Desde Tucumán
Si se coincide en que el arte contemporáneo habla del presente (aunque no todo lo que se produce hable de él), podrá advertirse un lenguaje híbrido, contaminado, impuro, de citas de citas, de los cruces y del espacio, principalmente. Cuando Boris Groys tiene que acercarse a ese mundo lo califica de arte fluido, una idea que no es más que una profundización expandida de la desmaterialización y de su condición efímera, proceso que arranca a mediados de los 60.
La Bienal Sur que se inauguró en Tucumán el viernes pasado bien puede afirmarse como contemporánea. Las propuestas de los curadores y de los artistas dan cuenta de ese presente (que nunca termina de estar del todo y que es un pasado diferido, en los términos de Derrida). Sea que hablen de temas tan polémicos de la actualidad (las cuestiones de género o las relaciones con la ciencia y las migraciones; de memorias y olvidos), como del propio lenguaje artístico.
La intertextualidad funciona a pleno en el Museo Timoteo Navarro pero, además, en una potente instalación sobre Eva Perón que cita a “Rapsodia Inconclusa”; y la experimentación sobre los sentidos, la sinestesia, en el MUNT (Museo de la Universidad Nacional de Tucumán) con investigaciones que se orientan a distintas direcciones. Nicola Costantino se llevó la mayoría de las miradas: es la primera vez que exhibe sus obras en la provincia, y las piezas tienen un carácter hasta pedagógico para enseñar y aprender, por ejemplo, lo que es la intertextualidad. Es la artista, además, que mostró ‘su’ Evita en la Bienal de Venecia bastante objetada por la ex presidenta; una cuestión de género e identidad que tuvo su propia adaptación en esta ciudad; “es otra obra”, dice Costantino.
Las ‘heroínas’ en el Museo Timoteo Navarro son recortes que trabajan con la memoria, fotografías que están presentes con ausencias. Huellas, finalmente, de algo que ha sido (Barthes) pero, igualmente pudo no haber sido. En la era de la post fotografía son miradas, recortes de la realidad, en rigor; pero hay luchas manifiestas en esas imágenes.
Mientras la enorme escultura de seis metros de Marie Orensanz se erige en el verde parque de un Centro Cultural a pocas cuadras del centro, y recuerda “Tenemos el poder de elegir”, en el MUNT (Museo de la Universidad Nacional de Tucumán) se plantea la exposición “Entre sentidos”, con un enfoque contemporáneo más dirigido al lenguaje artístico y a sus relaciones. Aquí se apuesta a una experimentación decidida en algunos trabajos, aunque en otros, aparezcan un tanto básicos y elementales.
El site-specific de Cecilia Ivanchevich marca y desmarca con sus líneas y caminos, direcciones posibles para relacionarse con otras obras y salas; la artista construye desde partituras que luego traslada al dibujo, de la música a la forma, a una acentuada geometría que rinde homenaje, a su modo, al arte concreto de los 50; aunque con levedad. Más que de evocación como se lee en algunos proyectos, debiera hablarse de asociación, a menos que se pretenda que se trata de una operación alejada de la razón, un recuerdo. En la sala central, su trabajo interviene sobre otro de María Jesús Román (Chile), pero a la vez interactúa con otras salas. Precisamente, la curadora italiana Benedetta Casini (italiana, residente en Buenos Aires) propone un cruce de lenguajes, de la música al dibujo, o de la novela a los olores. “Hay cuadros para oler, películas para escuchar”, afirma. Sebastián Tedesco y Bruno Mesz parten de un texto de Bioy Casares al que, por un procedimiento matemático, encuentran referencias olfativas. En lo que parece ser un enorme frasco antiguo de boticarios y mientras se escuchan lecturas de Bioy Casares, algunas palabras conectan con ocho aromas. En esta obra se observa con claridad ese cruce de lenguajes, un concepto de transmodalidad que remite a lo que pasa entre un sentido y otro. “¿Puede la música cambiar el sabor del vino?”, es uno de los presupuestos de esta transmodalidad que explicaron en una interesante conferencia.
La obra de Cecilia Ivanchevich y de Tedesco y Mesz tienen la particularidad de producir un contraste interesante entre aquella levedad y esta densidad, encarada desde la ciencia.
Obras olfativas de Cecilia Catalín se encuentran a pocos metros, pinturas que huelen a un desayuno, por ejemplo. Y en la primera sala, pequeñas cajas de música surgen en realidad de una palabra que se traduce al sistema braille, en la obra de Camila Maya (Colombia).
En la Bienal Sur 2017 la intervención pública “¿Quién fue?”, de Graciela Sacco, se constituyó en toda una definición. De lo que se presentó en esta provincia fue, sin duda, una de las obras más determinantes, más observada.
En esta segunda edición, hubo más trabajos para mirar, para percibir fundamentalmente. En un proceso que no se detiene, porque simultáneamente el japonés Katsuhiko Hibino inició su taller-obra en Amaicha del Valle, en la comunidad Quilmes, que se podrá ver en otra muestra, a partir de julio.
Las exposiciones del Museo Timoteo Navarro siguen hasta el 23 de junio. La muestra Entre sentidos, en el MUNT, sigue hasta el 25 de agosto.
* Doctor en artes, docente de Estética en la Universidad Nacional de Tucumán, curador independiente y periodista especializado.