Lo que se denominó “el Cordobazo” fue la consecuencia de una movilización sin precedentes en todo el país contra la dictadura de Onganía. Aunque provocado, había sorprendido a todo el mundo. Nadie lo esperaba. Este continuó en “el Rosariazo”, “el Tucumanazo” y otras grandes movilizaciones populares. Fue el principio del fin de Onganía. Un año después debió a renunciar. Comenzaba un mito, el del héroe colectivo que se había hecho realidad. La transformación de la sociedad era inminente al inaugurar un nuevo período en las luchas sociales y políticas. Las tantas veces anunciada unidad obrero-estudiantil era posible. Se desarrollaba un nuevo sindicalismo antiburocrático y anticapitalista que excedía la identidad peronista de los trabajadores. En él se alimentaba una “nueva izquierda” clasista e independiente de los modelos ideológicos predominantes hasta ese momento. Las formas en que se metaforiza “el Cordobazo” dependen de la interpretación política que se realice: rebelión obrera y popular, protesta social, guerra civil, insurrección, huelga política, etc. Los protagonistas fueron los obreros y los estudiantes que contaron con el apoyo masivo de los sectores medios.
Su importancia se debe a la carga simbólica de un acontecimiento que llevó a crear un imaginario social donde era posible la transformación de la sociedad. La idea dominante fue que la política era la única fuerza que daba sentido a cualquier práctica. Los hechos de mayo del ‘69 implicaron el cruce a una nueva situación donde se politizó todo el campo intelectual y profesional.
EL CAMPO DE LA SALUD MENTAL
El Cordobazo marcó un antes y un después en la Salud Mental. A partir de ese momento se transformaron las luchas ideológicas y teóricas. La política tomó el centro de la escena. Fue el fin de una época y el comienzo de otra.
La implicación de los autodenominados Trabajadores de Salud Mental cambió cualitativamente a partir de ese hecho. Esa denominación (TSM) fue uno de los emergentes de los sucesos de mayo del ‘69. Los profesionales de la Salud Mental políticamente comprometidos querían identificarse como parte de los trabajadores y no sólo como profesionales. La ilusión era que el “ser trabajadores” les permitía pensar en su aporte al cambio social y político.
El campo de la Salud Mental se transformó. Cambió el foco de las reflexiones sobre la sociedad, la política y la violencia. Para poder dimensionar sus efectos tomaremos las tres instituciones más importantes de ese momento en el campo de la Salud Mental: La Federación Argentina de Psiquiatras (FAP), la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA) y la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
La FAP atravesaba una renovación de sus Estatutos y autoridades. A lo largo de 1969 triunfaron distintas listas de unidad que apoyaban una perspectiva de cambio social. Esta perspectiva se sintetizaba en el editorial de su publicación a fines de ese año: “Debemos hacer una unión indestructible de toda la familia psiquiátrica en defensa de nuestros intereses, que no son otros que los intereses de la salud de nuestro pueblo. Pero debemos terminar con los grupos, con los localismos...” Gervasio Paz, Secretario de Redacción de Gaceta Psiquiátrica, recordaba: “En el ‘69 era presidente de la FAP Eduardo Barbagelatta, un psiquiatra entrerriano y radical. Un buen psiquiatra clásico, con formación cultural y literaria. La gente del interior era fascinante para nosotros porque nos resultaban totalmente diferentes de lo que era el movimiento intelectual porteño. Él era muy solidario y dirigió la FAP ese año. En la FAP de ese momento había entrado gente democrática, liberal, de izquierda, una mezcla muy grande.” Diego Block era el vicepresidente, José Luis Locci secretario general y el propio Paz secretario científico.
En la Capital Federal se había reorganizado la regional bajo el nombre de Asociación de Psiquiatras de la Capital Federal en noviembre de 1968. Esto dio un nuevo empuje a que se eligiera en abril de 1969 a su nueva Comisión Directiva, con una lista de convergencia a cargo de un psicoanalista miembro de la APA: Emilio Rodrigué. Esta alianza que sólo valía en dicha Regional de la FAP, no siendo representativa en el orden nacional, indicaba un cambio notable.
Al respecto, la psicoanalista Marie Langer recordaba cómo: “En 1969, cuando Emilio Rodrigué había terminado su presidencia en la APA, un psiquiatra comunista se dirigió a él para proponerle la presidencia de la Regional Capital de la Federación. Se trata de un intento de rejuvenecer, de revitalizar a la FAP, gracias a la creatividad y el carisma de Emilio. La propuesta lo divirtió, pero dudó en aceptarla: nunca había tenido que ver con la FAP, era psicoanalista y estaba convencido de que nadie votaría por él. Pero resultó que en la asamblea, los diecisiete miembros presentes, ya debidamente apalabrados por el Partido Comunista, lo votaron unánimemente.” El propio Rodrigué no salía de su sorpresa, ya que sectores que nunca antes habían apoyado a un psicoanalista se habían unido. Los reflexólogos se aliaban con los psicoanalistas por un cambio dentro de la psiquiatría. Rodrigué lo recordaba así: “Una joven camada de analistas, algunos analizados míos, como Gregorio Baremblitt y Luis Hornstein, junto con Bleger, Matrajt y Marie Langer influenciaron mi rumbo ideológico. En esa época, sin comerla ni beberla, fui nombrado presidente de la FAP, sección Capital. Eso que luego sería decisivo en más de un sentido, fue casi un chiste, pero un chiste revelador”.
El clima social que generó “el Cordobazo” hacía que la FAP tomara protagonismo como una verdadera gremial. Llevó adelante reclamos por las detenciones de psiquiatras realizadas en virtud del Estado de Sitio. En agosto de 1969 realizaron una asamblea de la Regional Capital para evaluar los sucesos y los caminos a seguir. En el número siguiente, uno de los que había sido detenido, Juan Azcoaga, envió una carta de agradecimiento por el gran apoyo recibido a la Comisión Directiva de la Regional Capital de la FAP, insistía en que la libertad se había logrado por las presiones de la lucha. También, la FAP había suspendido hasta el año siguiente la realización del IV Congreso Argentino de Psiquiatría que tenía fecha en agosto de 1969 en Mar del Plata. Este hecho tuvo su origen en diferencias políticas entre los psiquiatras reformistas. Es que el conjunto de la sociedad se había transformado. Gervasio Paz nos recordaba estos sucesos de la siguiente forma: “En el ‘69 se había programado el IV Congreso de Psiquiatría, organizado por la FAP. Para dirigirlo se había designado a Mauricio Goldenberg. Durante la dictadura de Onganía, Goldenberg tenía relaciones aceptables con el interventor del Instituto Nacional de Salud Mental (INSM), el coronel médico Estévez. Había comenzado su tarea de crear los Servicios de Psicopatología en los Hospitales Generales de la Capital Federal. Estévez estaba en cierta ‘modernización’. Goldenberg había empezado a trabajar bastante en este proyecto. Encontró un espacio para ir implementando su programa de Salud Mental en la época de la dictadura. Se planteó una situación de crisis luego de ‘el Cordobazo’. Todos estuvimos de acuerdo en que en función de esta situación nosotros no íbamos a invitar a las autoridades nacionales, Estévez desde ya. Goldenberg se sintió desautorizado y se enojó mucho. Renunció a su cargo de organizador del Congreso. Fue muy doloroso. Nos pareció que él estaba equivocado, que no tenía que mezclarse una cosa con la otra. Por eso el Congreso se postergó. Y se hizo en el ‘70 en Rosario.” En ese Congreso se eligieron las nuevas autoridades de la FAP. Gervasio Paz como Presidente y José Bleger como Secretario Científico. A esta elección se llegó por una coalición de oposición a la dictadura entre los psiquiatras reformistas del interior y muchos psicoanalistas de Buenos Aires. Este acuerdo permitió derrotar a la lista de los psiquiatras manicomiales. La FAP entraba en otra época.
La situación de “el Cordobazo” tuvo sus repercusiones entre los psicólogos. La Comisión Directiva de la APBA discutió el 24 de mayo la situación de los sucesos públicos que ocurrían en distintas partes del país. Y acordaron enviar una nota de repudio a los diarios. El 30 de mayo se convocó a los asociados para intercambiar ideas sobre los sucesos, pero ante el anuncio de huelga general de ese día, se postergó el encuentro para el 2 de junio. Sin embargo, la dimensión de los sucesos impidió que pudiera terminarse la discusión, que prosiguió la semana siguiente para acordar una serie de sugerencias frente a la situación que vivía el país. Consecuentemente la APBA envió una solicitada a los diarios, firmada por su Comisión Directiva, presidida por Roberto Harari en la cual adhería al paro nacional del 1° de julio de 1969, en la misma se consustanciaban con las luchas del pueblo por la soberanía social, económica y política, apoyando la unificación del movimiento obrero con otros sectores en lucha, llamando no sólo al paro sino a la explicitación de los motivos en cada lugar de trabajo.
En este contexto, en septiembre apareció el primer número de la revista de la APBA, dirigida por Ricardo Malfé, que se iba a constituir en el principal medio de debate teórico, clínico e institucional acerca del lugar que ocuparían el psicólogo y el trabajador de Salud Mental en los ‘70.
Pero “el Cordobazo” tuvo también consecuencias duraderas en la APA.
En ese momento se atravesaba una crisis de crecimiento por el aumento considerable y constante de sus miembros. Sus debates se circunscribían en torno al psicoanálisis y sus diferentes enfoques. Pero las polémicas acerca de la estructura interna de la Asociación, y sus relaciones con el “afuera” del consultorio desbordó la institución.
Mayo del ‘69 cambió todo. Es que, ante la creciente represión y los estudiantes muertos durante ese mes de mayo, la APA hizo una declaración pública firmada por la Comisión Directiva y realizó su única huelga. Se adhirió a la huelga general, decretando un día de duelo por los estudiantes asesinados, parando inclusive los consultorios privados de los analistas, que esperaban a cada paciente y le explicaban las causas del paro. Esta huelga coincidió con “el Cordobazo”. Como era de esperar, no todos la realizaron. Dos analistas que pertenecían a diferentes grupos de la APA así lo confirmaron en entrevistas posteriores. Según Juan Carlos Volnovich: “la huelga en el consultorio privado fue un disparate total. Se obedeció de acuerdo al analista didacta de cada uno, si tu analista y tu supervisor adherían, vos también. Pese a ser una época de mayor compromiso de los psicoanalistas, tengo la impresión de que todo llegaba muy atenuado a la APA.” Por otro lado, Sofía Bekman nos refirió que: “Muchos de los que no hicimos la ‘huelga’ nos apañábamos para no perturbar el encuadre analítico, en realidad creo que era por el temor que teníamos a mostrar una determinada ideología con los pacientes, como si esto pudiera evitarse. En ese momento éramos muy sometidos a nuestros propios analistas didactas, que nos involucraron en su propia ideología.”
Esta inédita medida fue producto de debates internos en el que un grupo de analistas sostenían su compromiso político. Para ellos fue un punto de inflexión. Marie Langer recordaba: “En ese entonces el Instituto de Psicoanálisis se adhirió a la huelga general, declarada contra la represión violenta de obreros y estudiantes, y Jorge Mom, como presidente de la Asociación, hizo pública nuestra protesta. Desde entonces un número significativo de analistas aborda el tema social abiertamente y de una nueva manera.”
No eran sólo los psicoanalistas. El campo de la Salud Mental se había transformado. Las polémicas entre psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas no volvieron a ser las mismas. Si bien los temas podían parecer similares, la perspectiva había cambiado. A partir de “el Cordobazo” el compromiso político se había convertido en el eje de discusión. Para muchos ya no se podía seguir solamente encerrados en la práctica profesional. Tenían que aportar de alguna manera al cambio social. Y no sólo con las renovaciones conceptuales sino en la práctica misma. Fue así como se concentraron en el trabajo político y científico dentro de las propias gremiales. Algunos psicoanalistas dejarán la APA encontrando en la FAP un mejor lugar para estos intereses, en conjunto con los otros psiquiatras; mientras que los psicólogos se agrupaban en sus asociaciones, como la APBA. Muchos de ellos confluyeron en la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental. Las enseñanzas de Lacan se expandirían. La política sería protagonista. Se dividirían distintos grupos con oposiciones insalvables.
La década del ‘70 entraría con todas sus pasiones.
Por Enrique Carpintero y Alejandro Vainer: Psicoanalistas. Director y coordinador general de la revista y la editorial Topía. Este artículo es un fragmento del libro Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los ´60 y ´70. Tomo I (1957-1969) Tomo II (1970-1983), Editorial Topía, segunda edición, 2018.