De cuna peronista, hija de un militante montonero, Verónica Magario se definió años atrás como parte de los “hijos de la persecución y el exilio” que provocó la última dictadura pero que supieron construir su propia vida como militantes. Con 50 años recién cumplidos y una larga trayectoria en territorio bonaerense, que la llevó a ser concejal, diputada nacional y la primera intendenta mujer del segundo municipio más poblado del país, su candidatura a vicegobernadora aparece como otro escalón de una carrera con horizonte lejano.
La flamante compañera de fórmula de Axel Kicillof nació en 1969. Tras el golpe de Estado y con apenas siete años se vio forzada al exilio junto con sus padres. Volvieron de México con el retorno de la democracia. Verónica comenzó militancia y de la mano del caudillo matancero Alberto Balestrini recaló en la gestión municipal como subsecretaria de Desarrollo Social a mediados de los ‘90. Tras la hecatombe de la anterior Alianza, en 2002 se hizo cargo de ejecutar el programa Jefes y Jefas de Hogar en un partido de 1,2 millones de habitantes y una desocupación superior al 50 por ciento.
“Trabajé en el área social cuando en La Matanza había hambre, cuando había piquetes en la ruta 3, estaba el famoso trueque, el fuego que se prendía en la esquina de cada barrio. Nosotros trabajamos muchísimo con los comedores, las escuelas, empezamos un proceso de reconstruir emprendimientos productivos”, contó en una entrevista como candidata a intendenta.
Ya en la presidencia de Néstor Kirchner, desde la Secretaría de Desarrollo Social de La Matanza puso a funcionar el Programa Adolescencia Integración Social (PAIS) para reinsertar en la escuela y capacitar en oficios a pibes de 14 a 18 años. En base a esa experiencia se creó la Dirección de Juventud, que asiste a jóvenes en situaciones de vulnerabilidad de hasta 25 años. En 2006, ya con Fernando Espinoza como intendente, asumió como vicejefa de gabinete, llevó adelante un programa de descentralización municipal fomentando la participación en consejos consultivos e implementó el presupuesto participativo. En 2011, fue electa concejal (presidió el Concejo Deliberante) y dos años después diputada por el Frente para la Victoria.
En 2015, cuando la alianza Pro-UCR se impuso en casi todo el país, asumió como intendenta con enorme respaldo (47,5 por ciento de los votos) e incorporó a su gabinete a ex funcionarios kirchneristas como Roberto Feletti y Débora Giorgi. En 2016 pasó a presidir la Federación Argentina de Municipios (FAM). Se opuso a la división de La Matanza que impulsó la oposición porque “sería dejar a algunos municipios ricos pero a otros muy pobres, habría una gran brecha entre unos y otros y eso no es lo que queremos para nuestras ciudades”.
Al mismo tiempo que fortaleció políticas sociales para contener la crisis en el pago chico se convirtió en dura crítica de las medidas económicas de Cambiemos y de la gestión de María Eugenia Vidal en la provincia. Fue de las primeras intendentes que presentó amparos para frenar los tarifazos de servicios básicos. En las legislativas de medio término encabezó la lista de candidatos a concejales de Unidad Ciudadana, que presentó como un plebiscito a su gestión, y sacó más del 50 por ciento de los votos.
Desde el PJ secundó a José Luis Gioja en la creación de una Secretaría de Culto y Doctrina Social de la Iglesia y planteó la necesidad de “trabajar los temas que dice (la encíclica) Laudato Sí” del papa Francisco. “Frente a la crisis de alimento, las necesidades de contención de los jóvenes, venimos desarrollando una gran tarea que se ve plasmada en lo institucional a partir del día de hoy”, explicó.