No es arbitrario relacionar el Cordobazo con el 17 de octubre de 1945 y los hechos del 19 y 20 de diciembre en el 2001. En los tres casos se trata de episodios que aunque no eran totalmente imprevisibles sorprendieron por su alcance y marcaron un drástico cambio en la coyuntura política: la movilización de los trabajadores de 1945 instaló la hegemonía de Perón y marcó la participación decisiva de los trabajadores en su movimiento y los hechos del 2001 mostraron el agotamiento del modelo político instalado en 1983 y generaron condiciones -aunque no era este un destino inexorable- para el rumbo que siguió Néstor Kirchner después del 2003.
A diferencia de las otras dos grandes movilizaciones populares, los efectos políticos del Cordobazo se dilataron en un lapso de tiempo más largo. No tardó en renunciar el ministro de Economía Krieger Vasena, pero el dictador Onganía duró hasta el año siguiente y el retiro de la dictadura sólo habría de producirse con la victoria electoral peronista en 1973. Sin embargo, no exageramos si decimos que el repliegue de la pomposamente llamada Revolución Argentina empezó ese día de mayo del '69. Tanto el fugaz proyecto nacionalista del general Levingston-sucesor de Onganía- como el ambicioso intento de coronar a Lanusse presidente con el Gran Acuerdo Nacional terminaron en rotundos fracasos: la eclosión popular de Córdoba, precedida por las movilizaciones estudiantiles de Corrientes y Rosario, marcaba una fuerte disposición de enfrentamiento a la dictadura que estimuló la sucesión de puebladas que se dieron en muchas de las ciudades argentinas.
Como en los otros dos acontecimientos históricos citados, también se discutió mucho hasta qué punto el Cordobazo había sido planeado y organizado o si se trataba principalmente de una reacción espontánea. En los tres acontecimientos la respuesta es difícil porque no hay dudas de que existió un contexto político social que fue determinante y que hubo grupos que organizaron la presencia en las calles, pero, en todos los casos, los hechos alcanzaron una dimensión que superó las previsiones y la participación popular excedió también todas las expectativas.
Fue protagónica la participación de los trabajadores mecánicos y el gremio de Luz y Fuerza y también importante el apoyo de la militancia estudiantil. Además,la presencia de muchos militantes que tiempo después integrarían las organizaciones revolucionarias jugó un papel en la resistencia a la represión. Pero todo ese potencial de organización no hubiera bastado si amplios núcleos de la sociedad cordobesa no hubieran compartido un fuerte rechazo a la dictadura. La intransigencia de la patronal automotriz y los proyectos facistizantes del gobernador de la provincia potenciaban el hartazgo que generaba, en todo el país, la soberbia del general Onganía cuando afirmaba que su gobierno no tenía plazos sino objetivos y amenazaba con extender la dictadura por diez años. Así se entiende el amplio acompañamiento social que logró la movilización obrera y estudiantil.
Antes de mayo del '69, no se habían producido más que algunos hechos aislados de guerrilla urbana, pero la disposición de lxs trabajadorxs que enfrentaban masivamente a la policía preocupó a los jefes militares que no habían imaginado que la violencia popular pudiera alcanzar esas dimensiones. Por otra parte, quienes se organizaban para enfrentar por la fuerza al gobierno que nadie había elegido pudieron sentirse legitimadxs por los aires insurreccionales de la movilización cordobesa, pero también debieron advertir que era precisamente esa masividad del movimiento lo que le daba una importancia extraordinaria.
El Cordobazo potenció a la CGT de los Argentinos que poco después sufriría la clausura de su sede y la detención de algunos dirigentes. De todos modos, fue el aura del Cordobazo lo que permitió que esa Central, encabezada por Raimundo Ongaro-pese a que ya la habían abandonado algunos gremios importantes- pudiera declarar una huelga general contra la dictadura que tuvo un no desdeñable acatamiento. En otro aspecto, la combativa movilización cordobesa golpeó a los llamados gremios participacionistas que apoyaban a la dictadura y facilitó la reunificación de la CGT.
Esa unificación de la CGT permitió que Perón pudiera invocar el apoyo sindical en su proyecto de retorno, pero la central no cumplió un papel importante en la lucha por ese objetivo. Lxs militantes de la Juventud Peronista que tuvo un gran crecimiento en esos años fueron los que, heredando el espíritu del Cordobazo y retomando la senda de la Resistencia,impulsaron las puebladas que multiplicaron el repudio a la dictadura. La victoria electoral de Raúl Obregón Cano en 1973 mostró que el peronismo adoptaba en Córdoba su perfil más avanzado. Poco duró el gobierno de Obregón y su derrocamiento inició un giro represivo y reaccionario que más tarde con el general Benjamín Ménendez alcanzaría niveles inusitados en el exterminio de activistas políticos y sindicales. Toda una generación de militantes fue barrida y la vida política cordobesa desde los tiempos del gobernador Angeloz perdió esa característica de audacia y compromiso militante que marcara los tiempos del Cordobazo.
El recorrido que hemos hecho, señalando la relación con los sectores combativos del peronismo, marca sólo una de las múltiples lecturas que pueden hacerse sobre el Cordobazo. Apoyada en los rasgos particulares del sindicalismo cordobés, la izquierda tuvo en la provincia un crecimiento significativo y con los años fue creciendo el reconocimiento a la figura de Agustín Tosco que desempeñó en la movilización de mayo un rol fundamental. También para los estudiantes todavía impactados por el Mayo francés, los hechos del '69 marcaron un antes y un después. Nunca olvidaré el orgullo con el que nuestros anfitriones cordobeses nos llevaban a recorrer las calles del Barrio Clínicas donde los universitarios, apoyados por muchos vecinos, habían resistido la represión.
Más allá de la crónica que evoca tantos recuerdos pero también provoca muchas reflexiones, cabe preguntarse sobre el sentido con que hoy recordamos los episodios de Córdoba. El paro general que se cumplió este 29 de mayo fué un guiño, más o menos consciente, a la mejor historia del movimiento obrero argentino. La política económica y social que hoy se repudia con esta huelga de la CGT no es tan distinta de la que impulsara Krieger Vasena, con acuerdo del FMI, en beneficio del gran capital y en aras de la concentración y extranjerización de la economía. La memoria de las luchas populares es importante para discutir mejor el presente y nos da fuerzas para seguir adelante.
Los jóvenes de hoy y los sobrevivientes de aquella generación hemos aprendido a defender una democracia que hasta entonces casi no habíamos vivido. Sabemos que la lucha no es sólo resistencia, exige también, como ahora, acuerdos amplios y gestos de renunciamiento, pero la buena política implica pensar siempre en los más pobres y gobernar con convicciones como lo evidenciaran los doce años kirchneristas. Por eso el homenaje a los caídos en mayo del 69 es para nosotros una ratificación de principios.