Muchos podrán decir que el Cordobazo ya no está presente en la memoria de los trabajadores y el pueblo, pero nadie podrá negar que forma parte de su experiencia histórica. En los últimos sesenta años se produjeron tres grandes insurrecciones de masas en la Argentina. La toma del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959; el Cordobazo de 1969 con sus secuelas y precuelas del Correntinazo, el Rosariazo y el Mendozazo; y el último, el más reciente, el llamado Argentinazo --que en realidad fue porteñazo-- de diciembre del 2001.
Las dos primeras se produjeron a partir de un conflicto gremial protagonizado por los que en cada uno de esos momentos conformaban la elite de los trabajadores de la industria. La toma del frigorífico fue encabezada por los obreros de la carne y motivó la insurrección de los vecinos de Mataderos. En el Cordobazo fueron los mecánicos del SMATA que se sumaron a una convocatoria de los gremios combativos y gatillaron el levantamiento popular.
Pero el Argentinazo fue protagonizado por una clase media empobrecida que conformó una alianza inédita entre "piquete y cacerola", es decir, entre esas capas medias empobrecidas y la masa de desocupados a quienes se les sumaron los sectores más combativos de las organizaciones gremiales.
Entre los dos primeros y el último se habían producido fenómenos mundiales en la circulación del capital y en los medios de producción, que redibujaron la geografía social: capas medias proletarizadas, crecimiento de los gremios de servicios y del sector informal de la economía, obreros calificados que abandonan una cultura proletaria y una masa inmensa de semiocupados y desocupados.
La vertebración de esa categoría que se englobaba en la definición de "pueblo" aparece más compleja y fragmentada con la globalización neoliberal. Los roles son más imprecisos, la famosa columna vertebral --o la vanguardia del proletariado-- no resulta tan clara como aparecía en el viejo capitalismo industrial semidesarrollado y dependiente en cuyo marco se produjo el Cordobazo.
Y además, la historia reciente tiene en la dictadura un abismo infinito que la divide entre antes y después. Esos cambios que complejizaron la trama social y le dieron expresiones culturales y políticas diferentes, aunque en algunos casos mantuvieran los nombres, hizo que la memoria de lo anterior a la dictadura se asentara en forma neblinosa, como los genes que inducen comportamientos sin que haya consciencia de su existencia.
Córdoba fue también escenario principal de la Reforma Universitaria que fue un gran movimiento estudiantil que tuvo un fuerte impacto democratizador. Córdoba fue la cuna de Agustín Tosco, el dirigente no peronista más importante desde allí en adelante. Y allí surgieron los gremios llamados "clasistas" de Sitrac-Sitram y el SMATA-Córdoba de René Salamanca.
Esa Córdoba de la ebullición estudiantil y del surgimiento de cientos de fábricas y trabajadores combativos quedó en la historia. Después de la dictadura, la provincia mutó a territorio de las derechas del peronismo y el radicalismo de cuyas filas surgieron todos los gobernadores desde la dictadura hasta la actualidad. Es la provincia donde Mauricio Macri ha tenido más respaldo, convertida en un centro conservador de fuerte gravitación. Si Tosco viviera, no la reconocería.
Todos esos cambios que han conformado nuevas sociedades, nuevas identidades y formas de hacer política, tanto en la izquierda como en la derecha se producen al mismo tiempo que el bloque hegemónico fue construyendo herramientas de homogeneización del discurso, en tanto que el campo popular iba perdiendo muchos de esos factores que lo contenían. Son numerosos los argumentos para sostener la afirmación de que movimientos como el Cordobazo ya no tendrían vigencia.
Pero la experiencia de lucha de los trabajadores y de los movimientos populares no se pierde sino que subyace de una manera ni tan visible ni tan literal. La memoria no es lo que hicimos, sino lo que hacemos con lo que hicimos. Hay una reelaboración permanente y sobrepuesta de esa historia que se renueva en forma constante. Hay hechos, resonancias, acciones, ejemplos, ecos que se amasan y resignifican y a veces hasta pueden perder la imagen original. El Cordobazo también ha sido consecuencia de ese proceso previo y motorizador del proceso histórico que lo siguió.
Por eso, aunque no se vea, el Cordobazo está allí como está el históricamente inmenso 17 de Octubre. Forman parte de esa experiencia. Está en las grandes rebeliones contra gobiernos represivos y antipopulares.
El pueblo argentino es un pueblo movilizado. No existe en América Latina una experiencia similar tan enraizada en los procesos sociales. La Revolución de Mayo empieza también con una concentración popular frente al Cabildo para respaldar a los patriotas. El Córdobazo es una pieza brillante de ese linaje que empieza en Mayo, atraviesa el 17 de Octubre; y sigue plantando hechos decisivos que emparejan la historia para el lado de la justicia y los pueblos.