Una saga policial atrapó a lectores jóvenes, pero también a los más grandes, de un tiempo a esta parte: Sol de noche, que comenzó con La velocidad de la música, siguió con Las marcas de la mentira, y recientemente culminó con El ruido del éxito, plantó una historia capaz de tender los hilos de la intriga y el suspenso en múltiples direcciones, pero también de tensarlos con personajes y situaciones muy verosímiles y actuales. Pero además su autora, Andrea Ferrari, fue abriendo con esta trilogía editada por loqueleo, reflexiones implícitas sobre, por ejemplo, los medios de comunicación y su dinámica.
Está el modo en que se construye la noticia escrita, porque Sol Linares, la protagonista de la saga, creció entre los pasillos de un diario, donde su padre es jefe de redacción, y mientras va descubriendo libro a libro diferentes casos en su blog –que se llama, como la saga, Sol de noche–, termina ganándose allí un lugar de pasante. Y están también los medios audiovisuales, con su necesidad de primicias, en los libros anteriores, y en el último, con lo que significa un formato como el del reality show en tiempos que la autora define como “la era de exaltación del yo”.
Todo comienza cuando una mujer muere en vivo y en directo, frente a las cámaras, en medio de un reality show. Es un reality particular: la idea es que los participantes permanezcan despiertos, a como dé lugar. El que se duerme, pierde. Este escalofriante formato no es solo verosímil sino que está inspirado en la vida misma, porque, cuenta la autora en diálogo con PáginaI12, algo así se hizo ya en Gran Bretaña. Lo cierto es que aquí da pie para un enigma policial que Sol Linares irá resolviendo, mientras se resuelven otros hilos bien tirados en la trama: el de su propia historia, con la muerte de su madre cuando ella era muy chica. El de un misterioso ayudante cibernético que le tira pistas muy precisas para resolver los casos. El de una tierna historia de amor. El de la relación con un padre amoroso pero no siempre dispuesto a ver crecer a su hija.
“La idea desde el origen fue una saga en tres partes, en la que algunos hilos de la trama se resolvieran en cada libro y otros se extendieran al siguiente”, cuenta Ferrari sobre la estructura que se planteó, y que cierra El ruido del éxito. “Por un lado, quería una historia policial independiente que abriera y cerrara en cada volumen y dejara al lector satisfecho con la resolución. Pero también quería una protagonista que fuera creciendo a lo largo de la serie, desarrollar ese tránsito hacia la adultez que vive Sol, en sus relaciones afectivas, en su trabajo y en su búsqueda de la verdad sobre la muerte de su madre. Eso fue lo que me guardé para resolver en el último libro: el misterio en torno a la madre. Y también la identidad de A.L. Timón, el personaje que la ayuda desde el anonimato”, explica.
–Como lectores es fácil encariñarse con un personaje como Sol. ¿Le pasó lo mismo mientras escribía el final?
–Y sí, cuesta despedirse de los personajes que han ido creciendo adentro de una a lo largo de tres libros. Una acaba sintiéndolos familiares, parte del propio mundo. Pero también es bueno cerrar un proyecto y abrirse al siguiente.
–Viene planteando implícitamente el tema de los medios de comunicación y su dinámica con esta saga, y ahora aparece un reality show. ¿Qué quiso mostrar en ese sentido?
–Me interesaba hablar de cómo recibimos y digerimos información permanentemente. Por un lado, cómo se construye una noticia, qué intereses intervienen, qué hace que un medio sostenga una historia en primera plana durante días o la haga desaparecer en un santiamén. Pero también me interesaba pensar en esa avalancha de información indiscriminada que nos inunda cada día desde las pantallas y redes sociales: cómo la procesamos, cómo nos ubicamos ante esta tendencia a la exhibición personal permanente. Creo que el reality show, que usé como escenario de la historia policial en el último libro, es también una marca de esta era de exaltación del yo, de la fama instantánea, de la búsqueda desesperada de éxito. Y para captar a la audiencia las propuestas son cada vez más extremas y absurdas. La que describo en el libro –un reality donde no permiten dormir a la gente–no es un invento mío, sino que se hizo en Gran Bretaña. El programa se llamaba Shattered, algo así como Destruidos.
–¿Qué devoluciones tuvo con los libros anteriores, qué provocó el personaje de Sol Linares y su historia hasta ahora?
–Los adolescentes con los que tuve oportunidad de charlar se engancharon mucho con la trama policial, con las intrigas abiertas. Y sobre todo con el personaje enigmático, A.L.Timón: antes de que saliera este último libro escuché todo tipo de especulaciones sobre quién era. Una lectora estaba segura de que sería Francisco, el protagonista de la serie El nuevo Sherlock, que escribí hace unos años. Una idea divertida, que incluso había evaluado antes de empezar, pero no es así. El otro tema del que me preguntaron mucho fue cómo iba a avanzar la relación entre Sol y Tatú. El romance, sobre todo un primer romance, tiene mucho peso para los adolescentes. En este caso hay además otros elementos, como la diferencia de edad –Tatú es cinco años mayor que Sol–, las objeciones del padre de Sol, sus propias inseguridades.
–La protagonista, una joven adolescente, entre muchas otras cosas vive su iniciación sexual. ¿Cómo quiso plantear el tema, teniendo en cuenta que se dirige a lectores jóvenes?
–Me pareció que en una relación afectiva de una chica de dieciocho años el sexo tenía que estar como algo normal. Pero es cierto que el tema sigue siendo tabú en la literatura juvenil. No quise convertirlo en un eje central –a esa altura de la serie los nudos pasan por otro lado–, sino mostrarlo con naturalidad, como una parte más de la relación.
–Ya había trabajado el género policial, con esa fascinación que provoca seguir pistas y deducciones, arriesgar hipótesis. ¿Qué encuentra de especial en el género, por qué le interesa?
–Yo fui lectora de policial desde chica. Me gusta mucho el manejo del suspenso, la tensión propia del género cuando está bien llevado. Como autora me atrae el desafío de armar esa suerte de maquinaria que es un policial, donde todos los engranajes tienen que encajar bien para que funcione: ir tirando datos para que el lector pueda generar sus propias hipótesis y al mismo tiempo otros que lo despisten.
–¿Así trabajó en Sol de noche?
–Sí pero en este caso, siendo una saga, tuve algunas dificultades extra, ya que tenía que manejarme con lo ya dicho. Porque en un policial, a medida que aparecen nuevas ideas para la resolución, uno suele cambiar cosas ya escritas para que todo encaje. Pero acá tuve que ceñirme a lo publicado en los libros anteriores, lo que agregó algo más al desafío.
–Dice que es bueno cerrar un proyecto para abrirse al siguiente. ¿Ya está trabajado en algo?
–Estoy escribiendo por primera vez una novela “a cuatro manos” con Martín Blasco. Tomamos un personaje cada uno: el mío es una chica de familia china y el suyo un tipo que roba en los trenes. Las historias de ambos corren paralelas y cada tanto se cruzan. Me está resultando un trabajo sumamente estimulante. Si bien partimos de una trama definida entre los dos, uno nunca sabe exactamente qué va a escribir el otro hasta recibir el capítulo, y eso dispara nuevas ideas.
–Cómo evaluaría el panorama general del campo de la literatura infantil y juvenil en el año que pasó? ¿Qué hitos, momentos, ediciones fueron auspiciosos y cuáles negativos?
–Fue un año difícil, como lo fue para el país y en particular para el área cultural, con muchos planes desactivados. En el campo de la LIJ se sintió fuerte la ausencia de compras oficiales, una política que había dinamizado mucho el sector. Además se desarmó el Plan Nacional de Lectura, que distribuía libros, promovía visitas de autor y producía publicaciones propias en áreas poco comerciales, como la poesía o los textos en las lenguas de los pueblos originarios. Pero también hay que decir que la LIJ argentina viene mostrando una enorme fuerza y creatividad en los últimos años.
–¿En qué lo nota, por ejemplo?
–Hay una cantidad de autores que se destacan aquí y en el exterior, tal como se ve en los premios internacionales. Los de poesía que ganaron recientemente Laura Escudero y Cecilia Pisos en México, por ejemplo. También es interesante cómo la literatura juvenil empieza a correr sus propios límites y presenta propuestas más audaces que ganan espacio en la lectura escolar, como sucedió con novelas recientes de Paula Bombara, Inés Garland o Martín Blasco. Y también destacaría la reedición de títulos descatalogados, como algunos de Graciela Montes, una autora fundamental.