill quien halló un inhibidor –“BAYK8644”– entre 90 compuestos químicos que habitualmente inhiben canales de calcio. Lo encontró y pudimos comprobar de qué manera cuando se inhibe a Torid ingresa el calcio, se activa el inflamosoma y actúan los linfocitos. Una vez que el hallazgo se realizó in vitro, siguieron las pruebas en ratones con distintos tipos de cáncer (piel, pulmón y colon). Se los trató con la inmunoterapia clásica (de la cual se benefician un 30% de los pacientes) más el inhibidor de Torid y tuvimos resultados sorprendes ya que mejoró la eficacia del tratamiento de manera notable. El avance es fundamental porque cada vez tenemos más conocimientos respecto de los blancos terapéuticos que frenan las respuestas del sistema inmune. A partir de aquí siguieron los análisis de bioinformática preparados por gente de nuestro equipo comandado por Romina Girotti.
-¿La ciencia está cerca de transformar este conocimiento en tecnología que permita otro tratamiento?
-Debemos ser cautos para no ilusionar a la gente. Falta una etapa de unos cinco años de análisis preclínicos para evaluar la toxicidad y la seguridad de la droga y, luego, siguen las fases clínicas para poder comprobar si, efectivamente, este compuesto que funcionó en animales también lo hace en humanos con el mismo grado de eficacia. Si no se hace ciencia básica y se descubren mecanismos nuevos como acabamos de demostrar es muy difícil que alguna vez los pacientes tengan alguna respuesta desde el consultorio. Lo que siempre le intentamos explicar a los gobernantes es que el emprendedurismo –como forma de respuesta rápida– sin ciencia básica no existe. Se requieren décadas de trabajo por detrás. Un ejemplo palpable en el área, sin ir más lejos, es el avance alcanzado por James Allison y Tasuku Honjo que obtuvieron el Nobel en Medicina el año pasado.
-¿Por qué hay casos de personas que no responden a la inmunoterapia?
-Cada individuo constituye un universo aparte y, a su vez, cada tumor es completamente diferente. A futuro, la posibilidad de tomar una biopsia de un tumor y poder trazar la firma molecular –que establece qué mecanismos se producen en cada caso y les permiten sobreponerse a las defensas del cuerpo– permitiría advertir por qué un paciente responde y otro no. La quimioterapia se aplica a todos por igual sin tener en cuenta las características singulares de cada persona, por ello, combinar todos los recursos disponibles es la mejor opción que tenemos hasta el momento.